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LA VIDA ES UN BOLERO

Autora: Emperatriz


“ ...Reloj, detén tu camino, porque mi vida se apaga. Ella es la estrella que alumbra mi ser, yo sin su amor no soy nada...”
Siempre le han gustado los boleros. Pero no esta noche. No quiere saber nada sobre amores dulces o amargos. Sólo desea servirse un trago, acurrucado en cualquier rincón del bar, y que el pianista tome un descanso. Sin embargo, las pocas mesas del local, están ocupadas, y el viejo músico, no parece dispuesto a dejar su lugar.
En vista de las circunstancias, Marcial decide que no tiene más opción que sentarse en la barra. Sólo hay dos puestos. Uno, en el extremo, al lado de un colorín obeso, y el otro, entre un hombre canoso y una mujer de mediana edad, que está borracha. Elige el primero. El barman, un muchacho extremadamente delgado, se le acerca. Marcial pide pisco solo.
-Sólo me queda de 35. Pero le puedo ofrecer un tequila si desea...- le señala el joven.
-El de 35 está bien. Qué mas da...- responde Marcial distraídamente.
En menos de dos minutos deja vacío el vaso, y solicita otro. Observa ligeramente a su alrededor. La mayoría de los presentes son varones. Gente de trabajo que tal vez tenga como única entretención ir a pasar un rato de ocio a aquel sitio maloliente. Una joven camarera, demasiado maquillada y teñida de rubio, se pasea entre las mesas. Algunos clientes la observan codiciosos, otros le dicen algo al oído. Ella, sin embargo, sonríe discretamente y apila vasos en su bandeja.
“Cuando tú me quieras, cuando me digas que sí....Esa conocida canción le molesta. Se tapa los oídos. Sigue mirando, y le parece que un humilde bar de hombres solos no es para tocar boleros. ¡Qué absurdo! ¿ Acaso aquellos tres obreros que ríen tanto de quien sabe qué cosas están de ánimo para escuchar temas románticos? Por supuesto que no, piensa. Ellos, sólo quieren divertirse. Quizás tramar con qué mujer apaciguar sus ansias sexuales, después de salir de aquel antro de nostalgia.
“...si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar...”
Adoración. ¡Pamplinas! El amor es un ideal inexistente. Creer que es real sólo conduce irremediablemente al desencanto y al sufrimiento. Como le ha sucedido a él. Tantos años junto a Teresa, queriéndola, protegiéndola, haciendo girar toda su vida en torno a ella. ¿ Para qué? Para que después, mientras le sirve la cena le diga que esta es la última vez que cocina para él porque está cansada de llevar una existencia plana, y desea salir al mundo, a vivirlo todo. ¡A vivirlo todo! Y pensar que él siempre creyó que Teresa era feliz, que nada más le hacía falta. ¿Acaso el amor no lo es todo cuando se está enamorado? Las mujeres suelen pensar así, y algunos hombres como él también deben haberlo creído en algún momento. Es extraño, entonces, que Teresa siendo una mujer tradicional como tantas otras, haya cambiado de opinión. Y su abandono no fue porque haya conocido a otro. Eso se lo aclaró muy bien, mientras dejaba vacío el closet y la cómoda. ¿Salir de una atadura para caer en otra? Olvídalo, jamás...Esa fue toda su respuesta, y se marchó. En menos de media hora, Marcial quedó sin mujer, con una casa desordenada –porque ese día ella dejó todo sin asear- y con dos hijos adolescentes que más parecían animales indomables que seres humanos.
“Se fue de mi lado esa tarde, sabiendo que nunca había de volver. Se fue y en mi boca yo aún siento el sabor de esos besos que olvidar nunca podré...”
¿Qué hacer ahora en esas circunstancias? Por el momento, nada. Sólo huir y esconderse en un bar alejado, donde nadie lo conozca. Y así, sumergido en el anonimato más completo, dejarse arrastrar por la pena y la amargura, exacerbada por unos cuantos tragos amigos. El trabajo de pensar y replantear su vida, lo dejaría para mañana. Hay un tiempo para todo. La propia Biblia lo señala.
Concentrado en su dolor, Marcial apenas percibe que unas risas nuevas irrumpen en el bar. Sólo lo hace, cuando se acercan al mesón. Provienen de una joven pareja. Ella no debe sobrepasar los 25, y él los 30. Abrazados, piden bebidas y un teléfono. Explican al barman que su automóvil se ha quedado sin batería, y deben llamar a la Compañía de Seguros, para que les envíen ayuda.. Marcial piensa que si él tuviera el percance, andaría idiota y no feliz como esos pobres tontos. Porque tontos han de ser. Reír por reír. Quién entiende. Ella es bonita, sus ojos brillan, y su voz es dulce. Él la mira como si la adorara, y quisiera devorarla en cuerpo y alma.
“...Cuando estoy contigo, no sé qué es más bello, si el color del cielo o el de tus cabellos. No sé de tristeza, todo es alegría, sólo sé que eres tú la vida mía...”
Como aún no hay mesas desocupadas, la pareja se sienta en una escala lateral. Sus rostros se tocan, sus labios se besan, y sus dedos se entrelazan. La camarera les pregunta si desean beber algo, pero ellos se largan a reír nuevamente. Ríen de boberías. Del jarro de cerveza que derramaron dos hombres que discutían, de la mujer borracha que al dejar la barra, tropezó cayendo al suelo, y hasta del humo de cigarrillo que ha nublado por completo la atmósfera del local, y que según ellos forma estrambóticas figuras danzantes. ¡Qué locos, por Dios!.
Marcial ya ha bebido una botella de pisco, está mareado y con naúseas. Debió haber aceptado el tequila. Todo el mundo sabe que el pisco de baja graduación descompone el estómago. ¿O será ese bar el que lo pone mal?. Ese bar con gente extraña, que no lo mira. Ese bar con esos enamorados tan estúpidos que están ilusionados con una fantasía que desaparecerá de un momento a otro. Ese bar con ese canoso pianista que no deja descansar sus oídos. Marcial pide la cuenta. Es mejor irse de allí. Respirar otro aire, y caminar tranquilo en soledad, para que nada le recuerde que una vez tuvo un amor. Zigzagueante y sin que nadie lo note, Marcial abandona el lugar, mientras en la atmósfera se funden las notas de un nuevo bolero.
“Angustia de no tenerte a ti. Tormento de no tener tu amor. Angustia de no besarte más. Nostalgia de no escuchar tu voz...”.
Afuera hace frío, y se percata que salió sin chaqueta. Acelera el paso. Una voz femenina, sin embargo, lo sobresalta.
-¿ Puedo caminar con usted hasta la esquina? Es que por aquí es muy peligroso...
Tras breves segundos, Marcial reconoce a la joven camarera. Ya no lleva maquillaje, y su pelo ahora es negro. Tiene los mismos ojos de Teresa. Imposible negarse.
“Te amo y me iré amor mío, pero esta noche, pero esta noche la paso contigo”.





Texto agregado el 27-03-2005, y leído por 239 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-09-2005 Muy, muy, pero muy bueno. ¿Qué más puedo decir? Jacobo-Perez
27-03-2005 me ha gustado mucho tu cuento, como lo relatas, las palabras...en fin, que me gusta. naixem
27-03-2005 Me ha gustado como publicas este cuento, muy inspirador, si se lo mostrara a mis tios de seguro les gustaria, con unas tonaditas de echo se mandan a bailar jajja , me gusto mucho de verdad , muy bueno. kitaro
 
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