Amanece...

Las legañas están presentes en tus ojos, el sueño aún está presente en tu cuerpo y la torpeza en tus movimientos; sin embargo, llaman a la puerta. Abres, y la persona que te encuentras se presenta como Lunes; te hace una pregunta: "¿De qué te sirve tener corazón, si te prohíbes amar?". Conmocionado, sabes que debes responder, pero... ¿El qué?

Te sientas en el sofá y cavilas una respuesta; el tiempo pasa y no te das cuenta de que un día entero ha pasado mientras tú meditabas en tu respuesta; cuando ya ibas a responder, un nuevo personaje se encuentra dónde estaba Lunes... Se llama Martes (obviamente) y te formula la siguiente pregunta: "¿Para qué sirve un corazón si está dominado por la sombra de la desesperación?". Y, de nuevo, te paras a pensar anonadado...

Otra vez pasa un día entero, y Miércoles sustituye a Martes en su posición; también te formula una pregunta, tu tercera pregunta: "¿De qué sirve un corazón helado, si no puede sentir nada más que odio?".

Y de nuevo otro día... Se presenta Jueves y te plantea la cuarta pregunta: "¿De qué te sirve un corazón que no sabe corresponder un sentimiento de amistad o similar?"

Y así pasan tres días más, y llega Domingo; estás harto de las preguntas y lágrimas provocadas por la ira resbalan por tu mejilla. Cerca tienes un abrecartas que coges para responder a las preguntas de una tacada. Domingo te pregunta: "¿Por qué no quieres que te ayuden?"; harto de preguntas, le clavas a Domingo tu abrecartas en el abdomen y comienza a sangrar; antes de empezar a reírte como un loco, logras decir: "Porque no lo necesito"...
Y mientras te ríes a carcajadas, y las lágrimas de rabia resbalan por tu cara y desaparecen en el suelo inundado de la sangre de Domingo, un pequeño personaje hace su aparición...

-¡Ey! -te dice-. ¡Menos risas!
-¿Quién eres? -le preguntas.
-Soy Córcoles.