Las horas perdidas del día. ¿Dónde se han metido? Imagino que vagan en un lugar destinado para las horas rebeldes, sin relojes o prisiones. Imagino lo mejor para ellas, mis horas amadas, las que me hacen viejo cuando en realidad soy joven. Esas, que me convierten en un ermitaño cuando debía ser un moderador, un actor, un detective, un abogado.
Son todas mujeres. Son horas mujeres. Se van persiguiendo amores ideales o pianos con rostro de luna. Se pierden por buscar un lugar que las adopte como tales, no como rechazo o entidad de medición, no con ese pragmatismo frio, potente y sesgario a las que se las condiciona. Ellas, las horas, ellas, las perdidas del día.
Son tan tiernas en su andar melódico. Meneandose entre desvarios y promesas de paraíso. Entre locuras aberrantes y felicidades completas. Se muestran danzantes, acusadoras, elocuentes, hermosas, neblinescas, lluviosas, secas. Como germen y cura, látigo y masaje, piano y roca, nutria y gaviota, sauce y mesa, silla y árbol.
“Era en ellas y por ellas cuando te veía en tus paseos nocturnos, absorbiendo pasos sobre un pasto húmedo y quebradizo. Briznas estelares de un mundo adelantado, escribiria si esto fuera un poema. Porque no lo es, ¿no lo es? No lo escucho, no lo es tanto, no te entiendo. Yo te veo. Caminas sumergida entre tus propias huellas deformantes, acunada eternamente por mis horas extraviadas y precisas. Las únicas. Las todas. Las que levantan universos a su alrededor, embelesando con su .
un entorno hecho para ti, para ti, para ti. Un lugar propio, mecedora propia, neblina enfrascante y musicalizada, penetrante e infinita, ¿lo ves no? Infinita, eterna, vuelta y vuelta… perdida entre las horas de una noche sin tiempo”
Después desperté, el sol estaba ya alto. Las horas no perdidas me montaban un ataque de celos. Me gritoneaban y cuestionaban, me apretaban el desayuno tardío y se me metian en la tomada del bus en la esquina. Prepotentes gritaban “comprensión para nosotras, las de siempre, las que estamos, las que te ordenamos la vida”. Yo las miraba de reojo, ignorándolas. Mi corazón está comprado, les dije.
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