Expandes los instantes
en que mi luna se diluye
entre tus manos
como un raso de sedientas madrugadas,
vientre del amanecer
callado en la distancia.
Ante tu mirada
la vida explora infinitas sinfonías,
perfil ennegrecido
que transita indescifrables alas,
océano vertido
en el andar de los planetas
extendido por antiguos Dioses.
Y la espuma de tus dedos
se deshace con las nubes
para caer vertiginosa en las siluetas
que te aguardan,
manantial azul tejido por las aves,
sustancia de las pieles
en la inconsciencia de los mundos.
Tiende mi mano
la sangre ante tu espacio
bajo las ramas de los sauces,
conjuro infinito
que limita la existencia entre los verdes,
oasis pensante de las almas,
tibio aroma pasajero
que arrulla el monasterio de mis soles.
Mientras,
tu rostro se pierde
como un mesías del alba
en la paleta de los óleos,
habitando las orillas de lo eterno
que engendran
estas planicies que te guardan.

Ana Cecilia.