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Barcelona a 19 de Marzo de 1941

Hola papá, tus cartas han llegado con mucho retraso. Nos dices que estás bien y que muy pronto tendrás
el juicio. También dices que hace mucho frío y que a veces
la comida es poca y mala, y que no nos preocupemos, que has
hecho buenos amigos y no tardarás en estar con nosotros.
Papá, me gustaría ir a Burgos a verte, pero el tío Eduardo
no quiere por el momento, dice que está muy mal aquella
zona y no dejan las autoridades que visitemos a nuestros
familiares. Yo no le creo, así y todo le hago caso y
esperaré mejores momentos. Quiero que sepas que te queremos
y confiamos que pronto te dejen libre y podamos estar los
tres unidos, como antes, claro que mamá ya no está. Me
acuerdo mucho de ella y cuando puedo acudo al cementerio a
llevarle flores. Le hablo de ti y no le digo que estás
prisionero, creo que ella ya lo sabe, seguro que reza para
que pronto salgas de allí. Yo digo mi oración cada noche,
sé que antes no querías que lo hiciera, el tío dice que las
cosas han cambiado y debemos de ir a la iglesia y rezar al
irnos a la cama. Creo lo entenderás, porque tu eres muy
sabio y comprendes a las personas. Te echo mucho a faltar
papá.¿Sabes que aún tengo aquel libro que me regalaste en mi cumpleaños?. Lo leo cada día y me gusta mucho ese poeta que se llama Antonio Machado. Sabrás que está muerto y enterrado en Francia, junto a su madre, se lo oí comentar a unos señores en la barbería y que no se puede leer nada de él. A mí no me importa porque los versos que escribe son bonitos. Creo que yo también voy a ser poeta.

El tío Eduardo me lleva, como tú hacías antes de la guerra, muchos domingos a la estación de Francia. Nos pasamos las mañanas viendo como llegan y salen trenes. La gente que acarrea paquetes que sacan por las ventanillas a toda prisa y se pierden por las calles de Barcelona, y muchos militares. El humo de las locomotoras nos ennegrece las narices. Escuchamos el sonido que hacen al salir de la estación, a mí me parece muy acompasado, me gusta, lo comparo con los versos del poeta Machado; las dos cosas tienen un ritmo muy bonito. Tú me dirías que alguna cosa tiene que ver con la otra si estuvieras aquí, contemplándolo, estoy seguro de que sí. Tío Eduardo no siente como nosotros esas sensaciones, él, sólo ve jabón y tijeras. Parece que le va muy bien la barbería y yo le ayudo en algunos enjabonados antes de afeitar, creo que algún día aprenderé bien el oficio y podré hacerlo como él. Quiero ser poeta y puedo ser barbero también.

Ahora empezará la primavera. Los días son menos fríos y más largos. Papá, dime cómo son allí los días, ¿las primaveras son igual que aquí?. Hemos preparado un paquete y mañana te lo enviaremos, no es mucha cosa. ¡Ah!, y te mandaré una pelliza de piel que pudimos comprar en los encantes por poco dinero ¡A ver si la recibes antes de que llegue el buen tiempo! Un día cogeremos un tren de esos e iremos a verte, acompañaremos los ritmos hasta Burgos por los Campos de Castilla, como dice en su libro el poeta.

Sigo yendo a la escuela y en mis ratos libres voy a un sitio secreto, donde nadie me ve leer el libro de Machado, detrás de la estación de Francia. Allí hay muchos trenes rotos en las vías que no llevan a ninguna parte. Parece un cementerio de elefantes, como esos que hemos visto en algunas películas. Me he buscado uno que parece bastante nuevo, lo llamo el tren de los poetas. Tiene muchos vagones y una locomotora que ya no echará más humo. Es muy triste ver aquello, tanto silencio me da miedo y subo rápido a mi tren para leer. Alguna veces me asomo a una de sus ventanas y me quedó un buen rato mirando aquello convertido en chatarra y me imagino esos trenes funcionando por las vías de nuestro hermoso país, con sus viajeros sentados en los bancos de madera, cerrando las ventanas cuando llega un túnel para que nos les entre el humo, el movimiento acompasado y el silbido del maquinista cuando hace su entrada en alguna estación o apeadero, o....¡Viajeros al tren!. Sé que nada de esto ocurrirá con mi tren, este tren que llamo "el tren de los poetas". Por mucho que sueñe, nada será verdad. Este montón de chatarra abandonada por culpa de la guerra jamás volverá a tener vida y quiero dársela yo, con mis sueños y los poemas de Machado.

He conocido a una chica que vive cerca de nosotros, en el Paseo del Borne, se llama Laura. Ella es muda, bueno, no habla desde que en un bombardeo quedó atrapada entre la pared de una casa derruida, y del susto que pasó no ha vuelto a decir ninguna palabra más. Como a mamá, que...ya no salió con vida de la panadería...Papá, no quiero ponerme triste ni que tu llores ahora, hemos de ser valientes.

El otro día nos fuimos los dos al tren de los poetas y le enseñé el libro de poemas, creo que le gustó. Arreglamos un poco el vagón para estar más cómodos. Ahora me parece el tren más hermoso que hay en España, aunque no funcione. Me gustaría ser un mago y poder darle vida, echar carbón a su caldera y viajar por todo el mundo, leyendo los poemas de Machado, pasar por los Campos de Castilla... Seguro que a Laura le encantaría y posiblemente empezaría a hablar otra vez.

Aquí en nuestra calle Montcada todo sigue igual. El tío Eduardo tiene bastante trabajo, sobretodo los sábados. Le ayudo un poco cuando me deja, enjabono antes de afeitar y recojo los cabellos del suelo. A veces me dan alguna propina, es poco y la guardo en una hucha. Cuando esté llena compraré un billete de tren para poder estar contigo y darte muchos besos. Papá, me gustaría contarte un sueño que tuve el otro día. Soñé que...

Hacía una mañana hermosa. La primavera olía por todas partes. Era domingo y el tío Eduardo aún dormía cuando me levanté. Tomé algo de leche y unas galletas, agarré el libro de Machado y salí sin perder tiempo a mi tren, al tren de los poetas. Abrí todas las ventanas y puertas que pude dejando que el aire puro de la primavera penetrara en su interior. Hubiera deseado que Laura estuviera allí. Lo deseé con toda mi alma. A veces los sueños se cumplen y como aquello era un sueño, Laura vino al cabo de un rato. Ella, con gestos de manos y muecas con la boca, como si las palabras le fueran a salir de una vez, me dijo que deseaba estar allí conmigo y hacer el viaje juntos, un viaje que yo le había contado una vez que deseaba realizar con aquel tren tan muerto y viejo, pero que en definitiva era un tren y por mucho que estuviese allí su misión era la de funcionar y llevar viajeros por su raíles a todas las partes de España. Que no aceptaba su moribunda vida en aquel apartado tétrico y fúnebre al que se veía sometido. Era como hablar con una persona, y con quien estaba dialogando era con un montón de chatarra.
Emprendimos nuestro maravilloso viaje a través de los campos y ciudades, encaminamos una ruta llena de imaginaciones y deseos, de ilusiones y nostalgias. Nos subimos al tren de los poetas y dimos rienda suelta a nuestras vidas.

Papá, no me tomes por loco. Una vez, cuando tu y yo hicimos un viaje al pueblo de mamá, yo me senté al lado de la ventana de aquel tren que nos subimos, deseaba contemplar el paisaje, y tú, con mucha ilusión por la decisión que tomé, porque te diste cuenta que me interesaba por cosas tan bellas como la naturaleza, me fuiste explicando cada momento del recorrido, cuando atravesábamos un túnel insistías en cerrar la ventanilla, te sabias todos los túneles del recorrido, las estaciones...Aquello lo recuerdo ahora con tantísimo cariño...

El tren de los poetas estaba listo para iniciar su viaje. La locomotora comenzó a soltar humo por su chimenea. Los compases del tren al contacto con los raíles calmaron nuestro nerviosismo. Laura ocupó el lugar de la ventana, igual como hice yo aquella vez. Salimos de Barcelona, pasamos por el Paseo del Borne para despedirse de su familia y por la calle Montcada para decirle adiós al tío Eduardo. Quisimos acercarnos al mar y lanzarle unos besos, recoger un poco de sol Mediterráneo y guardarlo dentro del tren. Ahora si que nadie nos pararía ya, nuestro sueño, dentro de un sueño, se iba a cumplir.

Laura seguía mirando a través del cristal y en ocasiones me miraba y sonreía. Sé que estaba contenta y en cualquier momento podría hablar, estaba seguro de ello. El traqueteó del tren nos ponía la piel de gallina porque vimos que aquella aventura se había convertido en algo más que una simple esperanza.
Atravesamos toda la Ciudad Condal y nos dirigimos hacia el interior del país. Nos acompañaba un buen día. El sol penetraba en el interior del vagón dándonos de lleno en la cara. Nuestros cuerpos rebosaban de alegría. Iba leyendo unos poemas de Machado y Laura escuchaba en silencio. Sabía que tarde o temprano oiría su voz. Necesitaba saber como sería... dulce, suave como la brisa que a veces rozaba nuestras caras al asomarnos al exterior. Quería ser acompañado por las palabras de mi amiga.

Un movimiento sobre mi cuerpo me hizo despertar. Dormía después de un largo trayecto sumergidos en la oscuridad de la noche. Era Laura que me avisaba que llegábamos a un gran puente de hierro sobre un enorme río. Pudimos ver que se trataba del majestuoso Ebro a su paso por Zaragoza. El ruido que desprendían los hierros de aquel acueducto sobre las aguas nos asustó un poco. Creo que Laura soltó un grito de pánico. Fue lo primero que me pareció sentir desde que la conocí. El miedo volvió a su cuerpo. La abracé y nos escondimos debajo de un asiento hasta que superamos aquel tramo del recorrido y el tren se volvió a perder por los paisajes aragoneses camino de Burgos.

Empecé a leer unos poemas de mi libro. Antes de terminar con el primero, Laura me lo arrebató de las manos y siguió con el siguiente. Su voz era angelical, fina, suave...
Fue como si un trozo de cielo acariciara mi cuerpo y penetrara por mis poros hasta llegar al corazón. Aquella muchacha hablaba. Otro momento de miedo le devolvió la voz y de que mejor forma sino leyendo unos versos del gran poeta Antonio Machado, recorriendo sus campos de Castilla y admirando todo aquello que él reflejó en su libro. La cogí de la mano y avanzamos hasta la puerta donde da acceso para el paso al siguiente vagón. En la plataforma de unión y agarrados al asidero estuvimos un buen rato dejando que nos invadiera el monótono sonido de aquellos hierros rozando los unos contra los otros. El potente aire nos daba de lleno en la cara y disfrutábamos como dos locos subidos en un tren e indiferentes a lo que la vida nos ofrecía o a lo que la vida esperaba de nosotros.

Creo papá, que es un sueño demasiado bonito, incluso para vivirlo en la realidad. Ahora, después de tantos días sigo pensando que jamás podré ver realizada esta ilusión que tuve una noche. Son presentimientos, algo me dice que es imposible. Aún así me gustaría que leyeras como terminó mi pesadilla.

Recorrimos los otros vagones que conducían a la cola del convoy. Todos estaban vacíos, sólo un aire de soledad los invadía. Laura gritaba de alegría, articulaba muchas palabras y de vez en cuando decía mi nombre. Una vez en el vagón de cola nos sentamos muy juntos en el estribo de la puerta y esperamos con ansiedad la desaparición del sol por detrás de las montañas, el ocaso de un día maravilloso camino de la esperanza en ese tren que yo había bautizado como el tren de los poetas.

Antes te dije que a veces los sueños se cumplen y sé que éste no, por eso es triste soñar algo que nunca sucederá. Algún día, cuando vuelvas a casa nos escaparemos a la estación y veremos como los trenes llegan con pasajeros cargados de maletas, niños llorando y militares que besan a sus novias. Llenos de nostalgia recorreremos los andenes en busca de alegría y libertad, de voces silenciadas y personas atrapadas en el tiempo. Viejos sin sonrisa y mujeres gastadas por una larga guerra y les daremos la mano para que todos ellos suban a mi tren, el tren de los poetas, y emprenderemos un largo camino por esas tierras de España, los campos de Castilla que tan bien describió Antonio Machado y nos pararemos solamente en la puesta de sol, entre vagón y vagón para decirle al mundo lo felices que somos.

La noche es fresca y el cielo está estrellado. Miro con desengaño a esas lucecitas que parpadean alguna vez. Cuando me acuesto por las noches dejo la ventana abierta para escuchar el sonido que deja el silencio, porque es mudo ese silencio en el que a veces estamos sometidos. Quisiera oir los trenes desde aquí, creo están algo lejos para que sus ruidos entren y toquen mi cuerpo. A veces, los noto a faltar. Tú me enseñaste a deleitarlos, a compaginarlos con los versos, a saber apreciar lo bonito de la vida y los trenes siempre me parecieron hermosos.
Seguiré subiendo a mi tren particular, a leer poemas de Machado, a esperar que Laura siga hablando cada día más y acortaré la eternidad para que pronto tú también estés conmigo en el tren de los poetas.

Un beso papá. Te quiere, Federico.
--------------------------------------FIN


TINTIN-(Roky)2004©

Texto agregado el 11-03-2005, y leído por 236 visitantes. (0 votos)


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