Nuevamente escuché el cerrojo,
se abrió la puerta silenciosa y quedó entreabierta,
como una esperanza, o una duda
Me ha soplado el rostro mientras duermo,
me despierto y siento su púrpura sonrisa, muda y afilada
Flotando se acuesta a la par mía, sin abrazo y sin latido
y me toca con sus pies helados, noche y muerte
Me recorre con su lengua fría y puntiaguda,
me susurra maldiciones y el pasado
A veces, sentada en una esquina de mi cama,
impasible permanece unos segundos
y luego se evapora sin prisa y carcajada.
O siento su abrazo instalándose en mi espalda,
y una liga sinuosa recorriendo lentamente mi columna.
Ayer gritó por largo tiempo, quejándose y suplicando que me fuera.
Ayer, como la lluvia
Las almas de las cosas, las paredes y los muebles
desfilan flotando hacia el abismo de esa voz
Arañas múltiples recorren presurosas por mi rostro,
huyendo, confundiéndose en la crisma
cuando un susurro me musita, bienvenido, ¿cómo estás?
La llave absorta sigue el goteo extemporáneo, de péndulo y segundera,
de horas desplayadas en mi desolada miseria cotidiana
Donde una vez residió mi alma y palpitó mi corazón,
tu moraste y floreciste, ahora es carcasa y oquedad,
Adentro, sin río, sin diluvio, sin reinado y sin premonición,
Afuera, flotando, está la soledad.
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