Tenía una muñeca amiga
que adoraba dormir en mi cama,
vistiendo sus viejos pijamas
sonriendo al quedarse dormida.
Tenía una hermosa acuarela
que siempre llevaba a la escuela,
dibujando a la luna su figura
en mis clases de pintura
Tenía un cuaderno de poemas
en donde rimaba mis penas
escribiendo infantiles estrofas
de sueños, amores y rosas.
Recuerdo mi niñez
fastidiando a mi hermano
en su fiesta de cumpleaños,
derramando leche y miel
sobre el nuevo mantel,
escondiendo sus zapatos
en el rincón de los gatos.
Decía él dejase de molestar
pero era mi forma de amar.
Recuerdo mi niñez
muy junto a mi madre,
ensayando sus recetas
que decía eran secretas,
bordando golondrinas
en sus viejas cortinas,
estudiando geografía
en su tierna compañía,
mirándome siempre al espejo
pues yo era su reflejo.
Recuerdo mi niñez
abrazando a mi padre,
llenándole de besos
en todos sus regresos,
colgada de su cuello
como un ángel bello,
escuchando sus teoremas
sobre diversos temas,
prometiéndome ir a París
si deseaba ser actriz.
Tenía un mar azul
y un castillo de arena
un puerto de algas doradas
y una ensenada de caracolas
para refugiarme de las olas.
Tenía navales ambiciones
de mil embarcaciones,
donde yo era capitana
de aquella caravana.
Un mapa, señalando el rumbo
para conquistar el mundo,
un continente de maíz
donde yo sería Emperatriz,
soñando, soñando, yo era feliz.
Tenía una guitarra española
que mi padre soñaba tocase
llevándome los jueves a clase
practicando siempre una hora.
Tenía un cuaderno de poemas
en donde rimaba mis penas
escribiendo infantiles estrofas
de sueños, amores y rosas.
Tenía un tesoro
en mis días de oro,
mi pequeña verdad
en aquella edad.
Mi niñez, que
perdí en realidad
cuando pinté mis
labios por primera vez.
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