Llovía. Pero era esa sorpresiva llovizna que apenas moja las calles limeñas los últimos días de noviembre. Salí corriendo, los latidos del pecho los sentía en mi garganta. Por fin lo conocería. Oiría su voz, sentiría su olor. Sería como lo imaginaba? Tierno y dulce, a veces; apasionado y decidido, otras. Muchas veces esas palabras habían quedado retumbantes en mi retina, quitándome el sueño las noches de frío.
Había llegado el día. La fría mañana sería testigo del tan ansiado encuentro. Ve sola - me había escrito. Qué me diría- pensaba. Miraba las huellas que mis pies mojados dejaban en la calzada. El frío se colaba entre mis ropas. Las palabras dichas venían a mi memoria como un sinfín desordenado de letras y signos de puntuación en la pantalla de mi computadora. Horas interminables de intercambio de ideas, frases, sensaciones, imágenes.
Por fin vi el verdor del parque a lo lejos. Era el lugar indicado. Sería yo aquello que él imaginaba? O es verdad que el alma supera al cuerpo, o mejor aún que la realidad supera a la fantasía?
Lo vi parado cerca de un árbol. Pude adivinar esos jeans gastados que decía le encantaba usar. Lo áspero de su voz, el brillo de sus ojos. Desaceleré la marcha, no quería que supiera que estaba ansiosa. Por un segundo atravesó por mi mente la idea fugaz de simular ser otra persona y esconder mi verdadera identidad. Pero ya era demasiado tarde. El había adivinado que era yo.
El acercamiento era ya inminente. Bajo la fría llovizna nuestros ojos se cruzaron. Era él, sus facciones, el color verdoso de sus ojos. La sonrisa fácil, el cabello recién recortado pero aún algo desordenado. El nerviosismo de sus manos que buscaba algo de dónde asirse. Las palabras balbuceantes. “Hola”, me dijo. “Hola”, respondí.
No encontraba la palabra exacta, la frase inteligente que me acercara a él, tanto como nos habían acercado antes, la palabra escrita. Pero al fin, la llovizna se detuvo, como por un microsegundo los latidos de mi pecho. Me acercó contra sí, y pude sentir en su voz su cálido aliento. “Es verdad”, pensé. “Definitivamente la realidad supera cualquier fantasía”, mientras pude escuchar de la boca de quien había compartido mis sábanas durante exactamente siete años: “Feliz sétimo aniversario, amor mío.”
*Especialmente para tí, amor, hoy 21 de Noviembre, cuando ya son siete años juntos, a pesar y gracias a todo.
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