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Nana


--Bueno…ya es hora de dormir.
--¿Y me contarás otro mañana?
--Lo haré. Sólo si te portas bien.

Así eran todas las noches después de que Nana me contaba un cuento. Pero no era un cuento. Era ése cuento, ése que me tenía preparado todas las noches. No sé cómo lo hacía, pero siempre tenía uno diferente, y cada uno lo contaba de manera distinta. Era una especie de magia, una que me llenaba de felicidad y me sumergía en ese mundo llamado fantasía.
Ella me decía muchas cosas. Una de ellas era que siempre iba a estar a mi lado. Me lo prometía siempre. Hasta que ese día llegó:
Eran las cinco de la mañana, y yo dormía profundamente, soñando con los cuentos de Nana, cuando escuché algo... algo parecido a un trueno, pero mucho más fuerte. Me desperté de golpe y miré a la ventana, porque Nana siempre me decía que cuando me asustara, mirara hacia la ventana, porque allí estaría Dios mirándome y me sentiría mucho mejor. Pero esa noche, no fue Dios lo que vi. Estaba lloviendo, lloviendo como no había llovido en mucho tiempo, y tirada en medio del patio, entre las rosas que cultivaba mamá, estaba Nana, y tenía una mancha roja en el pecho. Grité como nunca había gritado en mi vida, envuelta en un miedo terrible y doloroso. Mamá llegó corriendo a ver qué pasaba, y ella también la vio. Corriendo, abrió la ventana de mi pieza y salió afuera. Yo la seguí llorando y acercándome al cuerpo de Nana. Papá llegó en ese momento. Me agarró entre sus brazos y me dijo:
--Yo sé que duele mi amor, yo sé que duele.
Allí me quedé, llorando hasta quedarme dormida, y amanecí en mi cama. Al principio no recordaba nada de lo pasado la noche anterior, pero luego fui recordando y lloré, hasta que se me secaron las lágrimas, y miré por la ventana. Ya no estaba el cuerpo de Nana, pero seguía lloviendo.

Ahora tengo 21 años y me llamo Claudia. He recordado esa noche desde ese día sin saber cómo murió. Al principio se pensó que podría haber sido un suicidio, pero no había señales de eso. Nunca se encontró al culpable. Pero siempre tuve curiosidad en saber. Antes no podría haberlo hecho porque era muy chica y no entendía mucho, pero le pedí a mamá que guardara todas sus cosas para poder tenerlas de recuerdo, aunque sabía que nunca la olvidaría, por muchas cosas que me pasasen, nunca la olvidaría.
Nana no tenía ningún pariente. Nunca se había casado, ni tuvo hijos. Sus padres y tíos, habían muerto y, hermanos, nunca tuvo. Por lo que sólo nos tenía a nosotros.
Ahora buscando entre sus cosas me he dado cuenta de que sí tenía a alguien más. Primero, busqué en las cosas que me dio mamá: sus ropas, sus joyas, etc., pero no encontré nada. Después busqué en su pieza. Al principio no encontré nada tampoco, pero, cuando iba saliendo de su pieza, me di cuenta que estaba pisando en una tabla suelta. Saqué cuidadosamente la tabla, y entendí que allí
había algo. Metí la mano y encontré un libro, o eso era lo que parecía al principio. Lo abrí y se cayeron de allí unas hojas. Las tomé y comencé a leerlas. Eran cartas. Cuatro cartas. 2 de ellas estaban enviadas a “Cristina”, y las2 en el año 1990. Era la letra de Nana, así que supuse que ella las había escrito, pero que nunca las había enviado. Hablaban de perdón. Nana le pedía a Cristina que la perdonara por todo, que ella era muy joven en ese tiempo y no sabía nada y que la había entregado por que quería que ella fuera feliz. Así descubrí que Cristina era su hija.
Había otra carta que estaba dedicada a Nana, porque comenzaba con “Querida María”, que era el nombre verdadero de Nana. Decía así:

Santiago 30 de Abril de 1991

Querida María: Te escribo esta carta para contarte cómo está Cristina. La verdad es que desde hace 1 mes que está desaparecida. Se escapó de la casa. Siempre traté de darle amor y todo lo que pude, pero parece que nunca pude ser un buen padre. Además, siempre le faltó una mamá. Nunca me preguntó sobre ella, o más bien dicho, sobre ti. Pero ese último tiempo que estuvo en la casa me comenzó a preguntar. Yo no contestaba nada, o muy pocas cosas. Lo único que le dije acerca de tí era que te llamabas María y que trabajabas en una casa como empleada. Ella me preguntó si es que había niños en esa casa y yo le respondí que no sabía. Al otro día desapareció.
Te pido que si es que la ves, no le hables, pero me avises. Tú sabes cual es su apariencia, porque te he visto muchas veces espiándola cuando está en el parque. Supongo que ya sabes que tiene 16 años y has visto que no tiene una vida muy feliz. Pero he hecho todo lo que he podido para poder educarla, aunque sé que no soy el mejor de los padres, ya que soy borracho. Sé que debería dejar el trago, pero no puedo.
Bueno no hay nada más que te quiera decir en esta carta.
Con cariños:
Bernardo Pérez, el padre de tu hija.

La última carta era de Cristina hacia Nana y le advertía. Le decía que tuviera cuidado, porque cualquier día podría verla.
Luego comencé a leer el libro. Pero no era un libro. Era un diario de vida. El diario de vida de Nana. Hablaba de cuánto me quería, y hablaba también de Cristina. Decía que se arrepentía, y que le hubiera encantado poder haber estado con su hija.
Me daba pena. Pobre Nana, que siempre era buena y dulce conmigo, y siempre tenía una sonrisa para darme. Nunca podría haber imaginado que tenía tantas penas dentro de su corazón.
En ese momento mamá me llamó por teléfono para que fuera a la casa donde vivían ellos ahora a comer. Ahora ellos vivían en un departamento y yo en la casa que siempre viví.
Dejé todo donde estaba y fui. Me acuerdo de esto como si hubiera sido ayer, porque fue uno de los momentos más importantes de mi vida.
Al llegar a la casa me senté a la mesa y mamá habló:
-Claudia, hay algo muy importante que tu papá y yo tenemos que decirte.
-Esto es algo serio, por lo que quiero que tomes atención- dijo papá muy seriamente.- No te lo hemos dicho antes por miedo a perderte y por miedo a que te asustaras. Pero ahora que vives sola y tienes una vida más independiente te lo diremos-Papá calló.
- Bueno…díganlo ya-dije.
-Tu…tu…tu no eres nuestra hija… tu eres adoptada. Eres hija de Nana.
En ese momento me puse a llorar. Fue un sentimiento tan raro que no lo podría describir. No sabía que decir.
-Yo sé que es duro que lo sepas ahora-dijo papá mientras me acariciaba.- Además que Nana está muerta, y murió hace ya muchos años. Pero teníamos que decírtelo y ya no queríamos dejar pasar más el tiempo.
-Entiendo, entiendo-dije entre sollozos.-No puedo quedarme más, tengo que irme.
Y me fui. Ahora que sabía que yo era hija de Nana, también sabía que era hermana de Cristina. Así que fui a la comisaría de carabineros, ya que allí podría ver si sabían algo sobre mi hermana.
Y la verdad es que tenía razón. En la comisaría sabían sobre ella. Es más, ella estaba en la cárcel en ese momento. El día anterior había asaltado una panadería. Me llevaron donde ella, y así fue cómo supe toda la verdad.
-¿Y quien eri vos’?-me dijo
-Aunque no lo creas yo soy tu hermana-le respondí.-Acabo de saber que lo soy, por lo que vine a hablarte de tu madre.
-De mi mamá me queri’ hablar tu. Yo lo único que se de ella es que nunca me quiso y no necesito saber más.
-No….tu madre está muerta. La mataron en el patio de mi casa hace 10 años.
-Eso ya lo sé-me dijo.-Lo sé porque yo misma le disparé. Pero yo quería matarte a ti. Y ella tratando de defenderte se murió. Yo ya sabía que vos erai mi hermana. Por eso quería matarte. Porque ella te quiso siempre más a vos. ¡Ella no me quiso nunca a mí! Nunca me dio siquiera un abrazo. No me arrepiento de haberla matado, aunque fue su culpa, porque sino te hubiera ido a matar a vos… ¡que es lo mismo que voy a hacer ahora!
Y sacando un cuchillo del bolsillo, se abalanzó contra mí. Yo traté de escapar, pero no pude. El guardia llegó en ese segundo, pero ya era muy tarde. De mi pecho caían gotas de sangre, y Cristina sacaba de mi cuerpo el cuchillo mientras dos guardias más la agarraban y se la llevaban a su celda. El primer guardia me pescó y le gritó a otro:
-¡Rápido, llama a una ambulancia!
El guardia me tendió en una mesa que había ahí. La herida me dolía mucho. El guardia estaba desesperado y no hallaba que hacer. Trate de decirle algo, pero las palabras no salieron de mi boca. Tenía que decirle esto, así que ocupé todas las fuerzas que me quedaban para hacerlo.
-Señor…- dije -necesito…que…le…
-No se esfuerce para hablar señorita. Le va a hacer mal.
-Necesito…que le…diga…a mis padres…que los quiero mucho. Necesito que le…diga a… la que me acuchilló…que…la quiero mucho.
-Esta bien señorita, esta bien.
En ese momento me quedé quieta. La herida ya no dolía siquiera. Comenzaba a ver borroso. De repente, a mi lado, vi a una figura. Era una figura de forma humana. Era una mujer. La mujer me sonreía. Reconocí esa sonrisa: Era la de Nana.
-Ahora estás de nuevo conmigo-me dijo una voz. La voz de la mujer. La voz tan dulce y cariñosa de Nana.
Escuchaba el ruido de la sirena de la ambulancia que venía, pero eso ya no importaba. Ahora me sentía bien.
Me pare lentamente al lado de Nana. La miré. Me seguía sonriendo.
-Ahora estamos juntas de nuevo-le dije, y le devolví la sonrisa.
Me volví a ver la mesa, en la que yacía mi cuerpo muerto, al cual ahora unos paramédicos levantaban para acostarlo en una camilla. Pero ellos no se daban cuenta de que yo ya no estaba ahí. Ahí estaba sólo mi cuerpo, pero no mi alma. El alma de Claudia estaba ahora con Nana.

Anabel629


Texto agregado el 03-08-2003, y leído por 312 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-10-2003 Esta historia me atrapó, estaba muy fluída, no me demore en deborarla, es muy real, y quizás lo sea . Aplausos BlancaPola
03-08-2003 Me gusto bastante tu cuento, pero ten cuidado con detalles importantes que le quitan credibilidad a tu historia ya q son recursos muy clásicos como el pisar una tabla vieja y encontrar algo... Dede el clímax hasta el final realmente muy bueno. Saludos One. one
 
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