Hace horas que permanezco arrodillado en la esquina de este lúgubre pasillo, durante horas estuvieron dándome patadas sin descanso, no podría recordar el número ni los lugares de mi cuerpo en los que sus golpes impactaron, pero lo cierto es que es tanto el dolor que casi no soy capaz de sentir ninguna de esas agresiones que sufrió mi cuerpo hace pocos instantes. Yo permanezco aquí, casi tumbado, entre las tinieblas y la tenue luz de la luna llena que esta noche radia en el cielo de este paraje desolador.
El tren, el despojamiento de mis ropas al bajar del mismo, el calor y el sopor dentro de aquel vagón diseñado para transportar ganado, el momento en que mis dientes me fueron arrancados, ya que en ellos había varias piezas de oro, y al parecer no nos permiten tener cosas de valor, la cauterización de mi boca con sosa, cuyo dolor si que tengo presente, mas aun que el de las patadas de las botas de los soldados, mi carencia de pelo, ya que al parecer les es de utilidad para el relleno de asientos y sillas son recuerdos que una y otra vez se repiten en mi mente, como si de una incesante película que atascada en el reproductor se refrendara en sus imágenes dantescas.
No se que hice para estar en esta celda, a la que llaman de castigo, quizás fue aquel tropezón que tuve mientras trabajaba limpiando las letrinas comunes y que desparrame el barreño de excrementos sobre el uniforme de un oficial, que enfurecido grito palabras ininteligibles en ningún idioma y amenazo con volarme la cabeza en ese preciso instante. No se quien le detuvo, ni porque no obro conforme a sus impulsos, pues he visto mil veces ese comportamiento, incluso otros peores que rememora mi mente y preferiría olvidar.
El de noche, solo perturba mi oscuridad la luz de la luna llena que penetra por el diminuto ventanal, permanezco quieto y callado, intentando escuchar el silencio de la noche en este lugar de terror, y es cierto, este lugar es inundado por un fantasmagórico silencio, solo interrumpido por las pisadas de algún centinela o por el chirriar de las juntas metálicas de focos que permanecen alerta sobre cualquier posible fuga. Pero si intensificas tu silencio, si contienes la respiración lo suficiente como para que tus oídos lleguen mas allá de las pisadas y el chirriar metálico puedes percibir los llantos lastimeros provenientes de los barracones donde se encuentran personas normales, recluidas como ganado, apilados, sucios, malolientes y sin duda desesperados por no ser capaces de comprender el sentido de semejante locura humana.
¿El sentido de esta locura? No tiene sentido alguno, si quisieran nuestras pertenencias de valor ya nos habrían soltado, pues de ellas nos despojaron nada mas llegar, si lo que pretenden es exterminarnos ¿Por qué no lo hacen de una maldita vez?¿Por que alargan nuestra agonía? No trabajamos en nada, no hacemos nada, solo pasara revista varias veces al día, comer algo a lo que llaman comida, que ni un cerdo comería en sus momentos de mas hambruna, solo estamos aquí para soportar sus torturas y humillaciones, solo estamos aquí para ser sus crueles juguetes.
Toda esta visión de horror fue de repente interrumpida por algo que no encajaba en la situación aciaga en la que me encontraba, pues una hermosa polilla, o quizás fuera una mariposa, de bellos colores, con sus alas mitad azules y mitad naranjas, alegres y vivos, como ajenos al horror que le rodeaba, se poso en mi mano reclinada sobre mi rodilla. Aquel mágico ser permaneció allí durante largos instantes, como so me observara detenidamente, al igual que yo hacia con el, manteniéndome perplejo frente aquella visión de belleza inconmensurable, el reflejo de la luz que la luna emitía sobre sus alas multicolor consiguió por un instante abstraerme a un mundo donde recordé verdes campiñas de mi niñez, recordé amores juveniles y la alegría con que mi vida se desarrollaba antes de aquel día en que subí al tren.
El sonar de unas llaves en la cerradura de mi celda espanto a la magnifica criatura, que salio como alma que lleva el diablo por el pequeño ventanal que permitía la entrada de la luz de la luna, como el presagio de algún horror, mi mente al presenciar eso volvió a escuchar los lamentos y llantos de mis congéneres. No levante la mira, no se si por miedo a la reacción de la figura que a mi se aproximaba, o quizás por impotencia de sacar de mi cabeza todo aquel terror que incesantemente venia a mi cabeza en forma de imágenes pavorosas.
Aquella figura permaneció allí durante un buen rato, marcando con los tacones de sus botas un incesante sonido que se introducía en mis oídos como agujas. Yo entonces, no se si por miedo o quizás por evadirme de aquello que parecía inminente, me centre en retener la imagen de aquel ser alado, con sus vivos colores y en su manera de permanecer posado con total tranquilidad sobre mi mano, era sin duda la imagen mas bella que jamás vería, sin duda el instante mas bello. Fue esa la imagen que tenia en mi mente cuando escuche el amartillar de la pistola de aquel oficial, ni siquiera escuche el dispara que atravesó mi cráneo, terminando por fin con esta tortura inexplicable, al menos pude marcharme con la imagen del instante mas bello que jamás llegaría a vivir.
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