Miraba para arriba y para abajo, estaba sentada en una silla, en un cuarto donde esperaba. A ella le tocaba en unos minutos, su prueba, tocaría la flauta. Esperaba. Por la ventana resplandecía el sol de la mañana, que iluminaba la estancia. Las hojas de los árboles caían, era otoño, el viento arrancaba esa antigua vida, que alguna vez brilló, que un día inició en primavera. Ella seguía esperando, sentada en su silla, con su flauta en mano, acariciándola, como si fuera algo con que no pudiera vivir. Seguía esperando.
Temblaban sus manos conforme avanzaba el tiempo, nerviosa se ponía de esperar. Pero esperaba, sabía que debía esperar. Sin embargo, sentía que algo recordaría, que sus quimeras no la dejarían tocar. Temblaba cada vez más, hasta que sintió miedo, y rompió una llave de la fantasía. Observó como las nubes se tornaban amarillas, y que las hojas iluminadas por el astro se transformaban en agua. Que la realidad renunciaba a estar con ella, y todo se transformó. Ya no estaba en un cuarto cerrado, estaba en una llanura, ella rodeada de árboles, aún con su flauta en mano. Las nubes que habían sido amarillas se oscurecieron, el sol se apagó y la luna brilló en ese espacio.
Mantenía en sus manos la flauta, que no soltaba, hasta que la dejó ir, cayendo en el suelo. Un rayo de luz iluminó el pasto donde cayó la flauta, y la flauta se transformó de metal a cristal, con una luz interna. Y sintió como algo la llamaba desde arriba. Sintió como si hubieran llamado a su oreja, como si hubieran susurrado, pero era la luna, que estaba oculta por una nube que pasaba por el momento, pero que apareció al poco tiempo.
Una luna le estaba hablando, le estaba preguntando, quería escucharla cantar. Ella se impresionó por el pedido, y se sentó en el pasto, junto a su flauta. La luna insistió que cantara, pero ella no sabía que hacer, quería cantar, pero quería salir corriendo, y terminó sentada. Al observar el cielo nocturno observó como estaba completamente estrellado, como había estrellas en todos lados. Ésta imagen le dio confianza y empezó a cantar.
Cantó, y observó que la luna y las estrellas bailaban en el cielo y brillaban con ella. Pero al callar las estrellas dejaron de jugar y la luna regresó a su forma original. Su flauta de cristal le llamó la atención, había dejado de brillar mientras cantaba, la tomó y la observó, sintió como en el cielo las estrellas se movían estremecidas, pero no le puso atención, se acercó a la flauta y la empezó a tocar.
Había empezado a llover cuando tocó, observó como las nubes regresaron, tapando la luna y las estrellas, los árboles se movieron hacia el lado opuesto a ella, la flauta siguió brillando, ella siguió tocando. De pronto, la flauta dejó de brillar y se empezó a quebrar. Ella empezó a llorar, no quería que su flauta se rompiera. Bajo la lluvia observó como la flauta se hacía pedacitos en sus manos.
Olvidada de la lluvia siguió observando los restos de su flauta, hasta que su atención fue llamada nuevamente, pero ahora por el agua, estaba lloviendo tanto que la llanura se empezó a inundar. Guardó el pedazo de cristal que le quedaba de su flauta y corrió por el bosque.
Corría y corría, y de pronto sintió que ya no corría, que los árboles habían desaparecido, cerró los ojos y sintió que estaba volando, que había dejado atrás el llano, que los cristales de su flauta la estaban empujando y le estaban dando vuelo. Abrió los ojos y observó que no había volado, que había flotado, estaba en una pequeña balsa a la deriva en el mar. En el horizonte podía ver el sol al amanecer, ¿la noche había pasado? ¿en realidad hubo noche?
Estuvo sentada en su balsa un rato, y contempló el maravilloso amanecer. Alrededor de ella no había nada más que agua, el horizonte se perdía en el mar y las olas chocaban con el sol. Se podían ver a lo lejos pájaros volando en parvadas por el cielo, pero no se acercaban a ella. Y siguió flotando en el mar, por un buen rato, siguió flotando a donde la llevaran las olas.
Sintió de pronto un cosquilleo en su mano, su flauta estaba ahí, cerró los ojos y los abrió. Se encontraba en el cuarto de donde había partido, las nubes eran grises y el sol se había ocultado, ella sentada en la silla, en su mano su flauta, en la puerta se escuchaban pasos. No quería regresar a esta realidad, quería seguir en su mundo de fantasía, donde todo puede llegar a ser realidad y la realidad se puede convertir en fantasía. Corrió a la ventana y la abrió, el ruido le recordó la ciudad en donde vivía, la seriedad y la amargura que se sentía, hasta que tocó su bolsillo, y encontró un pedazo de cristal. Lo observó y se dio cuenta que era de su flauta de cristal. Lo tomó con sus manos y cerró los ojos.
Al abrir los ojos se encontraba flotando, en el mar, de noche, en la misma balsa donde se encontraba hace rato, la luna brillaba sobre su cabeza, las estrellas la cubrían con su manto, ella sonrió. |