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Selva Verde

Estoy sentado en la mesa del desayuno, afuera diez o doce gorriones, comen semillas en el comedero para pájaros, donde también se encuentran tres palomitas, dos petirrojos y un cardenal todo colorado, dos pequeñas ardillas de manera pacifica comparten las semillas (al principio botábamos a las ardillas, pero ellas ganaron la guerra y en el armisticio se estipulo que pueden comer cuando quieran), un colibrí estático en el aire, mete el largo pico en el vaso con agua roja azucarada, a la derecha detrás de la pared de contención, un bosque de diez metros por cincuenta, con árboles de roble, pinos, retamas, magnolias y hiedra que trepa los troncos, atrás del bosque se puede ver a través de los claros, que pasan algunos de los diez mil automóviles que transitaran por esta pista hoy día, de unos matorrales de Madre Selva, el señor Conejo asoma su nariz y cuidadosamente sale, como siempre viste de gris, se para en dos patitas y escudriña el rededor, sus orejas se mueven como dos antenas de Radar para determinar si hay peligro inminente, luego camina parsimonioso hasta el matorral de trébol que Laly y yo respetamos cada semana con el cortador de pasto y come rápidamente moviendo su hociquito de un lado para el otro, luego va hasta el medio del jardín, rápidamente cruza la cerca e invade la casa de la vecina; al fondo del bosque en un roble, dos ardillas adultas saltan de rama en rama como si fueran monos, enamorándose para perpetuar la especie, este paisaje bucólico de pronto me trae a la memoria la Selva Verde.

Sábado

A las cinco de la mañana, guardé mi bicicleta en la Ferretería y abordamos el camión que nos ha de llevar hasta el Boquerón del Padre Abad en un viaje de dos horas, con el traqueteo del vehículo me voy adormilando y recordando mi vida en Tingo Maria, ciudad situada en la ceja de la Amazonía Peruana.



Gallina Vieja da buen Caldo.

Ya teníamos una semana en la Estación Experimental y yo había ido a la lavandería a recoger una camisa para ir al Colegio, tenia el tiempo justo para pedalear los diez kilómetros de cada día.

-Por favor… ¿Alguna camisa esta lista para ponérmela?
-Necesito una camisa para ir al colegio.
Pregunte yo.

-Los chicos limeños son medio maricones. Me dijo una ves más doña Dolores, lavandera de la Casa de Huéspedes de la Estación Experimental.

-No son como los chicos de acá, que se acuestan con su primera mujer, ni bien le crecen los dientes, en Lima esperan a casarse para tirarse a la mujer.
Continuo diciendo Lola; era una charapa (nombre de una tortuguita comestible, que se les da a las mujeres nacidas en la Selva Peruana) flaca, de edad indefinida, que como toda persona que ha vivido en la Selva por largo tiempo, estaba profundamente marcada por el sol, que te llena de arrugas prematuramente y te da ese tono bronceado intenso que no encuentras en la playa, ella decía tener cincuenta años, pero lo mismo podían ser veinte que setenta, con el pelo pintado de negro con Campeche u otra hierba, sin mostrar las raíces lo que denotaba el uso diario.

-Yo tengo catorce años y ya me tire un montón de amigas! Dije yo, lastimado en mi amor propio.

-Lola deja de molestar a Arturo! Dijo Mariana la otra lavandera, mientras continuaba planchando las sabanas.

Uno de los mayores retos de una casa de huéspedes u hotel es mantener la ropa de cama limpia y planchada, estas dos mujeres trabajaban ocho horas diarias sin descansar, para lavar y planchar las sabanas, toallas y ropa de los veinticinco ingenieros que residían en veinticinco de los cuarenta cuartos con que contaba la casa de huéspedes, nosotros encontramos ya acá a Lola y Mariana, cuando mi madre se hizo cargo de la administración total de la Casa de Huéspedes, lo que nos daba casa (independiente del Edificio pero contigua a el) y comida gratis, mas un sueldo decente; mi padre trabajaba como Jefe de Almacenes de la Estación Experimental Agrícola de Tingo Maria, un programa conjunto del gobierno Peruano con el gobierno de Estados Unidos.

-No te creo, eres como todo costeño, fanfarrón. Lola me estaba buscando y me iba a encontrar.

-Si quieres te lo demuestro! Dije yo totalmente herido en mi ego.

-Mariana.... Avísanos si viene alguien. Le pidió a su amiga.

-A mi no me metan en sus estupideces ! Remarco Mariana.

-Tu solo avísanos!

Nos metimos al cuartito, donde se guardaba la ropa limpia, los jabones y las escobas.

La vieja estaba buenísima! Sabia lo que hacia y le gustaba hacerlo, su bajo vientre era liso y sin estrías, tenia el monte de Venus totalmente afeitado o totalmente lampiño y los senos duros como piedras, todas las mujeres que había tenido antes eran simplemente aprendices, Lola era una maestra que me enseño cosas insospechadas por mi, luego me di cuenta que esto era virtud de toda mujer charapa, que por la inseguridad de la vida en ese medio hostil, procura gozar plenamente de cada minuto de su vida.

-Lola si que eres buena! Le dije al salir del cuartito.

-Tu no eres nada malo, tampoco. Me dijo y premio mi vanidad.

Mariana, pretendió no saber nada de lo ocurrido y no se dio por enterada.

Tuvimos como unas diez o mas sesiones de entrenamiento con Lola, luego me junte con chicas de mi edad, para hacer el amor (manera decente de llamarlo ) y deje paulatinamente de jugar con Lola, pero de lo que aprendí con ella podría escribir una Enciclopedia Sexual, tal vez lo haga algún día.

Ese día llegue tarde al “Colegio Particular Padre Abad”….. Pero me estoy adelantando mucho en mi relato.



El Carretón del Gitano.

A principios de Octubre de 1952, antes de que empezaran las lluvias en la Selva Peruana, terminamos de cargar el camión fletado por mi padre para esta nueva migración, se trataba de un vehículo con carrocería de madera, construido sobre un chasis Ford, tenia una cabina delantera, donde iba el chofer un cholo gordito, llamado Pedro y su ayudante Artemio, tenia tres hileras de asientos, habilitados para los pasajeros.

Subimos mi bicicleta encima de todo para que no se dañara, mi carabina de aire comprimido se la habíamos vendido al tío Alfredo para mi primo Arturo Anzaldo, con la promesa de mi padre de comprarme algo mejor, porque como el decía “esa carabina de balines no sirve ni para matar moscas en la Selva”, finalmente entregamos las llaves de la casa que habíamos alquilado a unos amigos y nos subimos, mi madre, mi padre, Carmen y sus hijos y yo al camión; este partió dando comienzo a un viaje de Gitanos mas, las cosas que no entraron en el camión fueron votadas o regaladas y los muebles finos guardados en la casa del tío Queco.

Era la madrugada de un viernes, no recuerdo la fecha, abandonamos Lima por la Portada de Guía, rumbo a la carretera central que nos llevaría a la Sierra, pasando por Chosica, Matucana y Santa Rosa.

Al principio, la novedad del paisaje serrano me hacia contemplar alrededor, hasta que me empecé asentirme aburrido (como tu leyendo tanto detalle), me pase a la ultima file de asientos y me recosté intentando dormir, era imposible el camión se tambaleaba en la pista empedrada y no asfaltada, me puse a recordar... mi despedida de Mela.

Los mocosos, que eran mis amigos con los que jugaba a las escondidas, las estatuas y todas esas estupideces, estaban jugando en la Quinta, sabe dios que clase de ronda infantil cuando yo salí de mi casa para despedirme de mis amigas, desde que regrese de la semana en Lurín, había empezado a juntarme con las chicas mayores de la cuadra con la ayuda de Eva, la novia de mi hermano (bajita, bien formada, hoy en día podríamos decir parecía una Barbie) que tenia diecinueve, ella vivía en una de las casas exteriores de la quinta y en su grupo de niñas adultas, me desenvolvía con elegancia, en ese entonces yo era un chico bien plantado y seguro de si mismo, Juez oficial de la competencia de ¿Quién besa mejor?, en la cual tenia que besar a las chicas y determinar quien lo hacia mejor, podía llamar a desempate y besar nuevamente, para el resultado final, yo terminaba con la herramienta armada, lista para el combate y algunos días con dolor en los testículos, pero nunca paso nada con ninguna de ellas, hasta este día de la despedida.

El gordo Tosso, estaba jugando con los otros bebes, me percate de ello antes de golpear en la puerta de su casa, salio Carmela, dieciocho años, pizpireta, que una vez la elegí campeona de besos por que ella se pego a mi sintió mis intenciones y se jabono con ellas.

-¿Esta Carlos en casa? Le pregunte a Mela.

-No esta, creo que esta en la Quinta con tus amigos. Me contesto Carmela que estaba cocinando, su madre divorciada, trabajaba en la Municipalidad y ella se encargaba de cuidar la casa, por que ya había terminado la secundaria y estaba preparándose para la facultad.

-He venido a despedirme, me voy mañana con toda la familia para la Selva.

-Ya me han contado, voy a extrañarte. Me dijo mientras me abrazaba, yo aproveche para besarla, mi trabajo de Juez me lo hacia mas fácil.

Me respondió el beso, yo la seguí besando, sintió mis intenciones, se pego a mi cuerpo, pude oír como su respiración se hizo mas rápida, le empecé a acariciar los senos, nos fuimos para su cuarto, le bese los senos (creo que yo tuve una niñez desnutrida, es la única manera de explicar la atracción casi atávica que siempre he tenido por el busto femenino), la tumbe en la cama, ella se quito el calzón.

-Arturo, lo de adelante lo guardo para mi marido cuando me case, puedes usar cualquiera otra parte. Me dijo totalmente lucida.

Lo hicimos de manera no ortodoxa, cuando me estaba vistiendo, un olor a humo... se quemo la comida.

-Adiós Mela! Le dije, mientras ella corría a apagar la candela.



-Mira esto es Ticlio.

Me dijo mi padre y me saco de mis recuerdos.

Junto al lago de Junín, paramos en una chocita con un destartalado cartel que decía Restaurante donde sin ninguna duda conocían a Pedro el chofer, que iba a comer gratis, aprendí esto en Lurín con la tía Isolina.

Pedro y Artemio planeaban ir a La Flor de Huanuco, el burdel del pueblo a tomar una cerveza y tener un servicio completo, yo nunca había estado en un prostíbulo y por curiosidad me uní a la partida, en ese entonces el burdel estaba a distancia caminable del centro de la ciudad, era una casa con un salón grande, con un bar y mesas y una Roncola, y varios cuartitos en la parte trasera.

Por mi edad, ninguna de las putas me daba bola, había una zambita joven y potoncita como todas la descendientes de raza Africana, con la diferencia que esta tenia un hermoso par de tetas no usaba sostén y la blusa no dejaba nada a la imaginación, Pedro la saco a bailar e intento llegar a un acuerdo.

-Esta bien cojuda, quiere cien soles. Dijo al regresar.

No creo que Pedro haya sido una gran perdida para ella, porque se vendía como pan caliente.

Había una Chinita, blanca casi amarilla que bebía con todo el mundo, pasaba para los cuartos con el punto y regresaba a los diez minutos para jalar a otro; estaba haciendo el negocio de su vida, ahora recordando la escena, me pregunto si fue mi gran oportunidad perdida, para resolver el enigma que me ha perseguido toda mi vida, sobre la horizontalidad de las mujeres Orientales, Artemio regreso a la mesa con cara de felicidad, había conseguido el servicio por treinta soles.

Por fin Pedro negocio con una chola gorda, cuadrada y media borracha que parecía un ropero, servicio completo por veinte soles, fueron al cuarto y se desvistieron.

-Pero tu no tienes nada de lana! Dijo Pedro al ver que ella tenia el Monte de Venus afeitado.

-Total…. ¿Tu vienes a tirar o a tejer? Le contesto ella.

El Sábado en la mañana previo desayuno de pan con salchicha y café con leche abandonamos la Ciudad de los Caballeros de León de Huanuco.

Llegamos a la Estación Experimental Agrícola de Tingo Maria, que seria nuestro hogar por los siguientes dos años, era un conjunto de Edificios de Concreto, con carreteras asfaltadas, situados a diez kilómetros de la ciudad y unido a ella por una carretera también asfaltada.



Las Pavitas

Temprano llegamos en el camión al riachuelo que atravesaba la carretera diez kilómetros antes del Boquerón del Padre Abad, el chino Andrés (era el hijo del dueño de la Ferretería, que me daba descuento cuando compraba mis balas), el Sargento FAP Alberto Chucho (enfermero de la Base de la Fuerza Aérea Peruana en Tingo Maria) y yo, nos habían dicho unos colonos que era un muy buen sitio para cazar pavitas.

Había un sendero muy transitado que se internaba en la Selva, era selva rozada, que significa que ya habían sido cortados todos lo árboles de caoba y estaban volviendo a crecer (en la Selva Amazónica, toda la madera crece, si te descuidas te encuentras un día con que la pata de tu mesa ya echo raíz y esta dando manzanas), nos internamos siguiendo el sendero, en un claro nos separamos con la consigna de encontrarnos en el mismo sitio para volver al pueblo.

Camine para la derecha, siempre siguiendo el sendero e intentando recordar la topografía para el retorno, siempre buscando con la mirada por pavitas, las pavitas de la Selva no son pavos como tu y yo conocemos, es un pájaro comestible (en la Selva todo animal se come o te come) con una cresta roja, del tamaño de un pollo, su carne es muy sabrosa y preciada.

Yo llevaba mi inseparable carabina Remington calibre .22, de cerrojo, cargador tubular para 15 balas Long Rifle y dos cajas de balas, el machete usado que me regalo mi padre, afilado como navaja de afeitar, una botella de agua (el agua de los ríos de la selva tiene parásitos o pirañas), y un bocadillo de mortadela para mas tarde.

Parecería que los colonos se habían burlado de nosotros, porque ya tenia media hora caminando y no había visto ni una sola pava, cuando de un matorral hacia la izquierda corriendo sale una, le dispare apresuradamente y parecería que falle, cuando me acerque al lugar, encontré sangre, un buen cazador no deja animal herido, me había dicho Buck Jones en uno de sus libros de aventuras, comencé a seguir las gotas de sangre que se internaban en la maleza, como un cuarto de hora mas tarde (no tenia reloj) decidí regresar, ya tenia caminando de regreso como una hora por un bosque que se había convertido en bosque virgen, que nunca había sido talado, mis piernas se enterraban hasta la rodilla en las hojas secas y me pareció que ya había estado acá, camine otra hora y creí reconocer el sitio, con el machete corte la letra A en uno de los árboles y seguí caminando, estaba empezando a sentir miedo, bajo el manto de hojas de los árboles la luz del sol se filtraba muy tenue, al rato la letra A en el árbol, estaba caminando en circulo mas de cuatro horas, empezó a oscurecer, me pelaba de hambre me comí el pan con mortadela.

Había que hacer algo, ¿Pero qué?.... yo tenía quince años, había vivido cerca de la Selva por un año y me había leído todos los libros de aventuras selvicolas del mundo, para pasar la noche me subí a un árbol, busque una horqueta donde acomodar mi cuerpo para no caerme al dormirme…. ¿Dormirme?.... los ruidos de la selva me asustaban, agarre mi carabina fuertemente y por si acaso la amarre al árbol, a lo lejos rugió un tigrillo o gato montes, hacia la derecha se escucho una sachavaca mugir, la cosa era real, no estaba en mi cama bajo un techo; a que maldita hora decidí venir de cacería, estaría tan bien con Lola en el cuarto o con Chelita, mi enamorada de turno revolcándonos en la sección del colegio que estaba vacía de noche, como lo hacía cada vez que habían clases de Educación Cívica, como ayer.



Educación Cívica

Antes de la clase de Educación Cívica, que era muy aburrida porque el que enseñaba era un Ingeniero de la Estación, al que llamábamos El Jinete sin Cabeza, porque era tan chaparro que cuando manejaba su camioneta no se veía a nadie en el timón, yo le compraba el pan en el pueblo a su mujer y la tenia metida entre ceja y ceja ; el profesor no sabia un carajó de la materia, siempre en sus clases aprovechábamos para pasear o hacer el amor; le dije a Chelita.

-Vamos a pasearnos por el Colegio, ahora que este idiota va ha repetir lo mismo que dijo ayer. Ella ya sabia lo que eso significaba, pero tenia que aparentar resistencia.

-Estas loco, después vas a querer tirar de nuevo, si mi mama se entera, me mata y te mata.

-Esta vez va ha ser diferente. Le dije pero mentía.

Chelita tenia dieciséis años, estaba en Segundo de Secundaria en el Colegio Particular Nocturno Padre Abad de Tingo Maria, era mi novia oficial, pero no única, era una charapita flaca (casi todos son flacos en la Selva) no muy baja, tetoncita, vivaracha y sumamente excitable e incansable, vivía con sus padres en una chacra por el río Monzón, tenia que esperar a que la recojan cada noche en la heladería de Sanabria, que hacia la mejor Cremolada que nunca probé.

Convencerla fue fácil, no era la primera vez (tu sabes cuando lo haces una, vez lo haces mil), nos escabullimos en uno de los salones vacíos, empezamos a besarnos y acariciarnos, yo siempre fui bueno para abrir botones o ganchos con una sola mano, le abrí el sostén, sus pechos saltaron como dos pavitas asustadas.

-No hagas eso, que me molesta. Mentirosa como todas, le alocaba.

-Tu sabes que te amo, que no puedo estar sin ti, necesito poseerte para sentirme vivo. Yo también mentía, yo ya sabia que en esa farsa del amor, igual que en la de Papa Noel o los Reyes Magos; ni bien dices que no crees dejan de darte cositas.

Yo le estaba acariciando los senos, besándola en el cuello y tratando de levantarle la falda, poco a poco su respiración se hizo mas rápida, yo le acaricie el bajo vientre, mi mano sintió humedad en su calzón, nosotros los hombres somos unos hijos de puta, cuando queremos tirarnos a una chica, no reparamos en el método, simplemente hacemos todo lo posible por conseguirlo y al lograrlo nuestro ego se cree invencible; las mujeres tampoco son mejores que nosotros, acuérdate que me hizo la puta de Doris cuando yo tenia solo trece años.

-¿Y si viene alguien? Dijo mientras se bajaba el calzón.

-¿Quien va ha venir?….. Esta sección esta cerrada.

Estuvimos jugueteando toda la hora de la clase de Educación Cívica, cuando sonó el timbre, nos vestimos y regresamos al Aula.

-¿Me acompañas a la heladería, amorcito? Pregunto Chelita.

-No, porque estoy apurado, tengo que levantarme a las cinco de la mañana para ir a cazar pavitas, voy con el chino y el Sargento.

El recordar mi encuentro de la otra noche, me permitía mantenerme despierto, escuchando los ruidos de la noche.



Domingo

El barullo que armaban los monos en el árbol del frente, me despertó, yo seguía en el mismo árbol, no había sido un sueño; estaba perdido como la puta madre, en el medio de una selva tropical, sin nada de comer y media botella de agua, no sabia donde estaba el norte ni el sur ni nada, tenia que organizarme, no perder la cabeza (en la Selva perder la cabeza es una cosa permanente), recordé que Sandokan una vez en Borneo, come lo que comían los pájaros y los orangutanes para estar seguro de que eran frutas comestibles, los monos lanudos del frente estaban comiendo una especie de papayitas rojas que crecían en los arbustos, un guacamayo parado en una rama hacia lo mismo y gritaba como un condenado, mi carabina seguía donde la deje, la desamarre agarre el machete y baje de mi cama temporal, las papayitas no eran muy dulces pero me quitaron el hambre, un trago de agua de la botella, desayuno terminado.

Los mosquitos se habían banqueteado con mis brazos, tenia que encontrar barbasco, es un arbusto que crece a la sombra de árboles mas grandes (como el Cacao), su raíz segrega una lechada de olor fuerte que es usada para pescar en los riachuelos, por que es un veneno para los animales de sangre fría, como los peces, las culebras y los insectos, pero inofensivo para el hombre, si te embadurnas este jugo en tus partes expuestas, los mosquitos huirán de ti.

Después de conseguir la raíz y aplicarme su jugo en los brazos y cara, tenia que decidir para donde ir, no sabia donde quedaba el norte o el sur (si me vas a decir que el sol sale por el este y se esconde por el oeste, es porque no tienes ni la mas remota idea, en la selva real no se ve el sol, las ramas lo tapan), decidí ir de frente, para evitar andar en círculos como el día anterior, use siempre tres puntos de referencia, cuando llegaba a uno, seleccionaba otro y seguía.

Empezó a llover, el agua caía como en una ducha, busque refugio bajo unas hojas como de oreja de elefante pero cuatro veces mas grandes, aproveche para tomar agua y rellenar mi botella con agua de lluvia, a mis pies descubrí una pequeña culebrita de cabeza redonda (cabeza redonda no es venenosa, pero no te confíes porque la regla puede fallar) que compartía el refugio conmigo.



La culebrita se enrosco sobre si misma.

La primera vez que vi a Tania estaba calata, aterrorizada, chorreando agua y gritando mashaco, mashaco, mi madre la había contratado como ayudante de cocina, ella era una chica de unos dieciocho a veinte años, bonita, delgada, pechugoncita, de pelo negro corto, venia del Pucallpa, cuando estaba tomando una ducha, en el baño común del pabellón de empleados, encontró una víbora venenosa y salio despavorida a pedir ayuda.

Yo pasaba por ahí y con el palo de la escoba revente a la viborita, verde de unos veinte centímetros de largo, arrinconada en la ducha en posición de atacar, con la boca abierta y la lengua viperina moviéndose de lado a lado, para mi no fue gran cosa, pero para Tania yo le había salvado la vida.

Ella estaba fuera de si, nerviosa y llorando, la lleve a su cuarto mientras le hablaba.

-No es nada, la culebra esta muerta, tranquilízate, ya paso todo.

-Es una mashaco, me repetía, si te pica te mueres. Me dijo temblando.

-¿Te pico? Le pregunte.

-No pero tengo miedo. Me contesto.

Yo agarre una toalla y empecé a secarla por que estaba chorreando agua en todo el piso, y no parecía capaz de hacerlo ella sola.

Le seque los brazos, le seque las piernas, le seque entre las piernas, le empecé a secar los senos, se me callo la toalla…. yo seguí secándole los senos ahora sin toalla, era lógico, caímos en la cama y celebramos ese rito, ese canto a la vida que en la Selva, se celebra con las piernas abiertas; nadie esta capacitado para juzgar el comportamiento sexual de la mujer y el hombre charapa, para empezar a entenderlo tienes que haber vivido en la selva, en cualquier selva, donde nadie tiene la vida comprada, donde la mas apetitosa fruta puede hacer que te revuelques de dolor, donde la mas hermosa mariposa puede ser venenosa y usualmente lo es, donde la mas horrible araña puede ser benigna (pero no te confíes, si ves una mátala.), donde cualquier momento, puede ser el ultimo. Tienes que vivir la vida, gozando cada segundo de la gran aventura, nadie te lo recriminara por nadie puede tirar la primera piedra, el vivir en contacto estrecho con la naturaleza, te hace revivir tus mas básicos instintos, como el de la propagación de la especie.

-¿Cómo te llamas y que haces acá? Le pregunte.

-Soy Tania la ayudante del señor Dante. Mi amigo el cocinero, gran tipo.

Con Tania, estuve durante un tiempo usando el cuarto del segundo piso, que el cuartelero dejaba abierto para mi y que compartía con Lola; después de un tiempo se caso con el maestro Otiniano, jefe del taller de mecánica y nunca mas lo hicimos.



La culebrita me había traído este hermoso recuerdo, la deje vivir.

La lluvia había pasado, continué caminando siempre en línea recta, después de unas tres horas llegué a un pequeño riacho, un arroyuelo de no mas de medio metro de ancho, estaba salvado, en la selva agua significa vida, los colonos construyen sus casa cerca de los ríos, todos los ríos van hacia el Amazonas, siguiendo la corriente tenia que encontrar civilización, pero cuanto faltaba por caminar.

A medida que seguía el cause del arroyo, este se iba ensanchando hasta alcanzar como tres metros de ancho, la vegetación se hacia difícil, decidí caminar dentro del arroyo, al rato me senté a descansar con los pies en el agua, sentí un muy pequeño dolor en el tobillo, me han picado pensé, al levantarme el pantalón, una sanguijuela se estaba dando el gran banquete, tu no puedes simplemente arrancarla, te desangrarías, tienes que hacer que te suelte, prendí un fósforo y la queme, se soltó y cuando la aplaste mi sangre reventó como de un globo.

Me salí del arroyo y seguí caminando a su orilla, el bosque empezó a cambiar, los árboles eran mas pequeños, este bosque ya había sido explotado, debería haber vida cerca, pero estaba empezando a oscurecer, busque un árbol, me subí a repetir la historia.



La mujer del Jinete sin Cabeza

Era como trescientos años mas joven que el, empezando los veinte y tantos, blanca con el pelo castaño, flaca con poco busto (pero yo, ya se lo había perdonado), alta con porte de princesa, vivían en una casa de la Estación Experimental, no tenían hijos, lo que ella compensaba con un pequeño cachorrito de alguna raza de perro que no recuerdo o nunca supe.

Yo le compraba el pan en la Panificadora Rupa-Rupa, en el pueblo de Tingo Maria, esta era una casa de calamina, con un horno de ladrillo en la parte posterior, que hacían un magnifico pan francés, medialunas y pan de dulce, donde yo tenia una comisión de 10 por ciento, no en metálico pero si en panes.

La historia del pan es simple, al día siguiente de llegar a la Casa de Huéspedes, se estableció que mis obligaciones incluían entre otras cosas, comprar el pan para uso de los huéspedes, cada mañana en el pueblo, veinte kilómetros de bicicleta ida y vuelta, ese mismo día se establecieron las reglas del juego con la panificadora, diez por ciento para mi bolsillo, me lo daban en pan, pero yo compraba menos y me guardaba un sol diario para comprar mis balas.

Yo le tenía hambre, me gustaba demasiado, soñaba con ella, no voy a decir su nombre, por si acaso este viva, pero si lee estas líneas se reconocerá. Una mañana al llegar a su casa con el pan, la encontré llorando, no podía encontrar a su perrito, le prometí ayudarla, repartí el pan y regrese, después de buscar por todas partes, el perro gruño, estaba metido en un tubo de desagüe que atravesaba bajo la pista para que el agua de lluvia pudiera pasar y aparentemente no quería o no podía salir, le eche agua por la parte alta y el perro salio mojado como un pato.

Empezamos a secarlo, los dos al mismo tiempo, asiéndome el sonso, le acaricie la mano, ella me acaricio a mi, estuve por lanzarme, pero me porte como un maricón y huí para la casa; me arrepentí de mi cobardía porque perdí la oportunidad, a partir de ese momento ella me huía, dejo de cómprame pan, aparente mente no le dijo nada al Jinete sin Cabeza porque este me dio trabajo en las vacaciones en el taller de mecánica con Otiniano.

En mi vida me arrepentido muchas veces, pero siempre por omisión, siempre por las cosas que no hice, nunca por mis acciones, buenas o malas, pero por hacer mi buena obra de cada día, algunas veces desperdicie mi vida.

En lo alto de este árbol, jure no dejar pasar oportunidades, no perdonarle la vida a nadie, pero mentía el que nace para panzón, aunque lo fajen de chico.



No tenia sueño, me puse a pensar como en la Selva, no hay error pequeño

La semana pasada, estábamos el chino Andrés y yo en una mesa de la heladería de Sanabria, esperando al Sargento FAP Alberto Chucho, para hacer los planes de la cacería de pavitas del próximo sábado.

Teresa Sanabria, una linda galleguita nacida en Tingo Maria, se acerco a nosotros.

-Hola mozos…. ¿Que quieren servirse? Pregunto pizpireta.

-Teresita, lo que yo quiero no esta en venta! Le conteste.

-Es bueno que lo sepas! Dijo coqueteando, ella era una coqueta de nacimiento, yo ya había probado mil artimañas en el año que la conocía, y ninguna dio resultado, de padres españoles, que fundaron la heladería recién llegados de Galicia, habían educado a Teresa y a su hermano Jacinto con una férrea disciplina, y sentido de lo moral y del deber, no parecía charapa.

-Como no se puede otra cosa, por favor tráeme una cremolada de maracuyá. Le respondí.

El chino pidió cremolada de cocona, nos enfrascamos en la conversación sobre la próxima cacería, que si va a ser cerca del Boquerón del Padre Abad, que los colonos dicen que hay muchas pavitas, que si esto o el otro.

El Sargento no venia, empezamos a impacientarnos, después de otra ronda de cremoladas, se apareció Alberto Chucho con la cara larga.

-Disculpen la demora, pero este cojudo de Efraín Quizpe, se me presento en el dispensario. El Sargento parecía contrariado.

-¿Quién es ese Quizpe? Pregunte.

-Un cholo de Huancayo, que fue levado para el Servicio Militar Obligatorio, y el escogió la Fuerza Aérea, fue destacado a la Base de Tingo Maria, nosotros le enseñamos a limpiarse el poto, a leer y escribir, a disparar y a obedecer ordenes, no era bruto, aprendía rápido, cuando termino el servicio, aplico por tierra a la Oficina de Colonización y Bosques, y le otorgaron cien hectáreas por 500 soles, tenia que hacerla producir en dos años y entonces podría quedarse con ella de manera permanente, ahora se jodió va ha perder la tierra. Dijo el Sargento.

-¿Qué paso? Pregunte yo.

-El cholo traía una Tarántula Avicularia muerta, tenia un torniquete en el brazo izquierdo y el antebrazo colgando de un pellejo, había estado haciendo chacra cuando, lo pico la tarántula, el para evitar la horrible muerte, con su machete se corto el brazo a la altura del codo y se puso un torniquete como le habíamos enseñado; y se vino para base, a que otra parte podía voltear, si la base fue como su casa, no se podía hacer nada ya, le inyecte con penicilina para evitar una infección, termine de cortarle el brazo y lo envié para el Hospital Regional, necesitaba que le suturaran en el corte y una transfusión de sangre, no me atreví a decírselo. Termino el Sargento.

-¿A decirle que? Pregunte.

- La picadura de la Tarántula Avicularia no mata. Dijo el Chino.



Lunes

Me despertó el ruido de alguien cortando árboles, un colono estaba cosechando plátanos (bananas), me baje y el hombre me dijo que me habían estado buscando el Domingo, que la carretera estaba ahicito nomás, me invito un par de plátanos, ese fue mi desayuno.

Al medio día, hice mi entrada triunfal a la casa, mi madre no sabía si matarme o besarme, al final me beso, mi padre se quedo mirándome.

-Veo que ya sabes cuidarte por ti mismo. Me dijo.

Mi hermana y mis sobrinas saltaban de contento, Lola me miraba con ojos de lujuria, pero hoy había clases de Educación Cívica y Chelita me estaría esperando.

Texto agregado el 08-08-2003, y leído por 1720 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
28-03-2004 !Vaya historia! Está fenomenal, tiene de todo, desde luego has tenido una vida de lo mas interesante. Muchas gracias por recomendarmela, aparte de gustarme muchisimo me ha parecido muy instructiva...un abrazo yoria
10-08-2003 la saga continua... Gabrielly
09-08-2003 guaauuu!!! esta historia está tan viva, está tan llena de vida como la selva. Tienes acá muchas filosofías de vida, que cubres tan bien con anécdotas contadas como tú solo sabes hacer. Me ha encantado. Tienes que haber sido un adolescente terrible, pero de esos que silenciosamente cometen sus fechorías...ja. Me encanta como escribes tus pasos por la vida, huellas de un tigre aventurero y sagaz. Sigue los consejos de la gente que sabe, como hache y cao, si lo dicen es porque así debe ser, publicar esto sería una maravilla. Yo compraría un ejemplar... Usted siempre mostrándose genial. Le envió ochocientas mil estrellas y flores. CaroStar
08-08-2003 ¡escucha esta es la última vez que te lo digo!. ¡¡¡PUUUBLIIICAAAA tus MEMORIAAAAAAS !!!!. Notable como siempre, puff y el viaje es gratis, gracias amigo. Abrasos. cao
 
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