El Descuartizador
El sospechoso finalmente apareció con un costal en el parque principal de la ciudad de Ica.
El seguimiento había durado varias semanas y había sido muy intenso, tanto así, que ya todos los parques de la ciudad contaban con un policía a la espera de la aparición del supuesto descuartizador, quien ya había atacado en dos oportunidades, en ambos casos dejando los cuerpos cercenados de sus víctimas dentro de un costal de yute en diferentes parques de la ciudad.
Eran las 3:30 de la madrugada y el oficial Octavio Mayta observaba desde un estratégico escondite la llegada del sospechoso. Por el esfuerzo que éste hacía al arrastrar el costal, Mayta estaba seguro de que la víctima debía de ser una persona bastante corpulenta.
La noche era oscura y reinaba un silencio general. Mayta se dio cuenta de que si tomaba la decisión de avisar por radio a los demás oficiales, corría el riesgo de ser escuchado por el sospechoso y perder la gran oportunidad de atraparlo. En ese momento, se percató de que el éxito de esa operación policial dependía exclusivamente de él.
Esperó que el sospechoso llegara a la mitad del parque, y fue en ese momento en que dio un salto para salir de su escondite mientras desenfundaba su arma.
-¡Alto, policía!-gritó Mayta rompiendo el silencio de la noche.-¡Al suelo!.
El sospechoso se mostró confundido y no tuvo otra opción que hacer lo que el oficial le ordenaba.
Seguidamente, Octavio Mayta fue acercándose con cuidado, con el arma siempre apuntando a la cabeza del sospechoso, quien estaba boca abajo y no representaba ningún peligro. El oficial, de forma rápida, sacó sus esposas y logró inmovilizarlo.
Cogió su radio e informó a la central de la policía que tenía controlado al delincuente y solicitó apoyo para trasladarlo. Además, pidió una ambulancia para trasladar el cuerpo de la víctima.
-Ha ganado la batalla, oficial-dijo el sospechoso.-Pero no la guerra. El día de hoy usted va a perder más que yo.
-¿A qué te refieres, maldito demente?- preguntó furioso Mayta.-Tú irás directo a la cárcel y creo que hasta un enfermo mental como tú sabe cuál es la condena. Hoy el que perdió fuiste tú.
-No estoy tan seguro, oficial. Creo que usted perderá más al saber la identidad de la víctima dentro de ese costal.
La expresión del rostro triunfante de Mayta cambió por uno de preocupación. Pensó al instante en su esposa, a quien no veía desde hacía dos días debido al seguimiento que había estado realizando. Instintivamente, se abalanzó sobre el costal y lo abrió. Se encontró con el cuerpo inerte de un hombre a quién nunca había visto antes.
-No sé quién es este hombre.
-Es mi hermano.-dijo el sospechoso.
Mayta sintió como un filoso cuchillo salía desde dentro del costal y atravesaba su garganta.
Cinco minutos después llegaban la policía y la ambulancia, y encontraban por tercera vez, un costal de yute que contenía un cuerpo descuartizado.
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