Una tarde al ponerse el sol y cuando toda la familia dormía, Manolito, escuchó extraños sonidos en el armario, en donde guardaba sus útiles escolares, abrió presuroso las puertas, pero todo se encontraba tal como lo había dejado; los lápices , la goma y el sacapuntas estaban tal cual en su estuche nuevo, sus cuadernos formaban la torre habitual y en la cima un gran lapiz con ventosa, semejante a un monarca erguido y solitario.
- Muy bien - decía Manolito, al lapiz solitario- debes cuidar todo, para poder volver a clases, sanos y salvos.
Luego cerró el closet con cuidado y en puntillas volvió a su cama, quien lo esperaba con los brazos abiertos, para darle cobijo una noche más...
- Hey, hey flaco, ya es la hora, ¡levantaté! debemos avisar.
No se quiso más, como un tropel, los lápices se levantaron de sus estuches y comenzaron a despertar a toda la comunidad escolar. Las jovencitas lapiceras y las señoritas ligas comenzaron el ajetreo de los adornos, comentando con las tijeras el tamaño de las guirnaldas y decoraciones, estas últimas se colocaron el traje de bailarinas y como danzando en las nubes, comenzaron a mover sus piernecitas muy de prisa, cortando por aqui y por allá.
- ¡un ruido!, ¡un ruido!, Manolito bosteza, ¡guarden silencio!.
Todos se congelaron, esperando que el niño volviese a dormir. Paso un momento bochornoso, depronto alguien dijo:
- ¡Ya no hay moros en la costa!, ¡vuelvan a sus posiciones!, debemos continuar la fiesta.
El gran lápiz con ventosa, anunció que durante la fiesta, se premiaría a aquel que hubiese destacado más durante el año escolar.
- Cada uno defenderá su postura - aclaró con voz pausada y firme. Luego guardo silencio y un lápiz regordete, tomó la palabra y con un grito estruendoso, comenzó:
- La música DJ, HB, ¡ha comenzar!.
HB, colocó la música y todos corrieron a la pista como enloquecidos, las lapiceras bailaban con los lápices, las gomas con los sacapuntas y todo el mundo buscaba a su pareja.
- Silencio, please, Flaco trata de decirnos algo - gritó el regordete- se hizo un silencio, entre murmullos y todos dirigieron sus miradas a Flaco.
- ¿Que sucede? - preguntaron enfadados.
-¿ Queremos bailar? - grito otro.
- Siii- gritaron varios.
- Hey, no trato de impedirlo - aclaró Flaco- solo quiero anunciarles que el estuche viejo, está tirado en el suelo y los camaradas tambien quieren asistir a la celebración.
- Entonces que suban - dijeron todos sin mayor preocupación.
-Stop, please, Hay un problema, el viejo estuche, está cerrado, debemos abrirlo, ¿Quien se ofrece para ayudar?
Cinco robustos lápices, corrieron junto a unas ligas para prestar ayuda.
- ¡Ligas!, todas al cierre, ¡lapices al borde contrario! - ordenaba Flaco.
Y como superhéroes, los lápices y las señoritas ligas, tiraban el estuche en sentidos contrarios.
- Un, dos, tres - gritaban a coro- ¡Tiren!
- Ya casi, ya casi - decían sin aliento las ligas y sus elásticos cuerpos se estiraban hasta casi cortarse.
- Amigos, ayuden desde adentro - decia Flaco.
Sin más, los útiles del estuche entre alaridos, trataron de ubicarse en orden para realizar lo que se les pedía.
- ¡Auch!, no me insertes la punta pelucón- gritó una goma- quiero moverme - volvió a replicar.
- No me pises el pie - gritó otro.
- ¡Me rompo, me rompo! - chilló una regla - ¡ay!, mi columna vertebral, ya no aguanta.
- Yaaaaah...- le gritaron varios- no exageres, tu columna vertebral...ja, ja ,ja.
Se sentía un crujir, como castañeos, que ya no se soportaba.
¡ zas!, el estuche se rompió, las hilachas y el polvo acumulado se expandieron por todo el armario.
-¡ Cof!, ¡cof! - tosieron las ligas, que en un santiamén habían volado por los aires y se encontraron en el fondo de la pared.
- Guau, tengo un tatuaje - exclamó un lápiz masiso, que al mirarse tenía un corte lateral de lado a lado. El corte había sido producido por un cortacartón, quien salió presuroso del estuche.
- ¡Libres, libres, somos libres! - gritaban alborotados.
Entre tanto los demás miraban espectantes, con mucha atención la liberación de los cautivos, depronto vieron que todos corrían, dando gritos de libertad.
- HB, DJ pon la música - voviferaron a coro.
Sonó el primer compás, bastante rítmico y todos volvieron al baile.
- Más rápido, más fuerte, uuh...
La música sonó hasta la madrugada, HB estaba en su extasis personal, las gomas agotadisimas ya no borraban de cansancio, un lápiz yacia roto medio a medio y gritaba pidiendo un doctor, las reglas se doblaban unas tras otras, cayendo al suelo cuan largas erán y ninguno se mantenía en pie.
Se escuchó una trompeta y el gran lápiz habló.
- Es la hora de elegir, que se acerque un representante de cada comunidad.
Flaco, se acercó lentamente, los otros le siguieron.
- ¿Que dices en favor de tus representados?- preguntó - el gran lápiz.
- Sin nosotros, no existirían recuerdos, ya que nos encargamos de escribirlo todo.
- Pero nosotras, borramos sus errores - gritó una goma ofuscada.
- Y nosotros les devolvemos el color a los lápices, sin nosotros los recuerdos quedarían a medias.
- Ustedes solo nos matan suavemente- defendió un lapiz, casi sin fuerzas por el baile.
- ¡Cuadernos!, ¿que hay de nosotros?, dense a conocer, gritaba el triple representante.
Todo estaba fuera de control, los útiles tenían una batahola, la que fue calmada con la voz del gran lápiz.
- Bien, pude escuchar sus defensas un tanto alborotadas y ya tengo mi decisión, escuchen:
- Si uno de ustedes no existiera, la cadena estudiantil sería un caos, ya que cada uno cumple una función importante, razón por la cual, cada uno de ustedes es un ganador.
Se escuchó una ovación general y todos por muy agotados que estaban se sumaron a los aplausos.
Se escuchó una campanita, y Flaco dijo:
- Es hora de volver a nustras vidas, cada uno volverá a ser como antes, un quieto y feliz útil escolar, nos vemos amigos hasta la próxima temporada.
Todos se despedían con lágrimas en los ojos y grandes apretones de manos.
Amaneció, Manolito despertó agitado y como adivinando algo, corrió a su armario; y al abrirlo un lápiz le giñó un ojo, el niño, se resfregó los ojos para estar seguro, sin embargo al despertar por completo se dió cuenta que todo estaba tal como lo había dejado.
- Mis útiles - exclamó contento - tan ordenados como siempre.
Cerró el armario y todos los lápices rieron en silencio.
FIN
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