C.J. despertó muy temprano, cogió un pan y tomó un poco de agua, inmediatamente buscó un trapo y su balde viejo que lo acompañaban desde hace 2 años.
Rascándose la cabeza, abrió la puerta de su humilde casita y se dirigió al cementerio donde trabajaba limpiando nichos y vendiendo agua para las flores.
Con sus 10 años era un niño muy despierto y sobre todo trabajador. Lo que ganaba se lo daba a su mamá para la comida del día siguiente y pues si no llevaba dinero, su cuerpo aguantaría toda la furia del padrastro, quien de los siete días de la semana seis andaba borracho.
C.J. era un niño de piel cobriza, cabello casi amarillento por el sol y manos muy marcadas por el trabajo. Su pasión era el fútbol, y cada vez que podía se ponía a jugar con los demás niños en un descampado del cementerio con su única pelota de trapo. Nunca conoció el colegio más que por nombre y la jerga popular era su mejor defensa. Una mentada de madre y dos lisuras más, servían para poner en línea a quien quería ser abusivo con él. Las circunstancias le enseñaron a ser duro con la vida y suave con su familia.
Todo esa mañana estuvo trabajando de un lado a otro ¿Señorita, agua para las flores?, ¿Le limpio el nicho?, “déme su voluntad no más” esas eran sus frases comunes. Cada vez que le daban algo de dinero lo contaba y pensaba ¿Cuánto podré ganar hoy?
Así se paso la mañana. El sol está en todo el centro y el estomago reclama, los niños se juntan y salen corriendo donde una señora que les da un plato de comida por unas cuantas monedas, todos comen muy entretenidos y haciéndose bromas. Aunque mal cocinada, la poca comida sirve para engañar al estomago. Ahora descansan un rato para después volver al “trabajo”.
Pero mejor un “partidito” antes de volver, dice uno de ellos. Ya, ya, ya, responden todos, “yo voy al arco” grita Eduardo, “C.J. tú en la delantera”, expresa Manuel. Todo está listo, pero antes de eso C.J. guarda su poco dinero restante dentro de la zapatilla. Empieza el fútbol y la pelota de trapo rueda de un lugar a otro, risas retumban en los aislados muros y sudores recorren las soleadas caritas, una patada mal dada y dos niños al suelo, se dan la mano y sigue el fútbol, pasan las horas y nadie parece darse cuenta. El sol se esta despidiendo lentamente y la tarde oscura esta apareciendo. ¡Ya es tarde! Comenta Danny, vámonos. C.J. revisa su zapatilla para sacar el dinero, pero por más que busca, no esta, se me debió haber caído mientras jugaba, se dice a sí mismo. Se desespera pero es inútil, recorre toda la pampa de tierra con los ojos muy puestos en el polvo pero no haya las pocas monedas.
Las lágrimas lo invaden y no le queda de otra, no puede llegar a casa con las manos vacías pues sabe lo que le espera, y recuerda lo que alguna vez le dijo su abuela “hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos” así que ni modo tendrá que dormir otra ves en un nicho vacío, de esos que aun están construyendo, ya mañana será otro día y tendrá que recuperarlo. Se tapa con unos plásticos viejos por el frío, cierra los ojos y aprieta los dientes hasta quedarse dormido.
Nicho: lugar donde entierran a los muertos; fosa, tumba.
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