Estoy Trabajando
Huy que buena que está la minita del negocio ese... La voy a encarar de una.
-Hola...
-Hola como estás... ¿Qué andas buscando?
-A vos te ando buscando. ¿Querés tomar un café?
Me mira y se sonríe apenas. Bien. Si la hacés reír, ya tenés la mitad del partido ganado.
-No, no puedo porque estoy trabajando. Gracias.
-¿Y después?
-No, tengo un compromiso después. Gracias igual.
-Bueno listo. Disculpáme ¿eh?
- No, todo bien... ¿Te puedo ofrecer algo?
-No. Gracias. Chau.
-Chau hasta luego.
Mirá si será hija de puta. “Estoy trabajando” mandó. Claro que está trabajando. Obvio. La onda era que “...ay no sé, que se yo... podría ser, salgo a las ocho” o si no algo honesto tipo: “mirá... la verdad no me gustas mucho... pareces medio mogólico” asi dicho de frente. Pero no. La eterna falsedad de las chicas que venden ropa. “Ayyyy te queda divino...” ó ¡Esa camisa te hace mas alto!” ó “...las dos te quedan bien ¿eh? yo que vos me llevo las dos” eso cuando no te abren la cortinita del probador cuando tenés los pantalones a la rodilla al grito de... “¡Como anduvooooo...!??
“Estoy trabajando” mandó. La puta que la parió. Que falsa. ¡Más vale que está trabajando! No la voy a agitar de una que deje el negocio solo, y entre cualquier pelotudo, y se robe la caja del día, o venga otro y se masturbe en el probador, o viole un maniquí, que se yo... la gente está tan loca... Pero no era esa la onda. La onda era “...ay no sé, que se yo... podría ser, salgo a las ocho” Que falsa de mierda.
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-Hola.
-Hola como estás. ¿Te puedo ayudar en algo?
-Si, mirá... Quiero cambiar esta remera.
-Dale... ¿Tenés la boletita?
-Si, acá la tengo.
Saco la remera y la boleta de la bolsa.
-La quiero cambiar por otro color.
-Pero escucháme... ¿Esto está usado...?
-Si, me la puse varias veces. Pero la lavé ¿eh?
-Pero no te la puedo... mirá la boleta, esto lo compraste hace... ¿Dos años...?
-Dos años ya... increíble como pasa el tiempo ¿No? Pero no estabas vos. Me atendió otra chica... Gordita.
-Pero escucháme... Yo no te puedo cambiar algo que ya está usado, y que además tiene dos años...
-Pero casi no la usé. La usé re poco.
Ahora si. Se está empezando a poner nerviosa. Buenísimo. Mira la remera. Mira hacia afuera del negocio. Me vuelve a mirar a mí.
-No lo podés cambiar a esto...
Tomo delicadamente la boleta de entre sus manitos con anillos baratitos.
-¿Qué dice acá? Acá abajo de la boleta. ¿Vés? En letra verdecita. “Para cambios ó devoluciones, solamente los lunes de 9:00 a 13:00 hs.” Bueno, hoy que día es... Es lunes. Y son las diez menos cuarto ¿no?
-Si no pero, no me entendés lo que te digo... (Ahora sube un poquito el tono) ...la remera está usada... ¿Ves? Así ya no la podés cambiar...
-¿Y si me la cambiás por otra usada? Pero de otro color ¿eh?
Ahora hace una larguísima pausa e inclina ligeramente la cabeza hacia el lado derecho.
-¿Me estás cargando vos?
-No, como te voy a estar cargando... (Ahora subo yo un poquito la voz) Lo único que quiero es cambiar esta remera. Nada más. Mira vos si te voy a estar cargando. ¿Para qué?
-Mirá, no perdamos más el tiempo, te pido. La remera usada, ya no se puede cambiar. Aparte este modelo ya ni se fabrica ¿Entendés? Mirá las mangas largas... Ahora está viniendo todo mangas cortas. Esto es viejo. Aparte... ¡Está usado!
-Mirá hagamos una cosa. Le cortamos las mangas... y me la cambiás por otra manga corta, ¿si?
-¡No, no! ¡No se puede hacer eso! ¡Vos no me entendés lo que te estoy diciendo!!!
Esto último lo dijo casi gritando. Perfecto.
-Mirá, no sé. ¿No está el encargado?
-¡Salió la encargada! Que tiene que ver la encargada... ¡Te va a decir lo mismo que yo!
-A lo mejor si, pero me vá a tratar con un poquito mas de respeto. ¿Qué dice en ese cartelito azul?
Se da vuelta como poseída.
-¿Que cartelito, por Dios... Que cartelito?
-Ese que dice: “El Cliente Siempre Tiene Razón” No sé para que ponen ese cartelito. Vos me estás haciendo sentir lo contrario. Y que yo sepa soy un cliente. ¿No?
-¿Pero vos no me entendés a mi...? ¿Que, hablo en chino yo?
-No hablás castellano perfecto. Un poco zeseoso a lo mejor. Pero te entiendo.
Ahora acerca su carita linda a la mía. Uy.
-Escucháme una cosa, tarado...
-Pará pará pará pará... ¿Me estás diciendo tarado a mí...?
Cierra los ojos. Trata de contenerse. A duras penas.
-No. Disculpá. Está bien. Disculpáme... Es que me ponés muy nerviosa, escucháme bien... Esta remera... (la toma entre sus manitos pequeñas que seguro no se lava después de hacer pis) ...Esta remera no te la van a cambiar en ningún negocio. ¿Me entendés?
-Claro. Porque la compré acá. Por eso la traigo a cambiar acá. Traje la boleta y todo.
¿En verde no hay?
Advierto que abre desmesuradamente los ojos. Uno de los ojos le tiembla un poquito. ¿Será un tic? ¿O un tac? Jaja, que vivo que soy.
-¡Escucháme por el amor de Dios! ¡No te lo voy a repetir más...! Esta remera de mierda... ¡Está usada, y está vieja! ¿Me oís? ¡Está usada, y está vieja!
Alguna gente que pasa por el pasillo del shopping mira hacia adentro del negocio al oír los gritos. Que lindo.
-Bueno mirá... está bien... Hagamos una cosa así no discutimos mas.
Ahora se relaja imperceptiblemente.
-Me la cambiás por una vieja y usada, pero en verde. ¿Si?
Ahora me agarra del brazo. Me lo sacude. ¡Tiene fuerza! Mirá vos, con esos bracitos. Debe ir a algún gimnasio que ponen marcha del año del orto, y todas las boluditas saltando como pelotas de goma.
-¡Escucháme una cosa la puta madre que te parió!! Ahora su voz baja hasta convertirse en un susurro de odio ¡Acá no hay remeras viejas y usadas! ¡Acá hay nada más que remeras nuevas! Nuevas... ¿Me oís...? ¡Nuevas!
-Bueno mejor. Me das una nueva y listo. Mejor. Que más quiero yo. Listo.
¡No! ¡No! ¡Idiota! ¡No entendés!
Ahora agarra el postnet de arriba del mostrador y trata de golpearme en la cabeza. Que divina.
-...Mariela ¿Que son esos gritos? ¿Qué pasa por Dios?
La encargada debe tener cincuenta años. Bien llevados. Mira a la vendedora entre el asombro y el enojo absoluto.
-¡Este pelotudo de mierda que no sé que le pasa!
La miro a la mujer con cara de asombro.
-Mariela... Te vas ya de mi negocio...
-Pero Betty escucháme por favor... Este infeliz...
-Ya. Agarrá tus cosas y te vas... Andá el lunes a casa central que te liquiden lo tuyo.
La chica empieza a llorar. Mira a la encargada con ojos de súplica. Me mira a mí. Yo le pongo cara de “ahora no te quejes...” No puede articular palabra. Llora cada vez más fuerte.
-Mariela te vas... –dice la encargada.
La chica agarra de debajo del mostrador un bolsito pedorro que seguro le regaló la hermana para el cumple, agarra un llavero que tiene un perrito manchado de tinta, la mira una vez más a Betty... y se vá.
-Te pido mil disculpas por favor... –me dice la mujer.
-No, está bien. Por favor... Vos no tenés nada que ver. ¿Como está la gente, no? –le digo mientras meto mi remera preferida en la bolsa. La mujer no contesta.
Salgo rápidamente del negocio. La chica vá llorando desconsoladamente unos metros más adelante. La alcanzo.
-Escucháme... Mariela...
Se dá vuelta y abre los ojos y la boca. Mucho.
-Ahora que ya no trabajás –le digo. ¿...Querés tomar un café?
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