“ALEGRO CON BRIO”
El viejo Pancho tosió ligeramente y se acomodó en el sillón. Ajustó los fonos a sus oídos, sacudió el cigarrillo en el cenicero que tenía cerca y continuó leyendo las “Obras Completas de Julio Cortázar” Tomo II. Entretenido con los cronopios y fama, sonreía y seguía atentamente la lectura. A lo lejos le pareció escuchar un rumor vago, apagado por el volumen de las “Cuatro Estaciones” de Vivaldi que recibía a través de los fonos, que escuchaba a gran volumen.
Le gustaban los cuentos de Cortázar y junto con leer el libro, lo acariciaba con cariño, dando vuelta las páginas con sumo cuidado. Lo había adquirido recién haciendo un esfuerzo y restando algunos pesos al presupuesto familiar. Su mujer, que estaba en la otra habitación, no se había percatado de la compra y por lo demás, no le preocupaba mayormente. Aparte de un regaño, no podría decirle nada. Total era un buen hombre, cuidadoso en las finanzas por lo que no habría mayores quejas. Su único lujo, que no llegaba a vicio, era comprarse cada tanto tiempo, un libro de aquellos que veía en los escaparates de las tiendas de libros. En ellas se detenía largo rato, mirándolos con deleite, como un niño frente a la pastelería. No era un lector selectivo. Gustaba en general de cualquier obra, principalmente aquellas que recomendaban en el diario dominical, en la sección Cultura, oportunidad en la que se enteraba de las últimas novedades. Cuidadosamente subrayaba los comentarios más interesantes aparecidos y seleccionaba mentalmente los títulos que compraría cuando tuviera la ocasión. Claro que la lista se alargaba cada vez más, porque los dineros no llegaban con la misma velocidad que aparecía el diario cada semana, con su cargamento de tentaciones gráficas. Pero, “qué se le va a hacer” pensaba. “De todas maneras, de a poco se puede avanzar”. Lo importante es que tenía ya una buena colección hecha a puro esfuerzo y a pesar de que su mujer miraba con desagrado su pequeña biblioteca, él hacía como que no lo notaba y de esa manera no se producían problemas. Salvo aquella vez que llegó con “Residencia en la Tierra” de Pablo Neruda y la “Antología Esencial” de Gonzalo Rojas. Ahí sí que fue dura la cosa. Su mujer puso el grito en el cielo porque el gasto había sido mucho. Pero la tentación había sido grande. Había una buena oferta y no la pudo resistir. Se propuso justificarla con el pretexto de que no volvería a comprar nada en los próximos seis meses. Aun así, el mal humor de la mujer duró varios días. Pero ahora las cosas eran normales y ya no había discusiones desde hace mucho tiempo.
Siguió la lectura arrellanado en el cómodo sillón, recorriendo golosamente los títulos del libro, sin decidirse por cuál empezar, porque le gustaba leer los cuentos según su estado de ánimo. Estaba en eso pero no lograba concentrarse totalmente. La mujer no estaba bien. Había tenido un alza de presión y los médicos recomendaban que se cuidara, que no hiciera ejercicio, que no comiera sal y una serie de indicaciones. “Si no se cuida, le habían dicho, le puede dar un ataque en cualquier momento y se despacha sin saber como”. Ella lo tomó a la ligera y simplemente siguió haciendo su vida. A su marido no le dijo nada. Total, cuando él se ponía a leer y escuchar música, nadie lo podía interrumpir y se desconectaba del mundo.
Así fue como esa tarde, cuando la música llegaba a un “allegro con brio” Pancho percibió por sobre la música un golpe seco. Se quedó un momento atento pero al no escuchar otro ruido, continuó sumido en la lectura.
Tarde, ya terminando la tarde, se estiró perezosamente, cerró el libro, se sacó los fonos de los oídos y se incorporó. Lentamente se fue a la cocina donde suponía estaría la mujer. Allí no había nadie, sólo la tetera que hervía rabiosamente. Apagó el gas y al no encontrarla, regresó sobre sus pasos y se encaminó al dormitorio. Al entrar, el espectáculo que vio lo dejó mudo. La mujer tendida boca abajo en el suelo, manipulaba debajo de la cama.
- ¡Pero, qué haces, mujer! – dijo el hombre
- ¡Qué voy a hacer! – respondió la mujer – Se cayó el catre y estoy tratando de arreglarlo. ¡Eso es lo que estoy haciendo!
FIN
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