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LA ROCA

Este es uno de mis cuentos favoritos, espero les guste.




Ibagué Hace cincuenta años estaba conformada por 3 barrios. Era una ciudad relativamente pequeña. Una de las tantas montañas que la rodeaba (Y aún la rodea), es La Martinica. Hoy en aquella montaña se puede observar una profunda depresión desde cualquier punto de la ciudad. Sobre esa depresión, existió una roca de cincuenta metros de altura, la cual identificaba a la ciudad de Ibagué en aquel entonces.

Esta historia de amor, describe a Sonia, una bella mujer rubia, de cuerpo esbelto, ojos claros y labios rojos quien además de ser la mujer más hermosa de Ibagué era la envidia de todas sus amigas y vecinas. Lamentablemente tenía un defecto…Su vanidad. Conciente de su belleza, presumía de ella, cargaba un espejo para confirmar cual hermosa era y despreciaba a los hombres que la pretendían. Se cuenta que a cada hombre, que se le aproximaba le exigía levantar la roca, para poder corresponder con su amor. Ninguno de ellos lo había logrado y no había quien fuera capaz de tal hazaña.

Por otra parte Ignacio, un hombre delgado de apariencia humilde, poeta, loco y enamorado, amaba a Sonia desde el primer día que la vio, pero su cobardía le impedía acercarse a ella.

Cada atardecer, Ignacio iba al parque de Belén, se sentaba en la banca que daba justo al frente del balcón de la casa de Sonia, para escribirle poemas de amor. Su musa, desde su balcón, miraba hacia la roca, contemplando el crepúsculo y fingiendo que percibía su presencia, pero sufriendo por no estar a su lado.

Sin embargo fue un domingo, luego de salir de la iglesia, cuando Sonia por primera vez se encontró de frente con Ignacio. Ninguno de los dos podía ocultar lo que sentía; ella se quedó sin palabras mientras él temblaba, los dos se miraban a los ojos, sus miradas penetraban sus almas, almas que de repente se fusionaron en un solo beso apasionado…Una vez terminó aquel beso, el silencio se apoderó de sus entrañas, y fue ahí cuando Sonia quiso hacer alarde de su vanidad y con un “¡esto no puede ser!” trató de destruir lo que Ignacio en segundos había construido.

- Ignacio, ¿tu me amas?
- Como nunca a nadie había amado, Sonia.
- ¿Y por mí harías cualquier cosa?
- Por ti bajaría el firmamento si es necesario.
- Entonces quiero que levantes la roca. Solo cuando la levantes seré tu amor.
- Te juro por lo más sagrado que tengo, que es el amor que siento por ti, que levantaré la roca y conquistaré tu corazón.

Ignacio se encerró en su casa durante mucho tiempo, empezó a hacer ejercicio para fortalecer su cuerpo y cambió sus hábitos alimenticios. Todos en el pueblo se habían enterado del juramento que Ignacio le hizo a Sonia y esperaban el momento en el que subiera a La Martinica y levantara la roca.

Dos años después Ignacio salió de su casa, ahora el poeta era el hombre más fuerte de Ibagué, atrás había quedado esa apariencia humilde, ahora iba en busca de un sueño. Empezó a subir la montaña y tras él todos los habitantes de Ibagué, todos menos Sonia. Ella estaba en su casa, mirándose al espejo y contemplando su figura que era su todo pero a la vez no era nada. Ignacio miró a su alrededor, la gente esperaba el acontecimiento que cambiaría la historia de Ibagué. Él suspiró, se ubicó frente a la enorme roca, la tomó con sus fuertes brazos, inclinó sus piernas y trató de levantarla, pero perdió la concentración y falló.

Desde aquel día todos se burlaban de él. Aquel hombre enamorado no perdió la esencia y decidió a prepararse haciendo un mayor esfuerzo. Tuvieron que pasar cinco años más para que Ignacio lo volviera a intentar. Esta vez era mucho más fuerte, más frío y talvez más osado. No le avisó a nadie, caminó pausadamente y se encontró de nuevo frente a la causante de su infortunio. Para su sorpresa, los habitantes de Ibagué se encontraban una vez más a su lado. Algunos regresaron porque creían en él y otros porque de nuevo querían verlo fracasar.

Esta vez se sentía más seguro de sí, más aun cuando en el horizonte divisó la silueta que se aproximaba a él y que conforme se iba acercando se hacía más hermosa. Nadie se lo esperaba, pero de un momento a otro Ignacio empezó a mostrar una poderosa ira, ímpetu de guerrero, intensa rabia que le generó una descomunal fuerza, la cual fue suficiente para desprender aquella roca de su base y lanzarla a kilómetros de distancia…

Hubo un silencio abismal. Acto seguido, Ignacio muy lentamente se dirigió a ella.

-No me digas nada…Ya se que tu no me amas. Nunca lo hiciste. Lo supe en el momento en el que como una estrella fugaz, llegaste a este lugar a observar mi fracaso. No me amas, porque el amor verdadero, no exige, no pide nada a cambio, simplemente se entrega de la misma forma como el rocío alimenta la rosa de la mañana…

Fueron sus últimas palabras. Descendió La Martinica y nadie volvió a saber noticias de él.

Cincuenta años después, se puede ver hoy, cada atardecer, en algún balcón de Belén, a una anciana llamada Sonia, quien mira hacia La Martinica para recordar al único hombre que ha amado, pero que por su vanidad, nunca pudo tener.


Hericuento

Texto agregado el 17-03-2005, y leído por 819 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
14-01-2008 Lindo cuento, pero él tampoco la amaba. Ella_la_Mariposa
03-07-2006 Hermoso cuento aunque no coincido totalmente con lo del amor que no exige, el amor pide presencia, atención, fidelidad y muchas cosas más de las que somos capaces de dar.+++++ pene-lope
31-05-2006 Otro muy buen cuento suyo... Gran imaginación y maestría para llevar imágenes a letras... Mi constelación... onirica
26-11-2005 simplemente hermoso,cierto y triste tambien.Me atrapo mucho y creo que hay muchas mujeres como sonia, la vanidad es un triste defecto.Me alegro que ignacio se haya dado cuenta de que esa mujer no lo amaba sino que se amaba a ella misma.Precioso cuento, te felicito. precious
23-08-2005 Hayyyy amigo mientras que leia este bello y atrapante cuento me acorde de la pelicula "Cinema Paradiso" ( que un hombre estaba enamorado de una reina y ella a cambio de darle su amor le pidio que se quede 100 días debajo de su balcón dia y noche si sobrevivia le daria su corazón... él llego al día 99) no sobrevivo creo yo!! (por que nunca termino de contar ese cuento... Alfredo a Toto). Te felicito un hemoso cuento y para reflexionar que el orgullo, la vanidad es algo tan vacio, como tener un mangar delante de tu boca y tener ella cosida. mis millones de*************************para ti. besosss nilda. nilda
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