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EL VOLANTÍN
(Para Cristina)

Penelope de niña adolescente era, juguetona y chispeante, cuando recién asomaba sus pies en las tierras de la desolación que vendría después, quiso pintar la vida, y para pintar la vida, pobló la muralla, la más alta de su cuarto, muralla que tenia (como todas las casa antiguas del sur) la forma de un gran trapecio, la pobló de volantines de todos los colores.

Cada noche de su preadolescencia, observaba desde su cama de princesa, uno a uno cada volantín. El rojo con franjas amarillo ocre despertaba en ella, sentimientos de cortes tranversales. El volantín naranjo tan naranjo como una naranja le ilusionaba de sol. Otro de amarillo margarita le proponía campos de verdes praderas. Y había también uno azul, que a Penelope le sugería ríos de agua viva. En la mirada de ella había algo especial, veía cada uno a su vez y a su vez los veía todos juntos, era el paisaje que creaban los volantines esparcidos en la muralla, lo que provocaba en Penelope, algo de desconcierto que aún no conocía.

Cierta noche de luna delgadita en el horizonte, en la primavera del año 70, Penelope comenzó a escribir su diario, su cuaderno. Lo primero que escribió en él, fue mil veces Kike, luego de escribir tan gallo nombre, escribió con su mejor letra, sólo dos palabras, te quiero.

Y comenzó la vida. Nunca más ya sería pequeña como una niña. Penelope comenzó a saborear el sabor de las lágrimas, mal aprendió poquito a poco, que los volantines tienen un hilo a tierra cuando vuelan y surcan los aires ventosos.

Penelope camino los días, también los años, registrando olores, sabores, texturas, sonidos, imágenes. Anduvo muchas hojas de cuadernos, anduvo por todas ellas, fue llenándose de gente, de nombres, de personas, y todas ellas se impregnaron al color de sus ojos, que de tantos colores, se convirtieron en negro profundo, y en lo recondito de su retina, dibujo un volantín, solo un volantín, sin colores y sin forma, pero volantín al fin.

Penelope lloró muchas lagrimas, aun llora, río muchas risas, aun sabe reír, bailo muchos bailes, de todos los bailes el que mejor aprendió fue la zorba del griego, que con maestría, al correr de los años, se convirtió en un insólito sau-sau. Cuando los caminos de Penelope se volvían lluviosos, ella escribía para seguir andando, o cuando en sus andares, las noticias que llegaban dolían más allá de lo soportoble, metía la cabeza bajo un gran chorro de agua corriente y la tristeza se calmaba. En cada cruce de camino, Penelope, se encontró en muchos de ellos, tenía la costumbre de tirar y acortar el hilo de su volantín, entonces, la seguridad volvía, y comprendía por donde continuar.

Así Penelope descubrió y encontró, encontró y descubrió, y creyendo haberlo visto, olido, saboreado, escuchado y tocado todo, dijo, mirando silenciosa: - la vida tiene astillas de cruz y estrellas de luz. Lo que Penolepe no sabía ni menos intuía era que las frases en bronce sólo están en los cementerios.

Y así fue como en otra tarde de primavera, 30 años después, Penelope, supo nuevamente del volantín y me lo contó para que yo lo escribiera.

Penelope encontró a una mujer, con los ojos hundidos de tristeza, le recordaron los ojos de su madre y su sufrimiento, que al final de los días, el sufrimiento de la madre terminaron pegados al corazón de Penelope, la mujer escribía casi rescostada sobre su escritorio, escribía una carta.

-¿Qué escribes?, preguntó intrusa Penelope. La mujer dejó el lápiz, le miró con indómita seguridad, con un dejo de desafió, y ...dijo:

- He soltado el hilito del volantín, lo he dejado ir.

Penelope, creyendo saberlo todo y sin saber nada, comprendió, ¡ como comprendió !: La humanidad toda es un paisaje, un paisaje donde no hay tiempo, todo sucede y no sucede, todo vuela y no vuela, todo anda y no anda, todo es principio y final a su vez, es un gran paisaje de muchísimos volantines, millones de ellos, y no pueden estar en una muralla, tampoco pueden estar sujetos a la retina de algún ojo, los volantines tienen juego propio, vuelan juntos, se topan, se amarran y se desamarran unos con otros, siempre están en vuelo, son siempre diferentes, y sólo si vuelan más allá de la luz, donde sus colores no dependan del lugar (la baldosa) de donde se les observe, solo así, serán uno sólo, sin colas, sin estelas y sin hilos.

(Con mucho cariño para ti)
M. Eugenia









HOY ES UN NUEVO DIA


Suenan en los oídos cansados de la noche, muchos sonidos de vientos de flautas, de ríos de pianos. Suenan.

En la pantalla del computador, aparece en verde musgo “Buenos días alegría”, frase que parodia el “Buenos días tristeza” de Simone de Boubuar, ha sido puesta allí, para saludar un nuevo día de trabajo, o de no trabajo .

La mujer piensa, piensa mirando hacia dentro, hoy es nuevo día, uno más de tantos, con las mismas preocupaciones por lo doméstico, con la misma angustia del futuro.





Texto agregado el 14-03-2005, y leído por 3135 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-03-2005 Mira me gusto muchisimo. es un escrito que habla de la vida y de la muerte, de las alegrais y tristezas, del dolor que conlleva el hecho de crecer, de todo eso de ir quemando etapas. Un texto bello, profundo, prolijo. Mis estrellas! * * * * * PEINPOT
 
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