Después de haber paseado por los bajos mundos.
De haber transitado pesadillas desorbitadas.
De conocer seres despreciables
que todo lo entregan por un poco de estima.

Después de amar sin amar.
De conocer sin saber los elementales Watson.
Después de todo esto...

¿Después, qué?

Después
el abismo.

Arrojarse en vuelo inaudito
hacia lo conocido.

Volar solo,
sin bautismo de fuego.

Estrellarse contra la pared,
golpear contra las realidades
y echar espuma por la boca.

Esperar a que los fuegos
continúen quemando las plantas de los pies.
Pies como suelas
que no encuentran consuelo.

Andar caminos nunca desandados
y marcar las arenas vírgenes del desasosiego.
Andar caminos usuales, los de siempre,
y marcar nuevos senderos.

Deshacerse de la rutina rutinaria
Que lastima la cordura y retuerce las tripas.

Renacer.

Quebrar la monotonía del buen día señora,
buen día señor,
vamos hasta la misma calle de siempre.

Encontrar otro lugar.
Un lugar en que nadie nos encuentre
sin que haga falta ocultarnos.

Y una vez que rompimos con todo,
que somos otros,
que nadie sabe ya quiénes fuimos.
Ni siquiera nosotros mismos.
Después de haber sido y ya no ser...

¿Después, qué?