Siento la suave brisa acariciar mi rostro. Mañana fresca de verano, pletórica de aromas revoloteando lentamente en el aire que aún nadie ha respirado, sólo yo.
La alargada playa se extiende hacia cada extremo, hasta desaparecer entre la niebla matutina, allá a lo lejos.
Una sensación de paz, difícil de describir, parece flotar en el aire, más bien se percibe. Yo la siento dentro de mí, también afuera. Es como si el aletargado despuntar del alba, con dificultad abriera sus párpados, por los que a duras penas se filtran los primeros rayos del sol.
La tenue luminosidad va salpicando la arena y el resto del paisaje de suaves pinceladas tímidas. Colores que durante la tarde se abrirán en un mágico abanico de matices que inundarán mis pupilas, las que ahora se pierden en el horizonte azul-plateado, quizás distraídas entre el suave oleaje del mar, o tal vez en un reflexivo vaivén casi inconsciente de pensamientos silenciosos y lejanos dentro de mi mente.
Mis pasos dibujan pequeñas hendiduras en la arena, que se van llenando del agua cristalina que besa la orilla, en un incansable jugueteo mojando mis pies que avanzan lentamente.
Tengo apretado fuertemente entre mis dedos, el trozo de papel doblado en cuatro, que guardo celosamente en un bolsillo de mi chaqueta, con los negros trazos delineados por tu mano firme, y que guardan para mi tus sentimientos. Esas letras leídas tantas veces por mis ojos ansiosos, hasta haber quedado grabadas en mi mente.
_ “Espérame en las horas sin espacio ni tiempo dentro de tu corazón. Cobíjame en tu alma cálida, esperando realizar nuestro sueño pendiente desde anteriores vidas, el anhelado encuentro.”
La brisa va transportando microscópicas partículas de rocío, que se van adhiriendo a mis cabellos como perlas diminutas.
Le bajo el volumen a mi walkman, fiel compañero de mis horas infinitas recordándote. Mi pensamiento vuela lejos, al pasado, arrastrado por las notas melodiosas de una canción que me entristece, ...”Tarde”,...y vuela como blanca bandada de gaviotas deslizándose sobre el mar, hasta perderse en la lejanía como pequeños puntitos brillantes.
Te asomaste a mi vida una mañana de junio, entre mis momentos de soledad.
Con la dulzura sutil de una caricia sentí tu roce en mi alma cerrada a fuerza de desencantos y esperas. Poco a poco me entregaste tu amistad en mis horas vacías, y llenaste de letras sinceras mis tristezas, e iluminaste con tu voz y con tu risa mis angustias, hasta lograr que mi sonrisa nuevamente se instalara en mi cara.
Sin conocernos aún y conociéndonos demasiado. Bastó sólo un teclado, y una pantalla donde hemos unido nuestras manos con lágrimas en los ojos, y descubierto en las horas transcurridas el imperceptible nacimiento del amor, alma con alma, como puente de alas ansiando tocarse algún día en un vuelo mágico, transparente, puro, de almas gemelas buscándose a través de las vidas. Almas gemelas entrelazadas en el susurro tímido de ese primer ¡te quiero!...pero nos acercamos tarde en el tiempo, tu ya no estabas solo.
Mis sentimientos se enredan con las lágrimas que surcan lentamente mi rostro. Ya no sé donde comienzas tú y donde termino yo. Como el cielo y el mar unidos en el horizonte, fundidos uno en el otro.
La mañana se ilumina poco a poco y diminutas sombras comienzan a deslizarse suavemente por la ladera de los cerros cercanos. En mi oído, la suave melodía de una zampoña, dulce y plácido coqueteo que logra arrancarme de mis pensamientos por algunos segundos, haciéndome sentir el goce pleno de saber que tu amor es todo mío.
Abro el pequeño papel y lo leo una vez más, mientras una tierna sonrisa se dibuja apenas en mis labios que añoran tus besos no probados.
Estás lejos. Lejos en la distancia, lejos de mis sentidos y de mi vida, cerca de mis pensamientos y de mi corazón que se estremece recordándote.
Surgió el amor casi sin darnos cuenta, en un ir y venir de nuestras alas anhelantes ansiando volar unidas. La realidad sin embargo es tan distinta, no sólo nos separan las distancias, simplemente nos separan dos vidas.
Te amo con todos los amores, con el del respeto, con el amor que te conoce aún sin haberte conocido, con el amor lleno de miedos y temores, y el que sin haber sentido el roce de tus dedos ya te ha sentido en la piel. Te amo con el amor de no haber aún visto tus ojos en mis ojos, te amo con todos los amores, y así te dejo ir. Tu amor me llena de esperanzas nuevas, de sueños fabricados a través de los años, de silencios donde nuestras almas se encuentran en cualquier momento, unidas férreamente en un mundo de realidades paralelas que no entiendo todavía.
Te he esperado siempre, te espero y te esperaré fuera del tiempo.
La melodía suave se desliza lentamente en mi oído, mientras un hondo suspiro brota desde muy dentro de mi y parece llenar el aire por completo.
Mis manos distraídas, en un eterno juego de dobleces, ha creado con tu pequeña carta un botecito de papel.
Lo deposito suavemente sobre el tranquilo oleaje, que lo abraza fuertemente alejándolo poco a poco de mí en un lento vaivén. Dentro de él vamos tú y yo, y nuestras esperanzas y también nuestros sueños.
Mientras, esperaré paciente tu regreso en las horas, en cualquier momento, en cualquier lugar.
Regreso sobre mis pasos de playa dorada, llena de ruidos nuevos, y lejanas figuras que se acercan a disfrutar del mar.
Los observo desde lejos, subo el volumen de la música nuevamente y sonrío. Es hermosa la vida. Doy un último vistazo al botecito cada vez más lejano. Te esperaré mi amor hasta que vuelvas. Sé que te encontraré en todas las vidas que nos quedan por vivir, hasta ser los dos libres para amarnos.
El botecito, en un suave bamboleo, dice adiós, ahí vamos unidos rumbo a la eternidad.
Te amo con todos los amores, ...y así te dejo ir...hasta poder encontrarte nuevamente y entonces nunca jamás te alejarás de mí.
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