Golpeaban a mi puerta, mi instinto animó mis sentidos. Se oyó el sonido hueco de la madera añeja y súbditamente grité pase. Sentí pasos acercándose y una sombra gris que inundó toda la habitación.
_Quién es?, pregunté. Un silencio moribundo caducó en el espacio.
_Soy yo, la Ausencia.
Mis pensamientos confundidos sollozaron por tal presencia.
_Qué quieres?, añadí, y otra vez sin palabra alguna transcurrieron segundos disfrazados de horas. Hasta que esa voz aguda y vacilante argumentó que la tristeza que se refleja en mi alma logró tanta lástima en su ser que quiso regalarme su compañía. Yo, indiferente seguí sentada, quieta. De repente, rompió en mi corazón un llanto tan fuerte que se escabulleron lágrimas de mi ojos caídos. La Ausencia lloró en mi regazo y en silencio me besó. Sentí su fría piel rozar mis mejillas y a la vez un calor intenso que me envolvió de emoción.
Cuando logré tanquilizar mis ansias levanté mi mirada y allí estaba, pálida y hermosa, sonreía. Percibí el claro aura de su alma y visualicé en su rostro los rasgos de mi madre.
_ Si… , respondió la Ausencia, tus añoranzas y anhelos de sentirla contigo me han llevado a traerte su presencia.
Yo aun no comprendía la contradicción de su existencia, sin embargo, no me lo cuestionaba.
_ He venido a darte un suspiro de su aire, un regalo de su imagen y también traigo conmigo sus deseos, porque ella tanto como tú, te extraña, llora y sufre en silencio por los absurdos reglamentos que dirigen lo incomprensible de la vida.
De repente, apareció una luz brillante que encandiló mis sentidos. La Ausencia la tenía en sus manos para dármela en ese instante confuso.
_Qué es? , pregunté.
_Es el lazo entre dos mujeres salpicadas de magia y tristeza, y creadas de valentía e inocencia. Esta luz llenará ese vacío que sucumbe en el pendiente abismo de tus por qués. Esta luz estará siempre contigo, reirá y llorará en tus caminos y jamás se apagará. Mi espíritu emocionado no encontraba la razón en mis pensamientos. Una alegría inmensa reinaba en mi turbio presente.
La Ausencia me miraba fijamente hasta que desapareció en las corrientes del aire. Desde ese momento mis añoranzas fueron distintas porque me acompaña esa luz que une mi alma con el alma de mi madre. La Ausencia me prometió que la visitaría y lloraría con ella para darle nuestro lazo de amor.
Y ahora, hoy, me siento cerca, siento su abrazo aunque la distancia nos separe. Ahora, hoy, la tristeza ha muerto en mi espíritu porque sé que mi madre no está lejos, está aquí, conmigo.