La Mesa
Recuerdo que sucedió un domingo soleado de octubre 1997. Don Isaac, un hombre al que solía ver de cuando en cuando, paseaba lentamente bastón en mano, como lo hacía todos los fines de semana desde hacía ya varios años, por la callecita arbolada que serpenteaba por entre las frías sepulturas del cementerio, en dirección a la última morada de quienes habían sido sus mejores amigos.
El se desplazaba con ese andar apesumbrado y triste de los que llevan una mochila de recuerdos a cuestas. Su marcha era acompañada por el silencio de los árboles, y el cantar de los pájaros que lo observaban desde lo alto.
Cuando llegó al lugar de siempre, encontró a las estatuas de sus amigos, inmóviles y frías como la semana anterior, como el mes anterior, como el año anterior.....
Con Jorge, Manuel y David, había compartido las alegrías y los sinsabores de la vida, las risas y los llantos. Compartieron sus vibraciones y emociones, siempre alrededor de una misma mesa; la mesa que los había visto jugar a las cartas todos los domingos de sus vidas, desde varias décadas atrás.
Ellos, respetando un inamovible pacto, descansaban hoy bajo sus respectivos monumentos, ordenadamente dispuestos alrededor de una fría mesa de granito, que representaba a la misma mesa que habían utilizado en aquellas incontables partidas de cartas y charlas de medianoche.
Sobre las lápidas podía leerse simplemente Jorge, 1915- 1995; Manuel 1918- 1996; David, 1914-1996.
La cuarta lápida decía solamente Isaac 1917-.....
Isaac se sacó la gorra, dejó su bastón prolijamente apoyado contra el tronco de un árbol, y poniendo su rodilla en tierra se acomodó como pudo, extrajo una tiza y escribió por sobre los puntos suspensivos “Octubre de 1997”.
Un fuerte estampido interrumpió el canto de los pájaros, que se sumaron al silencio de los árboles.
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