Por momentos parece que los sueños se esfuman.
Giro entonces en mi espiral de espuma.
Veo ascender lentas las burbujas.
Con la cabeza bajo el agua y los ojos abiertos, un mundo de corales y moluscos se abre ante mí.
Lenta, lentamente, emerjo, respiro hondo, y no sé entonces si es el flujo de oxígeno, o simplemente mi mirada, lo que te ve salir del agua lanzando bocanadas de fuego, estirando tus ojitos de fuego hasta este mar miope y oscuro que espía debajo de mis cejas. Sí. Tus rayos de fuego horadan el Atlántico, se sientan a mi mesa, me miran, francos como el sol.
Ya no llores. No llores, por favor. Nadie irá al entierro del mar, si tus rayos de sol siguen allí para limpiarlo. Mientras tanto, se extienden las manos que quieren rescatarlo y devolvértelo, para que a vos tampoco te entierren entre el cielo y la playa, ni en ninguna parte. Para que a vos te acune la luna, y un par de nubes te alcen en andas, hasta verte beber la luz de las estrellas, e irradiar tus luciérnagas de tu cielo a mi tierra. |