El sol sofocaba y el micro se aproximaba. Los únicos en el paradero eran unos sujetos mortecinos de aspecto duro, una anciana y yo.El micro, medio inclinado, se conducía lento,parsimonioso, como haciéndose de rogar,sin tener en cuenta nuestra deseperación. Hasta que llegó. El cobrador, un joven casi de mi edad cuya mirada reflejaba la dureza de la vida , nos agrupó con destreza en un mismo círculo y nos metió como ganado rumbo al camal.
Durante el trayecto, rumbo a dar un examen importantísimo en la universidad, me dejé llevar por el sopor de la mañana. Acerqué mi cabeza a la luna de la ventana, opaca por el tiempo. Al rato observaba. Me incliné para ver a la Lima mañanera, sus diversas y sucias costumbres en los mercados, con los tubérculos en el suelo pisoteados por todos.
Lo primero que alegró aquella mañana usual y aburrida fue el arribo de un grupo musical que tocaba guarachas de la década de los cincuenta. Todos cambiaron la mirada, se sentía un ambiente jubiloso algunos (los más veteranos)movían los pies siguiendo el ritmo pegajoso, otros quizás, recordando las letras perdidas en su mente, las traían a flote o las exhumaban con los movimientos de labios, y yo al ver aquella alegría saqué un sol y lo deposité en aquella bolsa transparente, llena de centavos.
Faltaba poco para mí destino y viajaba gracias a la inusual amabilidad del cobrador ( me cobró cincuenta céntimos),que no dejaba de impresionarme con su destreza de años, agarrado al tubo de fierro oxidado, al lanzar los céntimos al datero, que con gran agilidad mental apunta el tiempo de los diversos micros de la misma línea y la cantidad de pasajeros.
La alegría volvió a repetirse minutos después,pero sólo para mí eso creo,ya que subió una chica aquellas que estudian secretariado en algunos de esos institutos bilingües que abundan por todo Lima; miró rápido los asientos y sospechosamente,se sentó a mi lado y me invitó a soñar. Me sentí nervioso y de soslayo la miré y calculé su edad, era joven, linda y con aquellas caderas de potranca que rozaban mis muslos, me distrajo por completo de mi tiempo, dé la realidad, de las cuadras, y del importante examen.
Mi trayecto llegaría a su fin, cuando ella decidiera bajar.Tenía que llamar su atención, era mí objetivo ,estornudé fuertemente ,pero no lo logré solo me dijo salud, una señora que se sentaba detrás mio. Invente miles de fórmulas hasta que ella deslizó una sonrisa, por fin suspiré y la hice mí novia. Conversábamos en silencio, le pregunté el lugar donde vivía, me lo dijo y yo seguía ensimismado con ella , le agarré la mano, ella sonrió aún más y me la dió .Las piernas me sudaban como jugador de fútbol, el corazón conversaba en lugar de mi lengua, que estaba muerta de nervios ,hasta que ella se levantó para bajar y yo fuí detrás, mí pecho rozó su espalda y ella siguió sonriendo; ya era mía.
La tierra del lugar saludó mis suelas de zapatos, acostumbradas a lugares asfaltados; ella caminó muy rápido y yo la seguía.Estando cerca de ella le rocé la espalda para decirle que me esperara, pero ella volteó, agarró fuerte su cartera y dijo no te conozco váyase; quedé peor que boeing estrellado en el mar, la realidad volvió a mi ser y me ví perdido, drefaudado por mi novia que me tiró el aro de la realidad a la cara.
Cuando la calma volvió,vino el micro de regreso,lo tomé molesto,porque había perdido todo,(el examen,el dinero,y el tiempo),luego viendo un asiento vacio y estrecho,me senté; todo ya no era igual, cuadras después subió un señor alto, negro como un caballo,brilloso por el sol de la mañana y escogió mí asiento para recostar su enorme tafanario al lado mió;me dijo con una sonrisa fingida arrímese porfa y yo lo observé con una sonrisa, apoyé mí cabeza a la luna del micro y me invitó a dormir.
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