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Inicio / Cuenteros Locales / PABLIN69 / ROSAS NEGRAS PARA ALBERTO

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Eran casi las cuatro de la tarde cuando Clara salió de su casa después de la agitación vivida minutos previos en la cocina de su casa ubicada en el barrio teusaquillo. Debido a la fuerte lluvia de aquel día, decidió ponerse el impermeable rojo que le había comprado su esposo unos días antes. Al salir de su vivienda se hallo desubicada, no sabia que hacer, solo sabia que debía salir de allí, así fuera para tomar el aire y descansar después del ajetreo; se puso en marcha y comenzó a caminar bajo la lluvia durante un largo trayecto. Después de haber caminado tanto tiempo se encontró de noche en un sitio totalmente desconocido, un parque con el cual ella no estaba familiarizada, lo único que podía ver desde allí era una especie de plaza de flores y caminó hasta aquel sitio, ya teniendo en mente aquello que iba a comprar:
- Buenas noches!, dijo Clara con su voz algo apaciguada por el frío
- Buenas noches!, ¿ En que la puedo ayudar?
- Necesito un ramo de rosas negras!, dijo esta vez con voz un poco más enérgica
- No tengo rosas negras en este momento, pero tengo unas hermosas rosas rojas, ¿no le interesaría?, Respondió el hombre mientras cortaba el tallo de unos geranios.
- No gracias!
Cuando se disponía a caminar de nuevo sin rumbo desconocido, el hombre le dijo:
- Espere un momento señora, si quiere puedo enviar a mi hijo a preguntar al otro puesto que tengo aquí mismo, le aseguro que no se demora!
- Esta bien, la verdad no tengo ningún afán!
El joven hijo del vendedor, de aproximadamente veinte años que se encontraba detrás del mostrador se paró, y salió corriendo hacia el lugar donde probablemente Clara podría conseguir sus rosas negras; mientras ella esperaba la razón de aquel joven, saco del bolsillo de su pantalón un paquete de cigarrillos piel roja y prendió uno nerviosamente; casi llevaba su cigarrillo por la mitad, cuando vio venir al muchacho con un ramo de hermosas rosas negras envueltas en papel periódico.
- Tiene usted suerte señora!, - le dijo el hombre del puesto de flores- conseguir rosas negras es bastante difícil, pero, ya ve, debe ser usted una persona de mucha suerte en la vida
- Si ya lo creo!,- respondió Clara con desgano- ¿cuanto le debo?
- Son doce mil pesos!
Busco el dinero en su pantalón y pagó las rosas; una vez recibió las vueltas decidió que era tiempo de regresar a su casa y enfrentar la realidad, caminó y caminó, y tal vez debido a la situación que la esperaba o al clima, o a la ansiedad, el camino fue bastante corto; cuando llego a su casa no encontró ninguna luz encendida, era obvio, su esposo no estaba en condiciones de hacer nada después de lo ocurrido; abrió la puerta y se dirigió a la cocina, inhaló profundamente para no sentirse tan aterrorizada con la dantesca escena que iba a encontrar, y prendió la luz; allí estaba él, tendido en el piso en medio de un charco de sangre, desnudo, con una profunda herida alrededor de su cuello, y bastante pálido debido a la perdida de sangre. Al verle de nuevo, Clara revivió todo lo acontecido aquella tarde, paso por paso, como si fuera una película a punto de empezar a rodar en su cabeza; ese día un amigo de Clara, compañero de la universidad, había seguido a Alberto, la victima, ya que su esposa sospechaba que le estaba siendo infiel; a eso de las dos de la tarde, su amigo la llamó para confirmarle todo lo que ella había estado temiendo desde hacia mas o menos un mes, todo, debido a la repentina falta de interés de su esposo por ella, ya no le hacia el amor como antes, ya no la acariciaba con esa misma ternura de antes, ya nada era igual.


Desolada después de esa llamada, una perversa idea se le cruzó por la cabeza, ella sabia que las cosas no iban a quedarse ahí, sentía el impulso de hacer algo, necesitaba vengarse, y así lo planeó todo; Clara sabia que no tenia mucho tiempo, debido a que su esposo, quien se desempeñaba como curador en una respetable galería de arte de la ciudad, llegaba siempre alrededor de las cuatro, así que se apuró, subió al ático de su casa donde aun guardaban algunos de los regalos de su boda ocurrida tan solo tres meses atrás, buscó en una caja donde ella sabia que había una atrevida lencería que no había usado, ya que la consideraba vulgar y de mal gusto; buscó y se llevó con ella el mas atrevido que encontró, un conjunto negro casi transparente, que no dejaba nada a la imaginación; se dirigió a su habitación, se desnudo aun con lagrimas en los ojos, se repitió a ella misma que tenia que hacerlo, se miró en el espejo y bajó a la cocina, se sentó en una de las sillas de la mesa que allí se encontraba, con la mirada casi perdida, esperando a que llegara Alberto, su novio de cuatro años y con quien hacia tres meses había repetido en la iglesia el Si, quiero. Veinte minutos después llegó Alberto, y tan pronto como abrió la puerta Clara le gritó desde la cocina:
- Amor, estoy aquí en la cocina, ven que te tengo una sorpresa!
Alberto venia empapado, debido a la lluvia torrencial de aquel día; cuando llegó al umbral de la cocina no lo podía creer, era su esposa la que lo esperaba, pero para él era como un sueño; Clara nunca había aceptado ponerse ese tipo de lencería, así que la sorpresa de él fue mayúscula.
- Hola mi amor! Estas preciosa!, dijo Alberto con una sonrisa en su rostro.
- Te gusta?
- Claro que me gusta,, tu sabes que siempre quise que te pusieras esa ropa que te había regalado tu hermana para nuestra luna de miel!
Clara se contuvo, el comentario no le había gustado, estuvo a punto de decirle que si el hecho de nunca haberse querido vestir como una puta había influido para que se acostara con otra, pero no lo hizo, no quería que de ninguna manera se arruinara su plan, así que prosiguió:
- Quítate la ropa!, quiero hacerte el amor como si fuera nuestra ultima vez!, dijo ella con un tono algo irónico.
Clara comenzó a besar brusca y desesperadamente a su marido al tiempo que le ayudaba a quitarse la ropa; cuando lo tuvo totalmente desnudo al frente de ella, lo tomo por sus hombros y lo puso de espaldas a ella y comenzó a besarlo detrás de las orejas, en el cuello, sus brazos alrededor de su cintura, siguió bajando hasta que encontró sus nalgas, las mordió, besó, lamió; al tiempo que iba haciendo esto, llevó su mano derecha hacia el cajón donde veinte minutos antes había ubicado un enorme cuchillo, lo empuñó con bastante fuerza, fuerza que le salía de su corazón, fuerza que estaba impulsada por el rencor de haber sido engañada, de pronto le susurro al oído:
- Lo siento mucho!
Y antes de estallar en llanto, cortó el cuello de su esposo, quien a pesar de haber opuesto resistencia no pudo evitar la muerte, podía sentir como la vida abandonaba su cuerpo, podía sentir la sangre caliente correr por su pecho, de pronto todo se desvaneció y calló al suelo; Clara subió desesperada, se miró de nuevo en el espejo, se desnudó, lavó sus manos, se vistió y salió.
Cuando de repente el flash del recuerdo había transitado por su cabeza, Clara asumió que había asesinado a su esposo a sangre fría, por odio, por amor, por rencor, por dolor,,, tomó el ramo de rosas negras y las puso al lado del cadáver, se quitó la ropa y se acostó a su lado, no había nada mas que hacer, la pena que agobiaba su corazón era imposible de superar; así que tomó el cuchillo con el que había cortado el cuello de Alberto y como por reflejo cortó sus muñecas, sus brazos, su vientre y hasta sus piernas y encalló al pie de su esposo a esperar la muerte, había entendido que su vida había acabado.

Texto agregado el 14-03-2005, y leído por 818 visitantes. (0 votos)


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