Mi ventana no tiene barrotes pero cuando parece que voy a abrirla, la cierro. Serán acaso unos barrotes de última generación, con asientos reclinables de máximo confort, barrotes intrínsecos. Cuando parece que escapo y bajo por la calle, resulta que estoy tumbado mirando al techo, ya sabes, esa sensación de mirar al techo que es terriblemente intensa cuando se esta mirando al techo.
Los rincones donde refugiarse siempre están un poco mas allá de los Urales, (o en Londres) por eso ando de un lado para otro con todas las promesas listas para empaquetar y la mirada perdida entre algunos recuerdos, las llaves del coche y un par de postales. Esperanzas auto-engaño, las otras son demasiado caras, o al menos mas caras que lo que el diablo me dio por mi alma.
En mi sueño había un muro. Si se conseguía escalar el muro después había una escalera mecánica, pero no se a donde llevaba porque ni con las mas estúpidas técnicas conseguí subirlo. Después me desperté y comprobé que no estaba soñando, que ciertamente había un muro, pero este sin escalera encima, solo muro, todo muro.
Cuando realmente se corren riesgos y aventuras es cuando se termina pensando que todo error puede ser considerado.