“El despertar”



Aquella noche me sentía más solo y desesperado que nunca, mi cuerpo sudoroso olía a ese especial perfume de la química que había consumido durante esos tres días de juerga. Es como si un extraño estado de conciencia invadiera todo mi ser, por primera vez cuestionaba mi vida licenciosa y bohemia, quería salir y continuar con mi rutina que desde los trece años llevaba religiosamente, amigos, amigas de baja monta, burdeles y callejuelas, las más oscuras posibles. Tenía cierta conciencia de mi realidad, pero mi deseo de consumir drogas era intransable. Miré mis manos detenidamente como si fuera a encontrar una respuesta en ellas. Observé mi cuarto y me di cuenta que no era mi cuarto, que no era mi cama, que no era mi vida, un sentimiento de angustia se apoderó de mí y quise salir corriendo y gritando, luego un miedo paralizador me estremeció por completo, caí de rodillas al suelo y comencé a llorar desenfrenadamente. Tenía 28 años y no lograba recordar nada, era como si no hubiera tenido una vida, nada que contar, nada que pensar, ni un solo recuerdo. Sequé con mis manos lentamente la transpiración que caía desde mi frente que inundaba mis ojos llorosos y alfin una imagen vino a mi mente y refrescó mi alma entumecida, como para un caminante en el desierto una gota de agua pura y cristalina. Era el recuerdo de mi Madre, mi hermana, mi hermano mayor y mi hermoso hermano pequeño, sus rostros se vinieron como torbellinos a mi memoria y el recuerdo de antaño, como cuando era libre y era yo, me sacó de ese transe infernal. Salí calladamente de aquel cuarto de otro mundo, me dispuse a caminar en busca de mi ser, no se cuantas calles recorrí, el cansancio no existía, su recuerdo hermoso me inspiraba y cuando estaba frente a la casa de antes un viento fresco acarició mi rostro torturado y una sonrisa invadió mi fas, ese era yo y me había encontrado.