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Mauro y Manuel




Mauro tiene siete años. Va a segundo grado de La escuela José de San Martín, que queda pasando la plaza del Mercado. Sus padres lo adoran. Es un niño muy bueno, un poco travieso a lo mejor. Pero buen pibe.
Su mejor amigo es Manuel, que es un poco más grande que él, pero igual de travieso. Ambos se juntan todos los días, en la plaza, a jugar en el sol de la tarde.
Mauro siempre lleva sus juguetes preferidos. La pelota de goma de todos los colores posibles, el camión para jugar en la arena, el robot que enciende lucecitas azules. Manuel lleva revistas con historietas divertidas, un trompo que le regaló su papá, y también galletitas que saca de su casa. Lo único en el mundo por lo que ambos pelean, a veces, es por los anillitos de crema. Pero la mayoría de las veces, los reparten. Como buenos amigos.
A veces una rueda del camioncito se sale, y Manuel, que es un poco más grande que Mauro, le enseña cómo asegurarla para evitar posteriores accidentes.
También Manuel le ha enseñado a Mauro como lanzar el trompo que le regaló su papá. Mauro ni sabía que existía ese juguete, pero lo encuentra sumamente divertido. Manuel le ha dicho que algún día se lo va a regalar. Cuando él ya no lo necesite. Así son los amigos.
Una vez, los chicos que juegan en las hamacas del otro lado de la plaza, se burlaron de una gorra colorada que la mamá le había puesto a Mauro. Manuel les dijo que no los molestaran porque les iba a ir a decir a los padres de ellos. Entonces los chicos se burlaron de Manuel, por jugar con chicos más chicos que él. A Manuel no le importó. A Mauro tampoco.
Cuando vuelven de la plaza, Manuel lo ayuda a Mauro a alcanzar timbres demasiado altos para él, y ambos corren divertidos, ante la sorpresa y el enojo de los vecinos.
Mauro tiene otros amigos con los que juega a veces, pero ninguno es tan divertido como Manuel. Ninguno sabe tantas cosas. En cambio Manuel no tiene en su cuadra muchos amigos de su edad. Se han ido yendo de a poco. Pero no juega con Mauro solo por eso. Juega con él porque lo quiere.
Así son los amigos.
A los padres de Mauro no les gusta mucho que Manuel juegue con él porque es más grande. Por eso no lo invitaron al cumple de ocho de Mauro. Mauro no lo sabe y entonces espera ansioso, y en vano, la llegada de su amigo. Cada timbre que interrumpe la fiestita es una esperanza renovada. Pero Manuel no llega nunca. Recién un rato después de que se fue el último niño, llega una señora con un regalo de Manuel. Está enfermo, por eso no ha podido venir. Una caja azul con el trompo prometido. Mauro envía con la señora, la bolsita del cumple que ha guardado para Manuel, hasta último momento.
Mauro espera que Manuel se cure rápido para agradecerle por el trompo. Y al día siguiente juega solo sin su amigo en la plaza del mercado.
Manuel no se cura. Muere a la edad de ochenta y cuatro años en la clínica del Sagrado Corazón, a tres cuadras de la plaza donde Mauro hace girar el trompo.
Junto a su cama, la señora recoge las revistas de historietas, algunos anillitos de crema en un platito y la minúscula bolsita del cumple.

Texto agregado el 10-03-2005, y leído por 256 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-03-2005 Preciosa historia... de una ternura interminable... de verdad, preciosa KaReLi
 
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