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La ultima llamada
(Por Julio Bueno)


Ya hace cuatro semanas de aquella noche, aquella noche donde mi vida cambio y donde las cosas a mi alrededor dejaron de tener el sentido lógico que se supone que ordena el mundo, ya que a partir de aquella noche el mundo que conocía cambio por completo, no desde luego aquella no fue como el resto de las noches, aunque me acostara en mi cama como tantas otras noches, y durmiera por el cansancio, como tantas otras noches, y el día había sido como otro de tantos, aburrido monótono y sin aliciente ninguno, por eso ahora si me paro a repasar todo lo que en ese día me sucedió no encuentro nada que lo relacione a lo que ocurrió a la mañana siguiente al despertar, y creo que aunque hubiera estado en mis narices hubiera podido suponer los horribles hechos que sucedieron cuando desperté esa mañana.

Cuando aquella mañana mi radio despertador se encendió, emitiendo la emisora predeterminada, no sonó ninguna canción de rock de los años sesenta como era costumbre, solo el horrible sonido de sintonía de la radio, como si el dial se hubiera perdido, alargue mi mano e intente resintonizar la emisora inútilmente, ya que en ninguna posición del dial conseguí encontrar alguna emisora que amenizara mi despertar, supuse entonces que el repetidor habría sufrido alguna avería o que simplemente era mi vieja radio la que no funcionaba. Levantándome de la cama, aun con los ojos llenos de legañas, me di una reconfortante ducha, que me despejo la cabeza y casi me coloco en el planeta, ya solo me faltaba mi taza de café de las mañanas para estabilizar del todo mi cuerpo, ya que mi radio no funcionaba y yo pretendía oír algunas noticias antes de salir aquella mañana hacia el trabajo, pensé en llevar mi ropa al salón de mi pequeño apartamento de soltero, y vestirme frente al televisor, mientras escuchaba las noticias de los angostos noticiarios matutinos de las diferentes cadenas, pero nada mas lejos de la realidad, pues me quede perplejo en ropa interior frente al televisor, la ropa que tenia en mis manos, se cayeron de estas cuando con el mando a distancia encendí mi televisor, ninguna de las emisoras emitía, solo una continua nevada gris era la imagen emitida por todas las cadenas, no podía ser que se hubieran estropeado a la vez la tele y la radio, ¡era demasiada casualidad!. Termine de vestirme con algo de nerviosismo o más bien inquietud por la situación vivida y me dispuse a ir a mi trabajo en la oficina, ya que la radio de mi coche no podía estar estropeada también, eso seria demasiada casualidad.

La sorpresa fue mayor al bajar al garaje, ya que todos los coches de mis vecinos estaban allí aparcados, cosa poco habitual un miércoles laborable como era aquel ¿O no era laborable? Busque en ese momento mi agenda para ver si estaba en un error, y aquel día no tendría que ir al trabajo, pero no, era laborable y no había ningún festivo hasta dentro de meses en el calendario ¿Entonces porque aquella extraña situación? ¿Acaso aquella mañana nadie de mi edificio iba a trabajar? Mire el reloj y vi que la hora de entrada a trabajar se me echaba encima, y decidí no dar importancia a la extraña situación. Pero era imposible eludir ese pensamiento, ya que al salir a la calle, esta estaba despejada completamente, ningún coche circulaba por ella, y nadie transitaba por las aceras, los comercios estaban vacíos de gente, ni tan siquiera en las cafeterías había personas desayunando, era como si aquella mañana yo fuera la única persona despierta en toda la ciudad. En mi oficina nada era distinto al resto de lo que estaba viviendo, allí no había nadie, cuando lo normal era un alboroto de personas transitando alocadamente sin dirección fija, pero allí no había nadie. Nadie en los pasillos, ni en recepción, ni tan siquiera el sonido de las maquinas de escribir, el silencio dentro de la oficina era absoluto y aquella imagen imposible me dejo petrificado frente a la puerta del ascensor cuando este llego al piso donde yo trabajaba y allí tampoco parecía haber la menor presencia humana, ni humana ni de ninguna otra clase, aquella situación parecía una broma macabra o un mal sueño, pellizque entonces mi brazo con fuerza, ya que recordé que es la manera de saber si lo que pasa es un sueño o es real, pero aquella agresión no hizo mas que confirmar la crudeza de la realidad que me rodeaba y en la que cada vez mas me sentía dentro de un circulo absurdo, lleno de ese vacío absoluto de personas con el que me estaba enfrentando.

No se cuantas horas estuve conduciendo por la ciudad, parando en centros comerciales y en avenidas normalmente con gran densidad de trafico, pero nada, eso era lo que encontraba a mi paso, nada. Llene el deposito del coche y me dirigí a la ciudad mas próxima, esperando encontrar por el camino otro ser humano o al menos una explicación lógica de lo que ocurría, pero nada de esto me esperaba en la otra ciudad, solo la misma imagen siniestra de una ciudad desolada y sin personas ni coches por sus calles. Casi desfallecido y sin fuerzas, mas por lo asustado que empezaba a estar que por agotamiento físico, volví con mi coche en dirección a mi casa, esperando en vano que la situación fuera diferente al llegar de nuevo a la ciudad.

No se cuantas horas dormí en el sofá de mi salón, ya que cuando llegue a mi casa un cansancio sin precedentes me inundo, sumiéndome en un profundo sueño del que despertaría horas mas tarde, en ese momento pensé que todo había sido un sueño y que nada de aquella pesadilla ocurrió fuera de mi cabeza, pero esa vaga sugestión desapareció enseguida al asomarme a la terraza y contemplar el desierto de hormigón y vidrio que ante mi se encontraba. Desoladora estampa que consumía mi mente sumiéndola en un estado de locura, sentía mi corazón salir por mi boca, mis pulmones insuficientes para asumir mi respiración y mi cuerpo menguando a mi tamaño verdadero, aquello estaba fuera de lo que mi mente comprendía, mas allá de mi razón, la cual poco a poco perdía.

Llevo sentado en la terraza de mi piso desde entonces, cuatro semanas en las que me alimento de lo poco que tengo en mi nevera, pero la carencia de alimento no es lo que me importa en este momento ya que mi demencia esta alcanzando grados anteriormente desconocido, me planteo conversaciones donde yo soy ambos interlocutores y aun así no consigo tener nunca la razón en nada de lo que hablo, lo único que tengo claro es que la situación es insostenible y que de algún modo debo poner fin a esta locura, por eso he decidido saltar desde el décimo piso, y espero no sobrevivir al impacto, ya me estoy colocando sobre la barandilla, me sostengo colocando las manos sobre el balcón del piso superior, en sus bajos, no debo editarlo mucho, debo saltar ahora, debo soltarme y dejar que esta pesadilla termine para siempre, ya noto como mis pies resbalan en la baranda, noto como pierden el contacto y como una sensación de escozor recorre mi pecho, una situación de angustia me recorre en milésimas de segundo mientras con las manos arqueo mi cuerpo para forzar mi caída, pero ¿Qué es ese sonido? ¿Dios no debí haber salado? ¡El teléfono esta sonando! Entonces el camino al encuentro del asfalto se hace mas largo de lo esperado, casi interminable, pero sin posibilidad de retorno, solo una pregunta recorre mi mente en los instantes que tardo en llegar al suelo ¿Quién seria el que llamaba?

Texto agregado el 14-03-2005, y leído por 588 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-03-2005 Yo no era la que llamaba. un beso eloisa
 
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