a B, claro.


La luna de sal se multiplica en mis ojos hasta alcanzar el infinito. Subir al micro andando y noches después soñar con un “¡Esperá! No te vayas”. Pero no. Es sólo sueño.
Y atravesar el puente en el que la oscuridad y la luz se fusionan en uno, y temer a las estatuas que lo guardan, y entrar entonces en los terrenos de la infame vigilia, de las noches boca arriba, de la radio que no distrae, de los párrafos tantas veces leídos. Recorrer como un sonámbulo los oscuros pasillos de un texto sobre pasillos oscuros, y comprender que si uno había comprendido, eso fue tan sólo una idea. Claro, caer en la cuenta de que no se ha comprendido nada.
Ella dijo que cada vez me acercaba más. La describí como yo quise que fuera, y se fue de control.

Fue soñarla para saciar esa necesidad de ella. La fui creando de a poco, sin apuro. Primero la hice hermosa, tal cual la quería. Pero después vino lo más difícil. Hice que le gustara el teatro, la buena literatura, la buena música. Le enseñé qué es la amistad, qué es el olvido, qué es el perdón, qué es la soledad, y cómo manejar todo eso. Después, con Cortázar, le enseñé a besar.
Fui construyéndole pasillos oscuros según mi capricho. Le inventé una escalera que diera a la luz, sólo para que supiera que HAY salida. Acaricié su pelo, sus manos y sus ojos para que comprendiera qué es el cariño. Le di a beber lo que su insipiente sed entendía.
Y mientras hacía esto mis fuerzas se fueron agotando (es muy difícil ser para otro). Borracho por el orgullo de mi obra, no me di cuenta de nada hasta que fue demasiado tarde.
Yo ya no era yo, pero ella sí era Ella. Por fin era tal cual yo la quería.


Primero fue necesitarla, y después soñarla. Soñarla de a poco, como si disfrutara un helado. Soñar el pelo en el que me enredaría más tarde; soñar tus manos con las que luego, en un sueño, me ahorcaría; soñar tus pies con los que me acompañaría hasta el abismo de la humillación; soñar tus ojos, y sentarme a contemplar cómo miran una oscuridad más grande que la mía.





agradeciendo a los que me corrigieron el supuesto error en el último párrafo (en donde se pasa casi indistintamente de la segunda a la tercera persona), digo que no es un error.