"Hay que reconocer que tomaste mucha cerveza anoche", le dijo Mauri.
"Pero si sólo fueron 9 jarros, compadre, no exageres", espetó Javier.
"Claro huevón, pero 9 jarros de litro. Nueve litros de cerveza. Nadie puede. Con razón te pasaste la noche en el baño y los demás tuvimos que mear en el patio".
"Ayy loco, no me digai na más. ok?- que tengo el pene irritado de tanto orinar y la vejiga se me llena a cada rato", dijo Javier y se fue corriendo al baño.
Mauri se echó a dormir mientras esperaba que la tía Mónica les preparara desayuno para pasar la resaca. Sentía el olor de las tostadas. Les iba a poner mermelada de frambuesa y mantequilla. Un buen café y chao resaca.
La tía Moni los llamó a la mesa. "Ya cabros, a tomar desayuno aunque sean las dos de la tarde", gritó riendo.
Pero Javier no estaba.
La verdad prefirieron comer y luego lo buscaron. Habría salido a fumar al patio, pensaron.
Solo un grito de la tía Moni los alertó. Abrió la puerta del baño. Estaba sin pestillo. Y ahí, sentado como una mujer, con cara de cadáver estaba Javi. "No puedo parar de orinar. Ya no aguanto estar parado así que me senté y lo doblé. ¿Sienten como cae?".
Entre gestos de asco, Mauri y los demás se alejaron mientras la tía Moni había desparecido escandalizada.
Luego volvió Mauri. Ese es el coraje del mejor amigo.
"A ver huevón, qué hago, cómo te ayudo. Te llevo a la posta"?-
"Ayyy ,no puedo, sino me puedo parar y además aunque no creas, no es tan desagradable. Me siento el hombre cascada", musitó Javier con algo de risa.
"Ah yo no sé loco. Voy a llamar la ambulancia". Y acto seguido marcó el número.
No se demoraron en llegar. Dos tipos medio gorilones preguntaban que pasaba mientras Mauri explicaba algo inexplicable y Javier orinaba como mujer con una sonrisa en sus labios resecos.
"Mire señor, va a haber que llevarlo porque se va a deshidratar. Lleva horas sin parar de orinar. Necesita tratamiento médico".
Entre los gorilones, los gritos de la tía Moni y la ayuda de Mauri, lo tomaron y lo llevaron hasta ambulancia. Una regadera volaba por el piso. La marca de la cerveza.
Llegados a la urgencia pusieron a Javier en pañales. Pero los pasaba todos. Hicieron junta médica y Mauri esperaba y esperaba sin saber de su amigo.
Javier ya no sentía nada. Casi no veía y el suero no lo aliviaba. ´
Un médico se acercó a Mauri y le dijo serio: "Mire, estos casos desgraciadamente son pocos en el mundo, pero a su primo le tocó. Tiene síndrome de orinamiento por ingesta de cerveza. Venga mañana. Cualquier cosa llame por teléfono".
Mauri se fue pero volvió la mañana siguiente. Lo acompañó la tía Moni. Le había apenado lo de Javier. Además ya había limpiado el piso.
Un grupo de médicos se acercó y con cara seria, muy seria, uno de ellos les dió el anuncio: "lo siento. El joven murió. Era lo esperable dado su caso. Vertió más de 500 litros de orina y se deshidrato completamente. Su sangre y todos sus líquidos se secaron. Afortunadamente estaba dormido".
La tía Moni estalló en llantó y Mauri la dejó en un banquito. Le pasó un té y fue abuscar el cuerpo de Javi.
Cuando entró en la morgue del hospital vió muchos cuerpos y eso lo estremeció. Nunca había estado en un lugar similar. Luego, se fijó en un grupo de alborotados estudiantes que observaban una camilla. El siguió acercándose y encontró en vez de un cuerpo una especie de higo seco con una cinta que decía Javier Sánchez.
Lo tomó con una servilleta grande y el medico forense lo metió en una caja sellada. "Qué pena que no lo dejen para estudios", murmuró.
Pero Mauri no lo escuchó. Caminó por los largos pasillos hasta la tía Moni. Y le explicó lo inexplicable.
A los tres días lo enterraron en el patio de la casa. Al pie de la higuera. Donde tanto le gustaba a Javi tomar cerveza y fumarse un pitillo.
Era lo menos que podían hacer por él. |