Pasé delante de unos hombres, saqué pecho y metí barriga, ellos tenía unos 80 años, yo estaba desesperada, necesitaba un marido. Y todos mis intentos de la vía legal habían muerto. Me quedaba en el ultimátum que recibí de las queridas autoridades españolas, solo un mes o tenía que irme si no quería que ellos me echaran.
Entonces tenía un mes para lo imposible, encontrar trabajo o casarme. Y trabajar no estaba entre mis planes mas inmediatos.
Me dediqué en cuerpo y alma a encontrar marido. Con papeles y la nacionalidad española ya no estaría sujeta a volver al infierno. Empecé por dónde se empieza, buscando en las agencias matrimoniales, son perfectas, es como ir a una agencia de viajes, lees los catálogos, las ofertas y eliges la que más te guste. Lo malo es que no hay hombres de 30 años desesperados por casarse. Se concretan entrevistas como con las ofertas de empleo. A la una en el café Oviedo, a las dos en la terraza Pasteur, y así. Buscando sin encontrar. Llegó un hombre con muy buena pinta, todo un mariquita que necesitaba salvar las apariencias, al que yo acosé con preguntas y se fue sin pagar la cuenta. Es que sí íbamos a ser marido y mujer, yo quería saber a quién necesitaba engañar y no ser sincero con él mismo. El segundo era un gordo un tanto aceitoso, pero muy divertido, pasamos una hora estupenda. Yo tenía que salir corriendo a la otra entrevista porque quién quita que el otro halla puesto su foto de verdad en el catálogo y era tan guapo como parecía. Además en la sinopsis decía que era Doctor en físicas, y un doctor gana bien. Así que llegué un poco tarde, despeinada de tanto ir corriendo por las calles de Madrid hasta que me presenté en la cafetería. El único hombre que había sentado como esperando no era el de la foto, y tampoco era mi pareja de una hora y cita concertada. Esperé mientras imaginaba que el doctor en físicas tal vez se habría ido porque es un hombre puntual. No llegó. En la agencia me dijeron ya había encontrado pareja en la cita anterior, así que pregunté por el gordo gracioso y tampoco que no estaba disponible para mí. Seguí inscrita en la agencia por si algo aparecía, muy urgente le dije a la señorita. Ya veremos me contestó la fiera esa.
Fui como quién no quiere la cosa a una agencia de empleo temporal, aunque en el informe de las autoridades españolas aclaraba muy bien y en mayúscula, que un empleo temporal no da derecho al permiso de residencia y trabajo. Mirando las ofertas de limpiadoras me encontré una de dependienta de librería, un trabajo fácil me dije. En las librerías nunca hay nadie. Me presenté en la librería, sin pasar por el protocolo de la agencia. Un señor muy viejo era el dueño y sus hijos no querían hacerse cargo de la librería que los había alimentado como me dijo el señor viejo. Así que me contrató para siempre, o por lo menos para lo que le quedaba de vida porque también me dijo que sus hijos estaban esperando a que él se muriera para liquidar el negocio. Yo metí la mano en mi estampita de la virgen y le rogué en silencio que le diera larga vida al señor o por lo menos un año que es lo mínimo que me pedían en el ultimátum.
Me fui a casa contratada, con derecho a no volver al infierno de país dónde había nacido, y sin marido.
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