No me gustan las matemáticas, porque no saben a la sopa de mi madre,
No tienen aroma a libro, parecen frías y mecánicas.
Me duelen cuando tanto número conlleva a una letra, como aliada de mis pobres hermanas, que se burlen de mi desconcierto, que sean un laberinto complejo y fastidioso. Son como abrir un cajón y ver siempre la misma ropa, sólo que desordenada, sumas, restas, signos,.... no tienen memoria, sólo muletas, bases tristes, cansadas, raíces que no florecen, potencias que destruyen a los pequeños, una guerra en el ejercicio, una alumna que no entiende a la primera... el rojo en ellas no es pasión, es agresividad por ignorancia... me pregunto si igual será lo mismo a equivalencia y a constancia, pues en todo hay un prefijo que me “in” vierte a una falacia.
No me gustan porque en voz alta no riman, no suenan bien, no bailan en la mente, no se pueden imaginar una historia, no se pueden conversar, son irreales y planas...
Que hermoso tener palabras para decir
¡no me gustan las matemáticas!
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