Frente por frente el torreón
con un mirador llorando
por la marcha de Petra,
querida, generosa, de salud
plena y triste, con esa
mirada cristalina,
como constipada y frágil,
aquel moño rebosado
en mechones sobre un
largo y claro cuello
que derrochaba vida
sin saber su nombre,
que bebía de las nubes
sin tener un jarro donde
recoger el brillo del agua
espejo. Donde nunca se vio
Aguadulce, marzo de 2005
José María de Benito
Texto agregado el 10-03-2005, y leído por 171
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