Ya no se encuentran instantes así en el mundo, se acabaron, se han ido de la realidad.
No era necesario seguir haciendo burbujas en el bar, pero quedaban los instrumentos en la mesa sin que los use nadie, y como el bar se encontraba lleno, se dignó a propulsar una gran esfera. Sopló con ganas, le agregó algo de instinto, algo su alma y de su aura y le puso amor.
Salió una hermosa burbuja de cristal flotando por el aire, con sus colores propios, con su elegancia al planear, con paciencia al esperar.
Parecía estar en sus comarcas, se la veía feliz, sonriente, recorriendo a la perfección el bar que parecía tanto conocer. Volaba sola, buscando su destino, porque todo lo creado tiene uno, giraba entre sus amigos, avanzaba contenta llena de aire caliente emanado por una ráfaga de deseos sociales y personales.
Algún tiempo luego de su nacimiento, recordó su propósito, el propósito por el cual había comenzado a danzar en el aire.
Lo había visto, su blanco estaba allí, sonriente de a ratos, guerrera en otros, pero siempre con su adorada sutileza, esa que la hacía verse distinta.
La burbuja reconoció eso, y emprendió un viaje raro hacia ella, decidida en algunos momentos, tímida en otros, pero consiguió entras en la zona pensada.
Estaba cerca, ya distinguía su cara intranquila pero decidida, había entrado en su aura, ya se encontraba dispuesta a mirarla a los ojos, por eso la pompa comenzó a bajar, cada vez más cerca a ella.
Entiendo los deseos de mi padre, y me deshago por ellos. Hago esto porque se que nunca lo podrá hacer mi emanador - dijo en voz alta -.
Y se estrelló contra sus labios… |