Estamos llegando al fin de una era, el comienzo de una incierta y llena de misterios, llena de culpas y desorden. El mundo esta avanzando hacia el fin. Muchos hemos buscado como hacer de este proceso un error más de cálculo, pero eso no es posible.
Estamos a comienzos del siglo XX, 1921 para ser exactos, el mundo esta en una revolución gigante, pero eso no es lo que me preocupe.
Mi tío Luís Grants encontró extraños tomos hace unas semanas en una de sus expediciones en la selva brasileña, guardados cuidadosamente en un baúl por un hombre cuyo nombre honesta especificado. Este hombre era de extraña apariencia, tosco y animal, era lo mas salvaje a lo que un ser humano de noble cuna podía llegar a ser.
Una noche el campamento fue victima de lo que los árabes llaman el Azif, el sonido que hacen los demonios cuando cae la noche. El profesor que venia con ellos entro en gran pánico perdiéndose en la selva, corriendo como desesperado, sus ojos llenos de miedo y la espuma corría por su boca. El sonido de los tambores tomaba todo rastro de cordura que existía en los arqueólogos restantes. Sumisos ante los horrores solo sobrevivieron los que se quedaron en las tiendas. Las sombras que se veían reflejo de las extrañas luces no hacían muy fácil esta acción, todo incitaba a salir corriendo del lugar, pero una vez que corrían, ¿hasta donde podrían llegar?, lo tambores eran claro signo de una tribu voodoo, tam-tam, tam-tam, tam-tam. Sonidos infernales que provenían de los árboles, horrendos gemidos demoníacos, tal era el poder de nombrado Azif.
Aunque solo escapo el profesor Freud, dos arqueólogos murieron aparentemente asfixiados por manos esqueléticas, las marcas moradas en sus cuellos lo delataban. Sus labios morados y las pupilas dispersas daban al descubierto un horrible asesinato, todos eran sospechosos y a su vez todos inocentes, puesto que nadie podía asesinar a dos hombres así sin despertar al resto en las vagas horas que lograron dormir después del suceso. Tal vez no durmieron, solo no podían recordar lo que paso después.
El arqueólogo Reinz, sepulto los cuerpos de manera cristiana, todo esto muy temprano en la mañana y todos de testigos. El radio estaba roto, las provisiones habían desaparecido y el agua no era algo que abundaba. Mi tío intento tranquilizar al hombre del baúl, que estaba acurrucado en la base de un gran árbol torcido y observador. El hombre soltó un gruñido inhumano golpeo con fuerza animal a mi tío y lo arrojo lejos de el, saltando entre la selva se perdió el loco también. El baúl quedo expuesto a ser explorado. La cerradura se abrió casi en el instante en que la tocaron. Cuidadosamente abrieron lo que yo llamaría la caja de Pandora. Una extraña figura de piedra los miraba con ojos de rubí y se encaramaba en una base de madera con sus garras de plata. Parada sobre unos tomos cuyos nombres eran imposibles de pronunciar “Ghwy’hn”, “Sqj’hust”, “Aglkwr’tax”. Los libros estaban escritos en tres diferentes idiomas, latín, castellano y uno de caracteres desconocidos el cual lo llamaron “Idioma Maldito”. El nombre fue provisto por Kröll, otro de los científicos que quedaban. En el momento en que Kröll leyó las primeras páginas cayo en una fiebre que le duro 2 horas, sus ojos blancos solo decían que su hora estaba próxima.
Cuando despertó de la fiebre, salto de súbito diciendo las palabras: ¡Kru Nu hanu du mu!
No leáis el idioma maldito, dando con estas ultimas palabras fin a su vida.
Mi tío intento reanimarlo, pero fue inútil al igual que sus advertencias. Cuando el atardecer se acercaba se escucharon ruidos aun mas infernales que la noche anterior, como de huesos rotos, ese desagradable sonido de la carne separándose de la piel y el hueso rompiéndose mientras se separaba del otro.
Los que quedaban del equipo corrieron hacia donde Reinz había sepultado los cuerpos, para su sorpresa no encontraron más que tierra removida y el aire de la putrefacción que creaba la humedad y la muerte. Para hacer mejor el ambiente un sonido les helo la sangre, tam-tam, tam-tam, tam-tam, desesperados corrieron hacia las tiendas, mi tío recordó tener un revolver en su bolso, pero cuando llegaron al campamento vieron un espectáculo del infierno, la misma capital diabólica había tomado lugar en medio de la selva brasileña.
Seres pigmeos de oscuro color danzaban frente a los cuerpos de sus colegas muertos, unos seres de horrible apariencia, sus afilados dientes masticaban la carne de los cadáveres, mientras danzaban haciendo un ritual. Reinz, cuyos nervios son de acero se acerco hacia la tienda de mi tío tomando el revolver.
Mi tío no se pudo mover por el miedo y el otro científico que quedaba soltó un grito de desesperación enorme. Los seres también gritaron en ese momento, abalanzándose de forma bestial sobre este hombre despedazándolo en el mismo momento, sus brazos fueron arrancados sin esfuerzo alguno, mientras se peleaban por romperle el torso, tomándolo de los extremos lo partieron en dos. En ese momento mi tío también grito, ese era un espectáculo que nadie podía ver sin decir nada, amenos que estuviera completamente loco y esa era la próxima parada del tren de la mente. Tres fueron los seres que mataron al hombre y tres fueron los que se tiraron sobre mi tío, en ese mismo instante Reinz ya había cargado el arma, abriendo fuego sobre las criaturas, botando a las tres, pero otras diez quedaban mirando como sucedía todo. Reinz descargo las municiones sobre estos pero solo logro herir a algunos, parecían no ser gravemente afectados, solo como si fueran rocas.
La pesadilla había terminado, solo quedaban los cadáveres devorados y destrozados en el suelo.
La mañana llego muy pronto, los dos únicos sobrevivientes de la exploración ya casi sin cordura tomaron todas sus pertenencias y las pusieron en un Baúl, el mismo que contenía la estatua, y me entregaron ese maldito tesoro, junto con el diario de vida de Reinz el cual al final de relatar todo decía:
Espero Rafael que hagas buen uso de lo que te hemos entregado, no caigas en la locura y no leas el Idioma Maldito. Te hemos entregado a ti esto puesto que eres el único con el coraje y el entusiasmo para terminar lo que nosotros empezamos.
Nota de Luís: Mi diario aun lo conservo, en el escribiré todo lo que nos depare el destino, será la continuación del diario de Reinz. Existe un documento que no te entregamos; el diario del hombre loco, el cual nos conduce hasta Irlanda, a un viejo castillo de la familia Klive. Continua tu investigación por unos días, luego si lo que has descubierto te lleva a explorar aun más ven a Irlanda también, te he dejado las especificaciones en una hoja adjunta, pero si lo que descubres es de aun mas horrores de los que hemos vivido debes dejarlo todo ahí y guardarlo en un lugar en que nadie pueda descubrirlo jamás.
Aquí termina mi diario, en cuanto descubra mas sobre los datos que se me han otorgado escribiré lo siguiente, ahora me espera una vieja biblioteca que pertenece a un aun más viejo caballero.
|