Lugar: Una hermosa ciudad, a los pies del volcán Popocatepetl, (cerro que humea) en México. En la Delegación de la Cruz Roja Mexicana de esa población.
Fecha: Enero de 1967
Definitivamente Castañon no acepta que subas con nosotros, me decía el buen amigo y gran alpinista Rizos.
Oye pero estoy seguro que si llegó hasta el cráter, insistía yo.
Tal vez; pero el que manda, manda, terminaba diciéndome Rizos.
Mira vamos hacer una cosa, seguí presionando, tú habla con él y si no llegó hasta el cráter al paso de ustedes, simplemente jamás los vuelvo a molestar.
¿A nuestro paso? ¡Estas loco!. Nunca soportarías eso
Tú decides…
Rizos convenció al fin a Castañon y así fui aceptado para subir, mi primera vez, al volcán Popocatepetl con el equipo de Rescate de Alta Montaña, qué hacia una de esas rara ascensiones de practica, pues normalmente sus subidas eran para rescates y emergencias.
Rizos no es mala persona y por cierto Rizos es su apodo o sobrenombre, pues como no tiene cabello, en forma bastante irónica le decimos Rizos, lo qué no tiene nada de ironía es su gran experiencia en alpinismo y una voluntad férrea en los rescates, y todo dentro de un gran sensible y especial ser humano. Castañon era otra cosa, siempre osco, solo hablaba con los socorristas más allegados a él. A mi simplemente me ignoraba y pasaba su vista sobre o a través mió, como si fuera yo invisible, sencillamente no era yo de su agrado.
Levántate Zam; salimos en 5 minutos, fue la tajante orden qué me dio Rizos. ¿Levantarme? Pero si apenas son las 3 de la mañana, le contesté viendo con mucho trabajo mi reloj. Entonces te quedas en Tlamacas, termino la frase y se fue.
Me levante con gran esfuerzo, pues apenas había dormido un par de horas en el refugio de Tlamacas, ya qué en la noche anterior, estaban ahí un animado y bohemio grupo de alpinistas, con el que me la pase cantando y contando chistes, ante la fea y critica mirada de Castañon.
Más dormido que despierto, me preparé y salí de la cabaña…Carajo que frió esta haciendo, comenté en voz alta, ¿no podíamos esperar a que calentara un poco el sol? Traté de bromear, pero por la helada mirada qué me dirigió el jefe Castañon, entendí que no fui oportuno, pues todos los de la brigada me ignoraron, solo de nuevo Rizos se me acerco y entre dientes me dijo…¡cállate cabron! …Vaya genio de estos amargados, pensé y subí los brazos para permitir que uno de los compañeros me atara con la cuerda de nylon y algodón, para subir en fila y con cierta seguridad, guiados por Rizos.
Trataba de estirar un poco la cuerda, pues la sentía demasiada apretada, para mi gusto, cuando un fuerte jalón, me indico que la marcha había empezado.
Iniciaba mi primera ascensión al volcán Popocatepetl.
No veía nada, solo sentía los constantes tirones de la cuerda y la espalda de mi compañero como única guía, el paso era muy rápido, demasiado pensé, pero estoy seguro que el odioso guía mayor, Castañon, así lo había ordenado para cansarme rápido y fracasara en la empresa y así los dejara yo en paz, con mi afán de pertenecer a su muy especial grupo de rescate. No tardan en bajar la velocidad, lo apuesto, pensé, pues la arena, hacia muy pesado sostener ese paso.
Vamos no pueden seguir así, pensaba con cierta angustia pues mis músculos de las piernas empezaban a protestar, deben de bajar este ritmo, y trataba de frenar un poco el paso, pero en forma inmediata la cuerda se tensaba y el violento jalón no se hacia esperar.
Nadie hablaba, todos caminábamos concentrados, la capucha de mi cortavientos, me producía mucho calor, ya estaba transpirando pero no me atreví a bajarla, por que pese al inclemente ambiente, el sudor me corría por la frente y sentía como casi instantáneamente se enfriaba, produciendo una muy desagradable sensación.
Los oídos me zumbaban, algo se había zafado dentro de mi cabeza, pues retumbaba por dentro como si fuera una campana, traté por instinto de aflojar el paso, un breve respiro, pensé, pero no, otra vez el frenético jalón de la cuerda. ¡Estos tipos son fanáticos! ¿Estarán drogados? …¡Otra vez la cuerda tensa!
La arena pese al frío, estaba algo floja, entonces al penetrar el pie, había un ligero pero desesperante deslizamiento y los tipos parecían no notarlo, ¡deben estar embrujados!
La inclinación de la montaña hacia que yo tratara de poner mi espalda en paralelo con el suelo, así lo debíamos hacer de acuerdo a una plática anterior que dio Rizos, pero la cuerda tirante hacia imposible esta maniobra y además ¿donde diablos estaba el piso?
Las pantorrillas las siento duras, me va a dar un calambre, seguro ellos ya están cansados y por mucho que aprecien las órdenes, tendrán que aflojar, más qué pensar, suplicaba yo a Dios ese milagro.
Un momento de vacilación en mi verdugo de nylon, me dio el anhelo de qué habría un indispensable descanso, y aumento mi esperanza, cuando la espalda que me precedía, se convirtió en un rostro casi humano y juro que trate de sonreír, pero las mandíbulas se me trabaron impidiéndome hacer la más mínima mueca. Pero no, solo me indico, ya empezó el hielo, vamos a ponernos los crampones.
Me senté en la fría arena y en la todavía madrugada oscura, saque de mi mochila mis crampones nuevos, qué no son otra cosa más qué unos picos que se sujetan a las botas, para darte tracción en la nieve y hielo. Adivinando más que viendo, me los estaba ajustando, cuando sentí la sensación de ser observado y efectivamente en la oscuridad note la silueta de Castañon, vaya pensé, al fin el líder me va dirigir la palabra; pero solo y hablándole directamente a mi compañero de cuerda, le ordeno: checa qué se los ajuste bien, no quiero tener en una practica un accidente estúpido. ¡Vaya tipo! Si acaso no me sintiera tan cansado, lo golpeaba con el piolet.
Oye; le dije a mi silencioso y sombrío antecesor en la cuerda, ¿subir la arena es lo más difícil verdad? El solo mascullo un raro “aja” y se incorporo, como sentí que lo hacían los demás.
Bueno ya con los crampones, será más sencillo y haciendo caso omiso del dolor en las piernas, la cabeza, la espalda y que el aire me faltaba, pues estaba bien, así que empezamos a subir por el hielo.
¡Esto no entra!... ¡Me estoy resbalando!...¿Qué hago? ...Afortunadamente Rizos llegó a mi lado y tomando mi pierna derecha, puso toda su fuerza en ella y me explico, no empujes la pierna al tocar la nieve, solo deja que tu peso permita que los picos entren en el hielo. Efectivamente después de varios intentos pude penetrar la superficie, y entonces caí en cuenta que todos estaban parados y con actitud impaciente, esperando que el novato, por fin aprendiera. Vaya qué me sentí mal.
No puedo creerlo, la nieve también tenia su dificultad, si bien el consejo de Rizos me dio resultado, pero el cansancio se me estaba haciendo manifiesto. Y por fin entendí que lo que sonaba dentro de mi cabeza, era el latido de mi propio corazón. Si tan solo supiera cuanto faltaba, me desesperaba esa oscuridad y el silencio detestable de mis compañeros.
Ya estamos en la “media naranja” falta muy poco, no te des por vencido, escuche una voz, sin que pudiera ubicar quien de ellos se había atrevido a romper esa barrera de silencio que me habían impuesto. Mentiría si dijera que no fue un gran aliciente, no tanto saber que faltaba poco, sino escuchar una voz, que tal vez hasta amigable fue. Nunca he vuelto a sentir tanta soledad y en donde tus pensamientos se escuchan como si fueran proferidos por tu boca. Y me pregunte: ¿Yo qué diablos hago aquí?
Los últimos metros, los subía como sonámbulo, ya el dolor me impedía pensar, me dolían músculos que hasta ese momento yo ignoraba que tenia. Pero no veía nada, solo la espalda de mi compañero. ¿Pero que sucede? ¡Ese olor nauseabundo! mi compañero se “aliviaba” de sus gases intestinales en ¡mi cara!...¡Oye no seas puerco,! le reclame dándole un empujón en la espalda, olvidando inclusive mi tremendo cansancio y dolor. ¿Qué pasa? Me dijo sin voltear a verme. Como que qué pasa, ese olor asqueroso a huevo podrido del “pedo” que te echaste. No seas güey es el azufre del cráter, me contestó sin siquiera dignarse a voltear. ¿Azufre? Eso quiere decir qué ya estamos cerca, aún qué el olor quemaba mis fosas nasales, en verdad bien poco me importo, ya bordea el fin de este suplicio.
Llegamos, suelten la cuerda, recuerdo que alguien dijo, creo que Castañon, pero fueron música celestial en mis oídos, no veía nada, no escuchaba más que mi corazón agitado, pero estaba en el labio inferior del cráter. Había subido por fin al Popocatepetl, un gran reto había logrado vencer. Me deje caer de rodillas y simplemente... ¡vomite!
No recuerdo cuanto tiempo pase totalmente inmóvil, hasta que una mano me tomo de la mochila y me obligo a incorporarme de mi ridícula posición, en que parecía yo tortuga boca arriba y me dijo, levántate mereces ver el amanecer. ¡Era Castañon! Y estaba riendo, el desgraciado ¡sí sabia reír,! ...me di cuenta de esto, por qué todos prendieron sus lámparas, que en todo el camino mantuvieron apagadas, para mi gran desesperación. Fue parte de tú aprendizaje, me explicaban los muy cínicos, cuando les pregunte la razón de no haberlas prendido ni un instante durante el ascenso. Cuando Estaba por hacer una tremenda reclamación, sentí como algo helado me cubría toda la cabeza y se deslizaba por mi espalda dentro de cortavientos...¡era nieve! Era mi bautizo de montañista, había pasado la prueba...ya era montañista; y mi padrino fue el ahora complaciente Castañon.
Mientras amanecía todos platicaban, bromeaban, vamos hasta daban la impresión de ser seres humanos.
Y Zam me dijo...¡te echaste un pedo y me empujo! Y todos reían a mis costillas, yo nunca había sentido tal cansancio, pero trataba de seguir las risas, aún que hasta respirar dolía y más con ese tremendo olor azufrado. Pero ya reían conmigo, ya no era invisible, por fin podía yo decir... ¡soy uno de ellos! y ese pensamiento provoco qué algo disminuyeran las intensas molestias, qué sentía en todo el cuerpo.
Teotihua tlacahuatiliztli necomoniliztli tlapalehuiaya notza iyepan hueitlamahuizoltica nemactia tlacatl cemicniuhyotl huelcamati mahuiztic
(Dioses: Denme la capacidad para describir este regalo de ustedes, para los seres humanos)
Veíamos hacia el este y la primera impresión fue de un gran silencio, en medio de aquella oscuridad, el tiempo simplemente se detuvo, parecía qué el aire dejaba de soplar, entonces una débil línea en la lejanía de gris muy suave, lentamente fue creciendo, pero al aumentar la intensidad, el cielo arriba de nosotros, tomo una transparencia diáfana y algunas estrellas empezaron a desaparecer.
La luz se convirtió en blanca azulosa y permitió ver con un inmenso horizonte, la oscuridad debajo de nosotros aun dominaba.
Sin embargo poco antes de salir el sol, los sentidos en forma individual, no son suficientes para describir lo que sucede: El cielo, las montañas, los valles emiten sonidos que se ven; luces que se escuchan, viento de la afonía de la inmovilidad, a un coro de retumbos armónicos qué se ve pleno de movimiento.
Lentamente el ambiente fue invadido de colores desde rosa tímido hasta un agresivo anaranjado, qué parecía provocado por carros de fuego surcando el cielo.
El sol anuncio su espectacular entrada con intensos destellos, las últimas sombras, se escondían presurosas entre los bosques de pinos y cedros de las montañas ubicadas en las faldas del coloso, que hoy generosamente me permito ser su huésped. El nuevo día nació, la luz vencía a las sombras de la noche. La vida se renovaba, Dios estaba presente.
tlahuilli, tlaneci tlapapatiliztli Teotihua zayanaliztli atlacayotl
(El amanecer; es una renovación del tratado de Dios con la humanidad)
Trate, inútilmente de evitar que las lagrimas corrieran por mis mejillas, nunca podría encontrar las palabras adecuadas para describir fielmente lo que estaba viviendo, fueron mis inmediatos pensamientos. Mis ahora si compañeros, me veían comprensivos, pues también ellos habían tenido su “primera vez.”
Fue la única vez que subí al volcán por placer, las demás ocasiones siempre para atender llamadas de rescates y emergencias, en donde la hermosura de la naturaleza era ignorada por nosotros por otra más grande necesidad...Qué era la de ayudar a salvar a un ser humano en desgracia.
No crean mis queridos amigos y compañeros Castañon y Rizos, que ahora que ustedes se me han adelantado, olvido su promesa de tenerme un lugar reservado en nuestro amado Popocatepetl... para juntos ver un nuevo amanecer.
Como un pequeño pero muy sentido homenaje a mis compañeros muertos en servicio; pertenecientes a la brigada de Rescate Alta Montaña de la Cruz Roja Mexicana
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