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Es que son las cosas que no se pueden evitar, como cuando viene una ola de mar y te arrastra bien adentro, con sal y agua y la cabeza en cualquier parte rebotando contra la arena.
Así va, caminando. No puede correr, no puede no caminar, así que eso hace. Es sinuoso, recorrido, sabido, es algo que no se puede obviar, es evidente. El sol le daba reflejos de que todo lo que pasaba si existía, "el mundo no existe" suspira en otro lugar de su mente, en otra persona.
Recorridos expectantes, mirados siempre por entre las pupilas de otros, en palabras inventadas hace muchos siglos, dícese. Alguno de estos días es probable que... otro de estos días es improbable que... despertar en medio de varios lugares diferentes, sin saber a que atenerse, a que llamarle sueño y a que llamarle mañana con sol. Las confusiones se hacen evidentes cuando le duele la cabeza o se despierta en medio de la noche mirando una luna que no brilla de no ser por la estrella amarilla. Letras, cohesiones, oraciones, frases. Los sonidos no se propagan en el vacío, la flauta suena con hilaridad, con demencia, con hermosura de la otra, la nunca grabada, la sometida por siempre a ser olvidada luego de unos segundos para cumplir su objetivo: existir solo en un segundo. "En solo un segundo". Tú mirabas con cara de pájaro, inevitable descripción. Corría una brisa como de invierno en verano, era cálido pero no daba calor. Había un árbol que enfocaba con debilidad los rayos amarillos de la bola gigante que se asomaba detrás del monte. Estábamos parados en un camino sin destino, era como suspenderse un rato sobre el polvo de los escritos, de esos mismos que se acumulan en los libros de hoja de roneo que escondían entre sus aromas millones de experiencias de otros. Una cerca de madera, con termitas, con detalle. Aire claro, como de invierno en verano. Y eso era todo, no había avance de alguna historia, no había diálogo más que lo mismo que estaba sucediendo. Un tiempo atrapado como por tela de araña a ese lugar y a ese contemplar asombroso de como se difractaba la luz a través del árbol viejo, arriba del polvo de libros, el camino sin rumbo. Todo era ese todo. Nada afuera de ese espacio.
Entonces supe que eso era eternidad, no se como no lo había descubierto antes, infinito no del de lo dicho, sino del de los hechos. Tampoco del usado, nuevo. "Era nuevo". Es.
El pasto humedecido por la noche no depararía mas cosas. Un caudal bien cerrado solo dejaba entrever que tiempo atrás había habido allí un torrente. La mañana era de por si dada a las interpretaciones, a los entrecerramientos de los ojos para mirar furtivamente a otros lados, a girar como si se tratase de carruseles oxidados.
Yo. Tu cara de pájaro. Vueltas, vueltas, carruseles oxidados.

Texto agregado el 27-03-2005, y leído por 211 visitantes. (0 votos)


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