LAS DOS CASAS
1.-
Hoy,despues de mucho tiempo,comprendí cabalmente lo que mi tía Margarita me dijera aquella tarde: “Tu padre ha muerto en la Casa Chica”...ya lo están trayendo para aquí.-
La tremenda noticia de su repentina muerte,quitó entonces lugar a mi entendimiento para aclarar otros detalles.La desaparición de mi padre me produjo entonces casi tanto miedo como el que me imponía,vivo,su presencia cuando cruzaba la casa rugiendo como un trueno.
Por algún tiempo creí seguir viéndolo y podría jurar que escuchaba su voz retumbando en los patios,haciendo temblar el agua de los bebederos y espantando a los perros que se echaban a la sombra de las galerías...luego pasó a ser un recuerdo venerado,un cuadro mas en la sala,con uniforme entorchado y tricornio bajo el brazo.Solo mirando a los ojos la figura de la pintura que lo representaba,podía volver a componer su imágen en mi memoria y volvía a verlo,gesticulante y enérgico.
2.-
El encuentro se produjo fortuitamente.Yo estaba en mi Club,bebiendo como es mi costumbre,cuando la estampa cruzó ante mi vista,por la calle que daba a mi ventana.Era mi padre.Los treinta años pasados desde su muerte retrocedieron vertiginosamente.Aunque mi razón se negaba a cualquier consideración al respecto,en mi interior se desató una tormenta como aquellas que suelen azotar estos parajes.El trago que bebía era el primero,de modo que era impensable una obnubilación alcohólica.Por otra parte,lo macizo y definido de la figura que se alejaba,desalentaba cualquier especulación fantasmal.
Me levanté y de un salto estaba en la calle,tras sus pasos llevando aun el vaso en la mano.A medio camino me dí cuenta de lo absurdo de la situación,pero un impulso me llevó a gritarle: “Don Jaime¡¡¡¡”
3.-
El hombre se paró en seco,pero no se dio vuelta.Esperó a que lo alcanzara y solo entonces volvió el rostro.Yo deseaba interiormente que al acercarme el encanto se desvaneciera y poder decirle al desconocido lo incríblemente parecido que era –a lo lejos- a mi padre muerto.Pero al alcanzarlo y mirarlo al rostro,empalidecí y un sudor frío me inundó las axilas y el cuello.Allí estaban los ojos...los del cuadro,cuya mirada me intimidaba y atraía como un imán.
El hombre me observó detenidamente y dijo con resignación: “Sabía que,mas tarde o mas temprano,esto pasaría.Pero no es bueno dar explicaciones en medio de la calle y con un vaso en la mano”.
4.-
Lo seguí en silencio hasta cruzar la calle para llegar a la plaza.Nos sentamos en un banco a la sombra de un árbol. Yo me sentía incapáz de hilvanar una conversación.Mi costado racional me decía que dejara todo,que me marchara y regresara a la comodidad de mi mesa del Club,a mis propiedades...a mis certezas.Pero algo imposible de explicar me mantenía aferrado a ese banco de plaza,y aún hoy creo que si ese hombre hubiera intentado levantarse,me hubiera arrojado sobre él suplicándole,rogándole que no se marchara.
El desconocido parecía saberlo todo sobre mí.Sus ojos oscuros me escudriñaban y yo me sentía como antes,débil e indefenso,sensación que hacía años me había abandonado,creía,para siempre.
Con extremo cuidado,como quien hojea un libro amado,fuimos desenrollando los trozos de nuestra historia común.Aparecieron entonces ante mis ojos, “la casa Grande” donde yo nací,con sus blasones, y la “Casa Chica” de las visitas furtivas y las ausencias prolongadas.Comprendí en un instante que yo,como habitante de la Casa grande,jamás había conocido la magnitud de la tragedia personal de quienes habían nacido en el ámbito prohibido.Ellos acompañaron a mi padre en su vida...Nosotros nos quedamos con sus exequias.Nosotros conservamos el cuadro... ellos La Memoria.
Sin embargo,allí estaba mi padre,redivivo,como una burla de la naturaleza a la pacatería que la sociedad nos impone desde siempre.
5.-
Quise explicarle al hombre que desconocía todo aquello,que mi padre murió con el secreto aprisionado entre los labios...que,de haberlo sabido,no hubiera dejado pasar tanto tiempo sin verlo...pero nada de ello salió de mi boca.Solo atiné a decir: “Quizá haya sido mejor así”. En un arresto feroz de cobardía,me levanté y comencé a desandar el camino hacia el Bar... Pero no pude contenerme.Regresé corriendo y, desde mis seis años,me abracé a mi padre con todas mis fuerzas,dispuesto a no soltarlo jamás.
RIVERO
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