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Cristina







¨Tengo ganas de ir a la Creamfields¨ dice Cristina. Con mi socio quedamos como si acabáramos de ver un ornitorrinco vivo al lado del fax. Ah, ustedes no entienden. Claro. Ustedes no la conocen a Cristina. Cristina es la telefonista de la empresa. Cómo les puedo explicar. A ver.
Es de esas personas que se pasan el día entero esperando que sea el momento exacto para decir algo fuera de lugar. Es ligeramente obesa. Lo de ligeramente es un eufemismo que utilizo por si ella llega a abrir este archivo. Porque ella no encuentra el teléfono a veces. Aunque esté sonando. Pero me abre archivos personales.
Así es Cristina. En un sweater de ella se podría escribir La Guerra y la Paz, y quedaría lugar para un par de comentarios del autor. Mejor no hablo de la ropa que utiliza, porque ya me pasó una vez que nos estuvimos riendo con mi socio y después soñé.
Se maquilla estrictamente lo justo como para perder esa cosa linda que tienen las mujeres que no se maquillan, pero no lo suficiente como para parecer linda. A ver. Qué otra cosa.
Utiliza un perfume que varias me hizo pensar que había un piquete en la esquina, y que estaban quemando neumáticos. Una vez nos preguntó como hace el parkímetro para saber de qué auto es la moneda. Cosas así. En fin.
Escucha Arjona. No creo tener que extenderme más. Mi socio dice que yo exagero un poco. Pero cuando dice eso, le recuerdo cuando ella borró unos archivos vitales de la empresa por instalar Mario Bros.
Cuando hago esto, mi socio hace lo siguiente: primero esconde la cara entre sus manos, permanece así durante unos segundos, luego baja lentamente sus manos mirando al vacío y casi en un susurro dice: ¨Qué pelotuda… por Dios, no me hagas acordar…¨





………………………………………


Creamfields Buenos Aires parece ser uno de los eventos más atractivos para quién cultive mínimamente el gusto por la cultura electrónica. Ya lo he pasado verdaderamente bien en ediciones anteriores. Pero esta parece ser la mejor de todas. Hay de todo.
He llegado inusualmente temprano este año. Estoy realmente contento de estar acá. Estrellitas en los ojos, de la alegría. Con cada conocido que encuentro nos abrazamos como si fuéramos los únicos seres humanos vivos del planeta. Estoy con algunos amigos que se sienten exactamente igual de felices que yo. Estamos ahora escuchando a un productor canadiense que me gusta mucho.
De pronto la noticia corre entre todos los que estamos bajo esa carpa como un reguero de pólvora. ¨Empezó Deep Dish¨. Yo había leído que tocaban más tarde pero parece que empezaron antes. Antes de dejar apresuradamente la carpa donde estamos, mis amigos le gritan no se qué de ¨…seguí participando¨ al disc jockey. Me parece una total falta de respeto. Por eso los adoro.
La carpa donde tocan los iraníes ya está repleta. Sin embargo sigue entrando gente.
Los tipos están sonando realmente muy bien. Un deep house que parece estar diseñado en el cielo. Yo soy una de esas personas que cree que la felicidad existe solo en pequeñas dosis diseminadas cuidadosamente en la vida. Lo suficiente como para no suicidarse, ni tanto como para no andar hecho un boludo satisfecho. Este es uno de esos momentos de felicidad. No creo que algo pudiera hacerme más feliz. Bah, algo si, pero se encuentra demasiado lejos aún. Continúo.
Entre el río de gente que sigue llegando a la carpa, creo ver una cara conocida. Pero no. No puede ser. Me habrá parecido. Desarrollo mentalmente mi vieja teoría de que no existen en el mundo más de veinte tipos de cara y sus millones de combinaciones posibles. Es imposible que esté acá. Es imposible que esté acá. (Eso no es un error de redacción, es que mi cerebro no puede concebir más que esas cinco palabras). De pronto, la veo nuevamente.
¿Le habrán puesto ecstasy al agua para que la gente ahorre tiempo? Con razón es tan cara. Pero no. No estoy drogado. Tampoco estoy siendo objeto de alguna demencial cámara oculta. Yo las hacía. Sé como son. Pero no. No hay dónde esconder las cámaras. Bueno. Listo. No queda más que rendirse a la evidencia. Cristina. Cristina Beatriz del Valle Diprieto está en Creamfields. No lo puedo creer. Ensayo una torpe broma mental para recuperarme de la impresión. Debe estar buscando la carpa donde toca Arjona, desesperada porque en ningún lugar venden panchos. Pero no está desesperada.
Comienzo a percibir algo que realmente me hace dudar de mi propia cordura. (Ya dije que no estoy drogado ¿no?) Cristina parece estar en su elemento. Se mueve como si lo estuviera. Saluda a varias personas (¡muchos parecen conocerla…!) Con cada uno tiene el gesto exacto, distendido, ocurrente. Veo un montón de tipos que intentan llamar su atención. Ella los rechaza de un modo sutil pero delicioso, realmente parece ser la persona más auténtica de todos los que estamos bajo este cielo de lona y sonidos. Sigue teniendo el mismo cuerpo de siempre, pero hoy lleva un atuendo original, divertido, pero sensual. Con una combinación maravillosa de colores. De pronto se me ocurre una idea salvadora para no caer en la locura absoluta. Decirles a mis amigos que esa es Cristina, que me ayuden a entender… Pero no. Ninguno de ellos la conoce personalmente. Cómo voy a decirles que esa mujer maravillosa de la ya habla bastante gente alrededor nuestro, no sabe pasar una llamada telefónica. Tengo miedo que crean que estoy loco. O que me sobró una entrada y me la fumé, que se yo. Entonces, otra idea salvadora. Es alguien exactamente igual a Cristina, idéntico. Dos gotas de agua. Y en el momento exacto en que pienso eso, la mujer milagrosamente parecida a Cristina me vé. Y me hace la misma sonrisa comprensiva que cuando llego los viernes después de haber salido un jueves. Dios me ampare. Es Cristina. Me saluda. Casi ni puedo responderle debido a la conmoción cerebral que poseo. Le hago un torpe ademán. En ese momento un grupo de gente bastante numeroso se interpone entre ambos y la pierdo. Créanme si les digo que hago lo imposible por volver a encontrarla. Debo ser el único tipo que se está perdiendo Deep Dish, por buscar a su telefonista. Pero no la encuentro más.
Mis amigos me arrastran hacia una zona densamente poblada por chicas solas. Pero ya no es lo mismo. Una duda mortal se ha clavado en mi cabeza. Me río, bailo, me maravillo de la música, pero de una manera que ahora se me antoja automática.
¿Habrá sido Cristina realmente la mujer que vi? Quizás no lo sepa nunca. Lo mejor será relajarme y tratar de disfrutar. Eso. Para eso he venido. No para andar especulando estas tonterías. Listo. Divertirse y punto.
El dúo se encuentra ahora en su mejor momento. La carpa explota. De clima y de gente. La música ha ido creciendo en ritmo e intensidad de una manera asombrosa. Realmente se está a pleno. Por ahí los tipos cazan un micrófono y dicen no se que cosa de invitar a alguien, que en mi deficitario inglés yo no alcanzo a entender. Mucha gente empieza a aplaudir. Veo que todos miran hacia la parte trasera del escenario. Seguramente van a invita a algún disc jockey de acá. ¿Cattaneo? Escuché que tocaron juntos en Ibiza una vez. O a lo mejor es algún otro productor groso. Ahí parece que sube. Ah no, parece que es una mujer. Que raro. No se me ocurre quien… ¡La puta madre que lo parió! No puede ser. No. De pronto es como si hubieran quitado el audio y todos comenzaran a moverse en cámara lenta. No puede ser. Deep Dish acaba de hacer subir a Cristina al escenario. Debo ser la única de las cuatro mil personas que están en esta carpa que no está ovacionando. A Cristina. Dios Mío. Debo ser el único que está temblando. El único cuya frente transpira de esta manera. ¨Bueno¨ me digo ¨calma¨, realmente es el parecido más increíble que he visto en mi vida. La mujer tan parecida a Cristina se abraza con los iraníes (parecen conocerla desde hace mucho) y aprovecha un base que los tipos dejaron sonando y empieza a pinchar (de sólo escribir esto vuelvo a temblar) Arjona. La mina pone Arjona. Y la gente lo baila. Es más. La gente delira. ¡Encima lo que está haciendo queda bien! Arjona sonando en Creamfields. Cuando ya siento que las piernas no me sostienen, alcanzo a ver como se arrima al micrófono lateral y dice ¨Marcelo, ¿estás por ahí? esto es para vos…¨ y pone una versión de In a State de UNKLE cantada por Arjona. Pero a esto yo no lo escuché. A esto me lo contaron. Porque yo ya me había desvanecido y me llevaron a un puesto sanitario. Cuando recuperé la conciencia eran como las ocho de la mañana y la gente ya se estaba yendo.





………………………………………….







El lunes fui bastante temprano a la empresa. Yo nunca llego antes de las once. Pero llegué a las nueve. La misma hora en que llega Cristina. Pero ella no fue.
El martes tampoco.
Ni el miércoles.

Texto agregado el 10-03-2005, y leído por 244 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
10-03-2005 ey pero al final le falta algo... hum... buena descripción KaReLi
 
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