Mi nombre es Amancia, yo siempre había vivido en un caserón muy grande con un montón de gente. Algunos de ellos eran de mi familia y otros no, pero sin embargo vivían conmigo y ni siquiera yo sabía el porqué de que mis padres les ofrecieran tanta hospitalidad. Ellos solían decirme que todos pertenecíamos a la misma raza.
Cada cinco años todos se iban de vacaciones y no volvían hasta pasados cinco meses, yo era la única que me quedaba en la casa con la sevidumbre y cuando regresaban todos ellos parecían más jóvenes, más altos y muy, muy diferentes de caracter.
Luego había algo que me sorpendía el caserón siempre estaba lleno de niños huérfanos, y siempre había gente muy importante que tenían cosas que agradecernos.
Incluso había gente muy maleducada y egoísta que después de mantener una conversación con mi madre o mi padre, cambiaban totalmente de opinión y empezaban a tratar bien a todo el mundo.
Y después había gente humilde que no tenían dinero para pagar las reparaciones de su casa, y toda la gente que vivía conmigo se ofrecía a arreglarselo todo gratis, a mí me gustaba vivir entre gente tan amable, pero me asustaba tanto misterio e incomprensión a mi alrededor.
Nadie me decía nada, y yo cada vez tenía más ganas de descubrir la verdad.
Hubo una temporada de robo en nuestra casa, y mi familia se vio obligada a despedir a todos los sirvientes, a todos menos a una.
Decían que la necesitaban para que siguiera cuidando de mí en sus largas vacaciones durante cinco meses, yo les decía que yo era ya era grande para cuidarme solita y no hacía falta, pero ellos insistían.
Una noche cuando todos estaban a punto de irse, encontré una caja fuerte y dentro de ella había como una especie de capullos hechos de oro.
Mi familia volvió a marcharse de vacaciones, pero ésta vez pasaron dos años y todavía seguían sin regresar, era muy raro.
Un día seguí a la sirvienta hasta el trastero, vi que allí habían todos los objetos robados por los que habíamos despedido al resto de los sirvientes, vi también la caja fuerte y un montón de aquellos capullos dorados repartidos por todo el suelo del trastero.
Había un congelador muy grande en una de las esquinas, lo abrí y vi todos los cuerpos de todas las personas que conocía, familiares y no familiares, pero sus cuerpos estaban blancos y sin color, y se estaban derretiendo poco a poco como si fueran estatuas de hielo.
Distinguí la cara de mi madre, antes de que se derretiera me lo contó todo. Me dijo que nosotros proveniamos de una raza especial de gente, eramos la gente mariposa, cada cinco años nosotros desacansabamos en nuestros capullos de oro durante cinco meses, durante esos cinco meses alguien se tenía que encargar de quitar cuidadosamente cada una de las capas del capullo, no todas, solo tenías que quitar la primera capa para entregarselo a los pobres pero no destrozar todo el capullo porque sino eso podía provocar la muerte. Los poderes que teníamos era la picadura de la generosidad, hacer todo tipo de reparaciones domesticas con magia y convertirnos en mariposas chiquititas o gigantes para asustar a los gamberros, según nos apeteciera. Y me contó también que la gente mariposa no soportaba el frío.
La cara de mi madre se derretió. la sirvienta me pillo infraganti y me dijo con ironía.
-Me da igual que me hayas descubierto, tú no puedes usar tus poderes.
- Es cierto ¿Y por qué no puedo?
-Supongo que porque en cierta manera me tienes miedo, cuando tenías casi cinco años y estabas a punto de fabricar tu primer capullo, alguien de tu familia entro en mi habitación convertida en mariposa gigante por equivocación, yo me asusté y la maté pensando que era un monstruo y que quería hacerme daño. Luego apareció tu madre y me contó la verdad, me costó mucho, pero conseguí que me perdonará y luego al ver todo el oro que producía la gente mariposa quise apoderarme de él y entonces ya no mataba por accidente. Tú fuíste testigo de mi primer asesinato, ese recuerdo te debio marcar y no fabriscaste nunca ningún capullo, la gente mariposa para tener poderes tiene que pasar cinco meses dentro de los capullos recargandose, tú no lo has hecho, así que no puedes usarlos porque nunca los has tenido.
- Cierto, y ahora soy la única que queda de mi raza porque tú has matado a todos los demás.
-Sí, exacto, pero a ti no hace falta que te mate no puedes hacerme nada.
-Tal vez ahora no, pero dentro de cinco meses, sí-dije yo fabricando mi primer capullo.
- que ilusa eres, lo destruiré y te meteré en el congelador con los demás.
Pero la sirvienta no pudo destruir mi capullo, aún no sé porque pero el mío resultó ser más resistente y con más capas que todos los demás, pasados los cinco meses salí de mi capullo y me vengué de la sirvienta.
Descubrí que la gente mariposa tenía un poder especial para vengarse de sus enemigos, pero ese poder solo era posible usarlo cuando uno era una mariposa gigante y hacía falta malgastar mucha energía para ello. El poder consistía en convertirla en una estatua de miel permanentemente, claro que corría el peligro de que algun goloso se la comiera.
Finalmente resultó ser que no era la única de mi raza, los de mi raza producen una música especial al caminar, que solo la oyen la gente mariposa, así es como nos conocemos. Encontré a un montón de gente mariposa y ya sabiendo la verdad, los invité a todos a vivir al caserón conmigo.
La gente como nosotros teníamos que permanecer unida para luchar contra las injusticias del mundo.
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