La sonambula:

Dolores siempre dormía con el cuchillo mas grande y filoso de la cocina debajo de su almohada; esto le causaba cierto temor en Lucas. Ella nunca le quizó confesar sus verdaderos motivos de aquel comportamiento poco usual, tan solo argumentaba que era por el miedo de las sombras de los árboles que entraban por la ventanta, pero él estaba seguro que el verdadero motivo se escondía más alla de sus risas fingidas y de su constante movimiento en la cama mientras dormía.

Una noche Lucas, como acostumbraba , la abrazó . Su pecho tocaba la espalda de Dolores, y sus manos el vientre, cuando ella estando aún dormida encajó sus largas uñas en el antebrazo de Lucas mientras daba palmadas fuertes a su pecho tratando de separarlo y gritaba desesperada:
-No me toques , no me toques.
El trató de controlarla pero ella de una manera frenética y sin salir de su sueño parecía que pronto entraría en un ataque de pánico. Lucas pensando que se trataba de una pesadilla la trataba de abrazar con fuerza para así contrarrestar sus bruscos movimientos. Las uñas de Dolores seguían incrustandose en el antebrazo de Lucas, en su abdomen y en su espalda. Lucas no soportó más y en un movimiento la soltó. La siguiente acción que hizo fue tomar el cuchillo colocado debajo de la almohada de Dolores, mientras pensaba:
-Pinche loca.
Harto de la sonámbula agresiva salió del cuarto para pasar el resto de la noche dormido en el sillón. Prefería dormir con las pulgas de aquel mueble que con aquella mujer.

Innevitablemente recordaba a su antigua novia, Barbara. Recordaba como algo tan insignificante como el poder abrazar a alguien mientras se acostaban resultaba tan relevante a su relación. Recordaba a aquella mujer con quien parecía que podía pasar las horas tan solo acostado con ella, abrazados, viendo las nubes pasar, escuchando el sonido del viento agitando un ramal de su higuera. Podía aún oler las magnolias de su patio y escuchar el aturdente sonido de su desafinado violín.

Dolores en cambio era todo lo que Bárbara deseara que fuera. Una verdadera hija de la chingada, simpatica, inteligente, sin complejos, y con sus mismos vicios morales: el alcohol, el sexo y la vanidad.

Fue talvez por que de alguna manera Lucas se identificaba más con Dolores la razón que hizo dejar atrás su relación con Bárbara. Otra razón sin duda fue que Barbara nunca fue idem en la cama con él, siempre fue sumisa y con escasa imaginación, cualquier horizonte mas allá de “El misionero” lo podía convertir en un pecado. En cambio Dolores era una leona, una “barbara”, un dolor enviciante, una pecadora perversa que preferiría arder en el infierno antes de aburrirse al momento de tener sexo.

Cuando Dolores conoció a Lucas, era novia aún de Renato. Ella pensaba que era mucha mujer para este último, pero no solo ella lo pensaba sino tambien Renato y todas las personas que los conocían como pareja. Lucas no fue la excepción. Pero no vale la pena adentrarse a fondo en Renato, pues su importancia es poco relevante, tan solo bastaría decir que era un tipo acomplejado, poco agraciado y con una identidad robada de la moda de un canal de cable local.

Tanto Dolores como Lucas habían tenido discusiones con sus respectivas parejas la noche en que fornicaron por primera vez. Utilizo la palabra fornicar y no el término “hacer el amor”, ya que eso es lo que hicieron exactamente, de amor no hubo una sola gota de sudor, pero hubo lo que muchos llaman “química” y esto en pocas palabras se define en que los dos se dieron cuenta, aquella noche, que uno era igual de perverso que el otro. Llevaban ya unos cuantos meses de conocerse y habían dadose un par de besillos inocentes. Ambos tenían conocimiento de sus compromisos con otras personas y esto lo hacía mas interesante. Aquella noche, antes del acto ya mencionado, fueron a un bar de musica Reggae, donde bailaron y tomarón cerveza barata. Después de unas horas tomarón un taxi hacia el departamento de Lucas, donde unos cocteles de vodka barato amarrarían las condiciones iniciales para su aventura.

La mañana siguiente, Lucas fue a dejar a Dolores a su departamento. Renato la esperaba en la puerta, con un plastico cubriendole de la lluvia de aquel domingo y una rosa escondida detrás de su espalda, tratando de sorprender a su novia y en la búsqueda de una reconciliación.
-Tu novio esta en tu puerta guey, ¿me sigo?- Dijó Lucas.
-No, tu dejamelo.- Respondió Dolores.
-Como gustes.-Repuso, sin dudar un segundo.
Quitó los seguros de su carro y Dolores se dirigió tranquilamente a su puerta. Lucas bajó la ventana con el carro aún andando y descaradamente hizo un gesto de saludo a Renato. Podía apreciar la cara de confusión del individuo.

Dolores no tuvo problema en que Renato le creyera que había pasado la noche del sabado estudiando con Lucas. Renato sabía que era mentira pero prefería escudarse en el consuelo de que al menos ella estaba ahora con él y prefería no hacer conflicto de lo que hubiera pasado.

Durante los siguientes tres meses Lucas y Dolores siguieron teniendo en secreto sus encuentros sexuales. Algo había en ese sentimiento de aventura que los hacía agudizar su relación. Cuando ese sentimiento se tornó habitual dicidieron mutuamente que era prudente terminar su otra relación. Cuarenta y dos gritos, treinta y ocho lágrimas, veinticinco llamadas telefónicas, dos corazones rotos, un intento de suicidio y cuatro días después, Dolores se mudó al hogar de Lucas.

Recostado en un sillón lleno de pulgas, con un cuchillo de chef en su mano izquierda y un control remoto en la otra, Lucas seguía extrañando un poco de la tranquilidad que Barbara le daba, mientras cambiaba de un canal a otro cambiaba a su vez de recuerdo en recuerdo en su mente. Lo único que el deseaba aquella noche, que parecía nunca terminaría, era a alguien a quien pudiera abrazar mientras aceptaba adentrarse a las profundidades de sus sueños.