Dos rojos y tres negros golpearon a mi puerta una noche...
- ¿Quién es? ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? – Pregunté sorprendido pegado a la puerta cerrada. Al rato escuché que decían...
- Tres para tus labios, dos para tus ojos, uno para tu dolor.
Y entonces me alejé corriendo por la casa, con las manos en lo alto y un grito reprimido en la garganta, hasta mi cuarto, donde me encerré en silencio.
Al poco tiempo se escucharon dos golpes más. Dudando, maldita curiosidad extraña, salí de la seguridad de mi pieza y caminé hasta la cocina. Allí tomé el auricular del portero con manos nerviosas, este miedo que se había apoderado de mi cuerpo y las palabras que se negaban a salir de mi boca.
- ¿Quién es? – Logré decir luego de un tiempo.
- Dos para tus piernas, uno para la muerte.