Esa mañana, cuando me sacaba las legañas de los ojos y pretendÃa meterme a la ducha, vi un hermoso sobre deslizado por debajo de la puerta, era algo grande, de un papel caro y escrito con letras doradas. Al parecer se trataba de una tarjeta de invitación, que sin más detalles decÃa: �Lucy y Alberto lo invitan a Ud. a la recepción de su boda��, luego se indicaba el dÃa (que era hoy), la hora y la dirección. Quedé algo desconcertado, no conocÃa a nadie con esos nombres, tras una larga meditación, de algunos minutos, la fuerza de la curiosidad me ganó y decidà acudir al magnánimo evento.
TendrÃa que ponerme el viejo traje, el cual no usaba desde mi graduación, y lustrar mucho mis zapatos para disimular su desgaste; porque a pesar de las extrañas circunstancias, no visitaba muy a menudo una casa de barrio rico (lugares escasos en Lima).
Salà a tiempo para llegar a la hora indicada. Encontré la calle y me paré al frente de la residencia, dudé en entrar, pero el ansia por enterarme quiénes eran las personas que me habÃan invitado a una ceremonia tan importante me impulsó a ingresar. Lo primero que hice al encontrarme dentro de ese grande y elegante salón fue fijarme en las caras de los invitados para ver si reconocÃa algún rostro familiar, fue imposible, no recordé a nadie. Cuando pensaba irme y tomar el asunto como una curiosa anécdota, se me acercó un mozo y me ofreció una copa de champagne, porqué no, pensé, y la cogÃ, luego un tipo con la expresión circunspecta, que debÃa ser el padrino, llamó la atención del público para hacer un brindis por los novios, bebÃ, era delicioso, seguramente muy caro, y como los mozos la seguÃan ofreciendo tomé otras más.
Luego empezó todo el protocolo (asà lo llamaba el insoportable maestro de ceremonia), el baile con los padrinos y familiares, el lanzamiento del bouquet, la puesta de ligas y todas las otras huachafadas. Estuve por algunos minutos dando vueltas, cogiendo algunos bocadillos y coctelitos, cuando un hombre de unos treinta años, con una mueca semejante a una sonrisa, dirigiéndose a mà dijo:
-¿Es invitado de la novia o el novio?
De la novia � contesté como si se tratara de un acto reflejo.
Resultó que el tipo era invitado de la novia, pero no se sorprendió de no conocerme, asà que yo le seguà la corriente, él era muy amigo de Lucy, me contó una y mil historias de ella, tantas que al final sentà que la novia era una vieja amiga; me presentó a otros amigos suyos, asà que esa noche me divertà mucho, bailé y bebà (sobre todo lo último), estuve tan entretenido que como por arte de magia alcohólica aparecà tendido y dormido en el jardÃn de la casa, sólo me llegué a despertar al escuchar a dos personas discutiendo: �!Que hacÃas bailando tan acaramelado con Erika¡� �!Pero que conchuda eres, crees que no te vi abrazando a tu antiguo novio¡�.
Cansado de tanta pelea me levanté con la intención de encontrar un lugar tranquilo donde dormir, en ese instante caà en la cuenta que los del lÃo eran los recién casados, debido a que la novia pegó un tremendo grito cuando me apoyé en su pantorrilla para levantarme. Después de ello unos enormes mastodontes (llamados agentes de seguridad), me agarraron, me golpearon y me botaron. A partir de ese dÃa juré que nunca irÃa a otra fiesta de boda, por más que no conozca a los novios.
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