DIARIO DE UN VIAJE (ESTÁTICO)
Día 1:
Es un día de inusual matiz. Esta mañana el Sol iluminaba de otro color, y el aire tenía un extraño aroma que hace rato no emitía. Me miré en el espejo, y vi que no me veía... es decir, mi carne era simple translucidez bajo la luz de la lámpara. Tomé mis temores y los puse dentro de mi bolsillo, y me decidí a afrontar la rutina con pies firmes. Anoche mientras dormía comencé a desdoblarme. El cordón de plata se alargaba a medida que mi alma se distanciaba (había emprendido un largo viaje al lugar donde habitan las ánimas), y mi cuerpo, bajo el inerte proceder de la rutina, sólo podía sumirse en la extrañeza. Desperté; hoy debía afrontarlo, estaba sumergido en la espiral de los interrogantes. Un poco más solo que de costumbre, salí de mi casa, tomé a mi amigo de felpa (de quien esperaba, pudiese llenar una parte del vacío), subí a mi medio de transporte y, aún en marcha, el constante movimiento del cordón (que no dejaba de unirme a mi alma) comenzó a marearme. Supe entonces que se alejaba más y más, con cada segundo que pasaba. Sin embargo, la vida volvió a mi cuerpo; mientras existiera el infinito cordón de plata nada tenía que temer. La tristeza es tan efímera como la alegría misma. Además me acompañaba un diminuto mono de peluche quien no me soltaría hasta que pudiera reencontrarme con mi alma. Y aunque el color del día no cambió, la expresión de mi rostro sí lo hizo. No hay nada como estar enamorado...
Día 5:
Amanece ante mis ojos. El cielo se deshace en matices que encierran el azul profundo de la noche con el naranja brillante de la aurora para cubrir la ciudad que parece devastada por una guerra. El sentido de la responsabilidad me impulsa a recorrer esas calles silenciosas y frías. El viento trae ecos desde territorios ocultos que a partir de ese momento serían memorias de las luces y gritos. Camino. Al ritmo de mis pasos se materializan mis vacíos. ¿Dónde estará la humanidad? Asumo mi rutina desde la extrañeza. Tomo el transporte, asombrado por tanta quietud. Por casualidad me encuentro con un amigo. Él recorre mi mismo camino. Compartimos los mismos sueños y forjamos las mismas esperanzas. Su destino se oscurece como el mío.
Tengo aún muchas cosas por hacer, el tiempo me favorece. Sin embargo, prefiero evocarla con mis palabras. Fijo mi atención en el cordón de plata...
Día 9:
La percepción del tiempo es sólo un ambiguo rompecabezas que se configura según los estados de ánimo. Es por eso que hoy me siento esclavo de la quietud. Sin intención he envejecido (como jamás lo había hecho) en las últimas horas. Cuando las emociones se arrastran por el piso, las fases del devenir parecen imitarlas con devoción, generando así una especie de culto al sarcasmo. ¿Pero quién soy para cuestionar el perfecto orden del caótico proceder del universo? Pese a esto, existe en cada momento una oportunidad para nacer de nuevo. Es ahí donde se manifiesta la grandeza de los tiempos. Es muy fácil sonreír, aún cuando se deteriora el corazón. Pero no sonrío por eso. Lo hago porque mi alma se encuentra a cientos de kilómetros, y no existe nada que pudiese deteriorarse dentro de mí, más que los preceptos idealizados.
Si bien mi alma se encuentra al otro extremo de este cordón, hemos logrado ridiculizar la distancia gracias al flujo constante de nuestras voces. Aún tenemos un obstáculo por sobrepasar... el tiempo. Creo que la única manera de hacerlo es aventurarme a la espera. Y ya lo hice (lo estoy haciendo). Mientras tanto, me dedico a llenar el vacío que dejó mi alma con juguetes de plástico que sin lugar a duda serán despedidos a su regreso. A final de cuentas me encuentro más cerca del comienzo que del final...
Día 10:
El día es borroso. No soy indispensable y lo sé. Tomo mi equipaje y enfrento el mundo. Todos ríen. Río yo junto a ellos. El mundo entero es de sonrisas y de placeres. Hoy no quiero disociar al mundo, quiero mimetizarme entre el humo de los cigarrillos y reír hasta la muerte. ¿Por qué estoy tan triste? Camino con firmeza hacia el destino multiforme que me consume. Nada podría ser tan malo. Me resguardo; afuera el frío aniquila las canciones. Es la hora del placer. Río, río mucho aunque mi corazón se desintegre de dolor. Es un día secreto y de secretos. Hace frío, pero me espera el calor del olvido temporal. Es el momento de mí mismo (suspiro)...
Día 14:
Quiero guardar estas palabras en el secreto. Sólo espero que no lleguen a envenenarme con el transcurrir del tiempo. Tomo el cordón de plata que me une a mi alma, y se produce en mí una profunda necesidad de halarlo. En realidad, en la nostalgia del momento, quisiera tomarlo y ahorcarme con él. Descubrí mi soledad nuevamente. Ahora, más que nunca, siento el peso de la distancia. Es melancólico. Quiero a mi alma, aborrezco la distancia.
Sé que se encuentra en plenitud. Miro el cordón. ¿Estará ahí realmente, del otro extremo? Tal vez deba cortarlo. Si mi alma todavía ansía verme, de alguna forma a mí llegará. No quiero que me recuerde, el día que se quiebren sus alas, como el verdugo que cortó su libertad. Es un día de rutinas, como todos los demás. Con un triste sabor a decepción, más hacia mí que cualquier otra cosa. Las disculpas jamás serán suficientes, pero en mi angustia no encuentro otro camino. Lo lamento y mil veces lo lamento. Seguramente mañana amanecerá de nuevo... un día más de espera. Sólo le pido a Dios que mi alma no termine por aborrecerme. Ha sido un día oscuro...
Día 16:
Cuando el vacío es más grande, el proceder de mi imaginación es más intenso. Otro día de rutina; de carencias. No he sabido de mi alma, al menos lo que usualmente sé. En los designios del destino la turbulencia es una constante. Me siento durante horas a pensar qué podrá estar haciendo en ese instante en que llega a mi mente. Las vibraciones del cordón cambian de intensidad cada minuto. Quiero cortar la distancia. Tomo mi camino y me desplazo hacia los extremos. Ahí encuentro lo poco que queda de mí. Es probable que despierte del sueño una vez haya vencido el tiempo. La única manera de lograrlo es resignarme y esperar. Quienes me rodean resuelven mi contexto. Tanto les debo ahora que me apena confesar lo que aviento hacia el futuro.
Día 17:
El sueño es la constante voz de la apatía. Si me preguntasen qué deseo en este momento, dormir sería la única respuesta. Quisiera cerrar mis ojos y abrirlos al final de mi espera. Así no sufría las violentas sacudidas de la tierra ni las agitadas mareas de polvo que traen consigo los restos de esta ciudad. Todas las mañanas soy testigo de lo mismo. Si así fuera por el resto de mi vida, podría llegar a creer que es la realidad. Sueño que sueño... y anoche emprendí el vuelo. Espero llegar al Cielo, difamar a las estrellas, devorarme la Luna, dibujar constelaciones. Me elevo cada vez más alto dentro de las limitaciones de mi mente... sueño y sigo soñando... dejo los días atrás. Será en el día en que cubran mi espalda, una vez abandone mi prisión.
Amar sin limitaciones es mi mayor limitación. Es un día como cualquier otro. Vano, silencioso. No obstante, escucho mi alma, entonces todo el universo se transforma. Mi vida se llena de gozo, y el existir deviene en simples y llanos suspiros. Pero termino siempre por deshacerme en el viento. Es solamente la efusividad de un minuto que no alcanza siquiera a ser un segundo. Tomo el cordón. Parece que el contacto con mis manos lo ha deteriorado un poco. Quisiera tirar de él, arrastrar mi alma hasta mi cuerpo... Pero me avergüenzo de mí mismo. ¿Quién pensaría que mi egoísmo pudiese llegar tan lejos? Mejor callo y espero. Sueño. Duermo.
Día 19:
Si existe una palabra o un concepto tan profundo como el amor, es precisamente la resignación. Existen métodos para hacer de la espera un espació habitable. Hay otros que no son tan amenos, pero que sirven de consuelo a los seres aturdidos; digamos, por ejemplo, contar los días, como si estos llegaran a acabarse. La posibilidad del regreso de mi alma es cada vez más plausible. El simple hecho de pensarlo, me llenaba de júbilo hace unos cuantos días. Hoy me atemoriza. No quiero que descubra mi debilidad. La ansío hasta más no poder, pero no quiero cortar su libertad. La amo una y mil veces dentro de mi reducido universo. Tomo mi corazón y lo acicalo, como siempre. Acepto (con un profundo ardor) que pertenece al cielo más que a mí. Y cuantas veces sea necesario emprenderá su vuelo. ¿Y yo? A la expectativa. Una vez sea parte de mi rutina será como si nada fuera. Y si así debe ser, pues espero que así sea. Por amor más vale que sea así.
Día 21:
Salgo de mi casa con pasos muy bien coordinados, hace días que no caminaba con tanta firmeza. Tan lejos estoy del vuelo. Cada vez que pongo un pie en el suelo siento cómo se entierra hasta el corazón del planeta. Allí no hay paredes. Existen tantas oportunidades que sería una completa insensatez el negarlas. No puedo dar un paso adelante sin saber qué es de mi amada. Aún cuando estoy sumido en la sobriedad de apatía severa, no logro desprenderme del profundo sentimiento que me apaga. Con temor y con anhelo espero poder amarla hasta la muerte, así sea en la quietud de mi soledad infinita... En ella descansan todos mis sueños. Mi amada y dulce alma.
Día 23:
A la distancia esculpimos nuestras mutuas figuras, imagen y semejanza de lo que pudiéramos llegar a ser en una realidad práctica. Queda aún tanto por explorar en esté mísero cerco que el hecho mismo de permanecer estático se convierte en herejía. Compongo estructuras que pretenden liberarme de este territorio, adverso, infame, cada una, cargada de significados delicadamente acomodados, busca convertirse en mi tiquete de salida. Cada letra, cada frase y cada verbo es símbolo de ruptura, me deshago de mí mismo con tanto esfuerzo... es en estas oraciones que recae mi esperanza.
Al despertar me encontraba sumido en una horrible pesadilla. Mi alma y yo estábamos separados por miles de kilómetros, cada uno labrando el camino de su propio devenir. Los dos soñando permanecer siempre en la niñez, el único medio de permanecer unidos eternamente; soñando... afrontando la verdad de los caminos que se bifurcan. Como el mundo es una gran espiral podremos quizás encontrarnos en uno de nuestros tantos viajes por la plurivocidad de los contextos, y entonces ver (bajo el ojo de la soberbia) que nuestros destinos segmentados son simplemente el movimiento de un gran todo bajo el que siempre hemos estado contenidos. Sólo en medio de nuestros deseos seremos niños hasta el final de los tiempos, unidos por el cordón de plata irrompible, cargados de una potente energía electromagnética que nos atrae y que nos mantiene unidos. Es esa la materia de nuestros juegos más sublimes.
Hoy no llueve, pero tampoco se ve el Sol. Tomé todas mis lágrimas, mis dolores y mis penas... todo... escondido en mis bolsillos para que no se hiciera manifiesto en mis palabras. Si he de morir no he de llevarte conmigo, amada y dulce alma. Con nada sueño más que verte en todo momento, adornada por tu sonrisa. Cada segundo me encuentro más cerca de perder por completo la razón. Me cubro con mis cobijas, y me dispongo a velar toda la noche.
Día 25:
La barrera del tiempo se ha acortado considerablemente. Estoy tan cerca del final, a las puertas del jardín de los senderos, donde todo ha de adquirir nuevas significaciones... ese irregular terreno de incertidumbre donde terminan los preceptos del encierro... allí, en el marco del punto de llegada, se da inicio al ciclo de la eterna espiral. Y aún a la víspera de nuevos senderos, con las manos entre el fuego y los ojos vendados, he de confiar que el camino a casa estará guiado por el cordón de plata que sale de mi frente.
Y ahora que el tiempo del reencuentro es tan cercano, me río de mí mismo. Tantas horas de desvelo y de melancolías que ahora parecen vanas por la emoción que palpita en mí. Tal vez, si no enloquecí en este lapso, es probable que nunca lo haga. Incluso, quizás ni siquiera haya de morir, pues aún en la ausencia no he muerto. Hoy un día lluvioso en que el sol no quiso esconderse, un milagro que parecía irrealizable y que puso en evidencia mi impaciente insensatez. Ahora, y en adelante, he de guardar las cenizas de mi angustia, con el fin de tener presente que la espera también es vanidad...
Día 26:
Lo que escriba mañana en estas páginas será un enigma. Hoy fue un día de rutina, como lo fueron todos los días precedentes, que no dejaron más que el sinsabor de miles de toneladas de espera. Hoy, aún lejano, siento que me he despojado de ese hiriente tejido. Me sumo a la ansiedad de estos nuevos segundos que acortan la distancia. Hasta ahora (y sólo hasta ahora) comienzo a creer que todo fue parte de mi delirio, nada más. La cuenta que talló la transformación ahora es regresiva. De cierto, puedo afirmar que la felicidad es el intermitente oscilar de momentos que llevan al alma a sus diferentes estados de ánimo. Ahora sé que todo es reversible. Y sólo espera quien ama.
Mi alma, mi dulce y amada alma. El cordón al que debo la vida (quizás del mismo material del que transportaba vida a mi cuerpo mientras estaba dentro del vientre de mi madre) comienza a acortarse. Hoy no tengo recuerdos sino prospectos. Espero al regreso de mi alma, entre risa, entre gozo. Mañana será otro día, otra nomenclatura, otra historia. Y los días de dolor y pérdida volverán también, sabe Dios cuándo, pero mientras los mantenga en el olvido podré fusionarme en el fugaz arco iris que proyectan mis sueños. Mi alma... conmigo... mi alma.
Es un día gris, como todos los demás. Lleno de vida. Me siento, estático, como una planta, en ausencia de palabras. El pequeño mono de peluche me observa. Mi amigo de felpa. Ambos nos miramos en el espejo, pues somos imagen recíproca. De aquí hasta la eternidad nos pertenecemos en un pacto. Mi alma yo, y todo el marco de significación que nos compete. Símbolos en constante movimiento que se remiten por su indisoluble relación...
©2005 David Escandón V. |