Las burbujas del champagne rosé que explosan en mi boca se mimetizan con las del agua del jacuzzi que acaricia toda mi piel. Es un mar de olas ondulantes que me hace volar.

Mientras él mira alguna porno en la cama redonda, yo disfruto del absoluto placer de haber hecho el amor, comer chocolate y, como ya dije, champagne y jacuzzi en un día.

Otra copa más y remojo una de las rosas que me regaló y me la paso entre los senos. Una masturbación exquisita llamando al dios Baco y a Venus para que copulen junto a mí.

El sigue viendo la porno y es como que si no se enterara de nada. Está absorto mirando una y otra vez como dos lesbianas se lamen y se besan al son de una música monótona e interminable.

En el jacuzzi sigue esta orgiástica fiesta en honor al Olimpo y a los placeres y un sueño que Morfeo me envía es la culminación de un día de lujuria y de gula, sobre todo de gula.

De pronto siento que él ya no está en la cama y supongo que orina en el baño. Busco otro trago de champagne y como estoy borracha se me cae la botella al jacuzzi.

No logro reaccionar y luego el agua espumosa y transparente se pone rosada. Entonces me echo a reir. Río porque me baño en champagne. Realmente soy una diosa del Olimpo.

Lo miro de nuevo para contarle, para que me mire e invitarlo a mi juego. Pero no lo siento. No lo veo en la cama y, la verdad, no veo la cama y apenas veo la habitación.

Creo que el champagne ha hecho mucho efecto porque veo todo nublado y me siento débil. Con la mano izquierda trato de recoger el último pedazo de chocolate que queda. Sólo en ese momento me doy cuenta que mi muñeca sangra profusamente, que, al parecer, me corté las venas.

Pero nadie es tan idiota para cortarse las venas por accidente me dije. Entonces recordé que cuando entramos al motel ya lo tenía todo planeado.