El frío abrazo de mis mil amores
hielan más la sangre que fluye por mi gélido corazón.
sus ojos como pierda golpean las víboras de mi veneno.
Su umbral no es más que gris;
Y su desventurada sonrisa lánguida refleja la misma obstinación
de cenizas por escapar al viento.

Mis lágrimas no son más que prohibidas,
cristales malditos contenientes de mi mirada,
que me transforman en otra estatua más;
Con un gesto monótono y un frío desamor.
Oh, ¿serán réprobas ante el invierno gris?

¿Cómo puedo recordar?
Dejando marchitar los desvenidos ojos,
¿Sin crear un espejo de mi desdichada mirada?
Lágrimas como cenizas,
En el viento, desde llamaradas mezquinas
hacia un infortunio arribo
De un duro semblante sin el albedrío de clamar hacia una vida.

Solo pasos de piedra
Sin un turniquete que detenga el designio,
Sin un discernimiento que me haga dudar
La luctuosa melodía: la cuestión de un arribo
Al semblante de una inherte muñeca
O caminar sobre el bosque de gárgolas congeladas:
Un bosque de desengaños.

La decadencia sobre horas.
Me encadeno a la ceguera
Cuando debería contemplar el jardín
donde las espinas crecen
donde el lago permite mirar
Las tristes lágrimas de Medusa.