Ahhh!! Ese primer beso! Cómo olvidarlo?
Bueno, pero a todas estas, qué pasa con el segundo beso? Acaso no es digno de ser guardado en los anaqueles de nuestra débil memoria? Yo trato de recordar lo que fue no sólo el primero, con el sudor de manos y las miradas de niño que se disfrazaban de miradas de hombre, intento, y a veces logro, recordar ese ósculo que no fue para nada santo ni bienintensionado. Yo sumaba 14 lustros de historias, cortaditas, raspones en las rodillas y en la conciencia, odios pequeñitos como por ejemplo ese que sentía por el viejo emilio que nos decomisaba el balón y esperaba para entregárselo más tarde a mi viejo con un reclamo, y a su vez, el viejo me entregaba la redonda pero ya no con el regaño sino con una bofetada para abreviar el discurso aumentando la efectividad.
Sin embargo, dolió un poco cuando murió el viejo emilio, justo al día siguiente que apareció su adoradísima hija a la que no veía desde hace mucho, desde hace más de mis 14 pisos. El viejo emilio murió por causas naturales, luego en la autopcia sentenciaron que tenía altos índices de cianuro concentrado en la sangre, luego, digo es Causa Natural que muriese con tanto veneno en el cuerpo. Y su pobre recién aparecida hija tuvo que quedarse de nuevo sola con la casota y el dinero y todo, menos las pertenencias viejas, esas sí fueron feriadas quemadas olvidadas...
Lamenté un poco esa muerte y me pareció un tanto prematura, ya que a pesar de su cantidad de años y de experiencias, le faltó recibir unas cuantas palabras que le tenía pendientes.
Y bueno, llegó el día en que el pecoso defendió tan duro el riflazo de mi zurda, que la esférica adolorida se fue nuevamente al otro lado del muro, al lado del ex emilio, y por tanto se acabó el partido y a su vez, no sé por qué, mi carrera como futbolista.
Total, me dediqué entonces al ciclismo aprovechando un caballito esquelético metálico de dos ruedas también esqueléticas que tenía mi padre guardado en el garaje.
Fue en esos días que sucedió mi primer beso. Ella se llamaba Teresa, era mi vecina; y me dio un beso largo pero con los labios cerradísimos como tumba. Un año más tarde sus labios se cerraron, esta vez para siempre.Se la llevó una hepatitis que nos tomo por sorpresa, digo “nos” porque si bien no quedé agradecido con esa unión momentánea, tampoco era como para esperar que muriese tan temprano, es decir, que se fuera antes de rasparse un poco más el alma y las rodillas como todos. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos. En un crecer y explotar de hígado. Pero, qué remedio.
Y ese fue mi primer beso, sencillito pero aún así, aún con todo, no logro evocarlo como lo hago con el segundo, es decir, de ese primero recuerdo que mientras ella cerraba sus ojos y estiraba el pico pensando en mí, yo dejaba los míos abiertos, no estiré el pico y pensaba en un helado de chocolate.
Después del beso vinieron las confesiones, ella desnudó su alma (sólo eso, lástima) y me contó que sintió como hormigas en el estómago pero por dentro, que el corazón le hacía TÚNTUN-TÚNTUN-TÚNTUN, y que las manos le sudaban como cuando presentaba las previas de inglés, yo por mi parte le confesé, mientras ella esperaba mis palabras con los ojos como dos platos enormes, que lo único extraño que había notado era que algo en mi pantalón había crecido generosamente, y esa confesión además de un puñetazo me costó los besos siguientes, ya que después de ese no llegaron más uniones, ni palabras ni miradas ni reclamos... ni siquiera otra bofetada!
Y aunque hubiesen llegado más, no superían ese segundo beso, tierno, paciente, consternado y lleno de respuestas, que recibí en mis labios muertos por la teresa que había partido antes. Después me tocó a mí, en un día sin sol, pero con bicicleta.Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, En un gritar y reventar de frenos. Total, mi gente se veía mal desde mi tumba. No recuerdo cómo nos vemos los muerto desde afuera, pero los vivos desde adentro se ven tan tristes, pero sobre todo tan desamparados, que uno siente ganas de llorar pero no puede, es necesario callarse hasta el más infinito deseo, hasta la mueca más pequeña. Final, le digo adiós a mi madre que era la única que en realidad importaba y abandono ese cuerpo con un poco de nostalgia, ya que me había acostumbrado a las cicatrices que evocaba frecuentemente como un militar a sus medallas.
Había escuchado de la luz blanca y del túnel, pero nunca llegaron, sólo vi a teresa que se me tiró encima y me dio mi segundo beso que nunca podré olvidar. Ahora jugamos a ratos con don emilio que resultó ser el mejor portero que conocí en mi vida, y ahora en mi silencio. A veces me quedo unos parpadeos con teresa e intercambiamos uno que otro suspiro. Ella ya no siente maripositas porque no tiene estómago, pero en cambio, ahora sentimos nubes y ráfagas de viento, y cantos de gorriones... y de vez en cuando evito que mamá caiga en una trampa o la alejo de su muerte o me acuesto despasito a su lado... luego teresa me llama nuevamente y me dice que caminemos un poco, hacia australia esta vez, ya que quiere que sea allí, su tercer y mi tercer beso, que claro, no será el último. |