El tiempo me ha dejado atrás, ya no se que pensar, me estoy muriendo.
La causa de mi muerte no es natural, pero por supuesto que no es imaginaria, es real, más real que lo natural; por lo tanto, no la busques en una de tus enciclopedias, ni tampoco en uno de tus libros de medicina.
Yo te he confiado todo, yo te he hablado de mí, pero sin embargo, esto es nuevo; es un sentimiento que jamás habría imaginado que me fuera a pasar, me estoy muriendo, me estoy muriendo.
Recuerdo las cartas de amor sobre mi escritorio, recuerdo los atentados contra mi juventud, los atentados contra mi mente, contra mi alma; recuerdo las palabras que solías recitarme, pero no las puedo decir, me acuerdo, pero no las puedo repetir.
En lo más profundo de mi alma, te pido como mi último favor, que me salves de esta cruel lucha de vida y muerte, de esperanza, te pido, que me tengas, miedo y esperanza. Miedo, porque sé que si me salvas, voy a ser poderoso, pero si no, ya sabes el resto, seré historia.
Me muero de una enfermedad casi incurable, pero nadie la conoce, me muero dentro del corazón, me muero en el alma; me he perdido, no encuentro las palabras adecuadas para decirte que no me encuentro, que sé que hay algo detrás de la cortina azul de la cascada del alma, que me ha dado algo que no sé que es.
Encuéntrame, te pido que lo hagas, que me busques, que me des esa esperanza de que el alma es curable, de que no todo es un tejido físico, que el alma se enferma. Búscame, te pido éste último favor, éste último encargo, mi último deseo.
Me muero, me muero, sigue mis pasos; no quiero que te enfermes tú también, pero es la única forma de salvarme, que me busques, que me encuentres, y que sepas que la enfermedad es curable.
Búscame, yo te escribiré, te relataré mis pensamientos y sabrás que no todo es un mal encuentro, que mi vida no fue pasajera, que la gente no está en lista de espera para morirse.
Me estoy muriendo en el alma, me estoy muriendo, sálvame. Sálvame. |